Más allá de la propaganda comercial para este día, es importante recoger el hondo sentido que tiene este día en la vida cristiana.
Valentín fue un médico romano que se convirtió en sacerdote y llegó a ser muy popular en la época de Claudio II. Este emperador decidió prohibir la celebración de matrimonios para los jóvenes, ya que consideraba que los hombres que no tenían familia eran mejores soldados al no tener tantas ataduras. Valentín desafío al Emperador, y promovió el cristianismo y murió mártir.
Proclamamos que Dios es Amor, un amor gratuito, un amor desde y para siempre. Celebrar este día, es celebrar que el amor de Dios nos habita y está para compartirse con las personas queridas, esposos, parejas, amigos, novios, etc.
Hoy un día para agradecer tantos matrimonios y noviazgos que nos dan testimonio de perseverancia, de amor y entrega. El amor es una actitud con la que se hacen todas las cosas, por tanto, no son las cosas en sí, sino la actitud amorosa con que las haga.
Celebrar este día es afianzar esa actitud que proviene del Espíritu del Amor, esa actitud que construye hogares y matrimonios bendecidos. Superar las dificultades de pareja es una tarea diaria.
Hay tres palabras que son esenciales en toda pareja: Gracias, perdón y permiso.
Gracias en cada momento por lo compartido, recordando que nada se me tiene que dar por obligación, sino que es un don a agradecer.
Perdón, porque en la pareja hay muchas cosas que perdonar cada día, nadie es perfecto, y a veces sin querer nos herimos. Perdonar y acoger el perdón que el otro me otorga es algo bello en la pareja, lo mismo que permitir al otro reparar en mí la herida.
Permiso, pedir permiso al otro para no invadir su espacio vital, para no invadir sus decisiones o invalidar sus impulsos. Siempre el respeto y el diálogo es la mejor de las propuestas para caminar juntos en el amor.
Que el Señor bendiga a todas las personas que saben amar y acogen el amor en sus vidas.