El inicio de un nuevo año siempre trae consigo la oportunidad de renovar nuestra fe y nuestras esperanzas. Caminar de la mano de María, la Madre de Dios, nos recuerda que no estamos solos en este camino. Su presencia maternal nos guía hacia Jesús, el Hijo amado, y nos enseña a vivir con confianza, amor y esperanza, especialmente en este Jubileo de la Esperanza que nos invita a abrir el corazón al amor infinito de Dios.
María, Madre que guía y acompaña
María no es solo la Madre de Dios, sino también nuestra Madre. En ella encontramos una mediadora amorosa que siempre nos lleva hacia su Hijo. Su vida es un reflejo de confianza plena en Dios: desde el «hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38) hasta su presencia fiel al pie de la cruz. Ella nos enseña que cada «sí» a Dios, aunque implique desafíos, está lleno de gracia y con un sentido.
Al iniciar este nuevo año, abramos nuestro corazón para dejarnos guiar por su ejemplo. Cuando las dificultades parezcan insuperables, recordemos que María nunca dejó de confiar, incluso en los momentos más difíciles. En su mirada materna, encontramos el consuelo de un Dios que camina con nosotros, que transforma nuestras pruebas en oportunidades de crecimiento y amor.
Bajo su manto, caminamos en esperanza
En este Jubileo de la Esperanza, María nos invita a mirar el futuro con confianza, sabiendo que su Hijo, el Príncipe de la Paz, está con nosotros. Ella es refugio y fortaleza, siempre dispuesta a acoger nuestras preocupaciones y a presentarlas ante el Señor. Bajo su manto, cada momento del año se convierte en una oportunidad para amar más, perdonar más y confiar más.
Hoy, en la Jornada Mundial de la Paz, María nos llama a ser instrumentos de reconciliación. Ella, que guardaba todas las cosas en su corazón (Lc 2, 19), nos inspira a vivir desde la paz interior que solo Cristo puede dar. Si nos dejamos envolver por su amor maternal, aprenderemos a mirar al mundo con compasión y a trabajar por la paz en nuestras familias, comunidades y en cada rincón donde Dios nos llame.
Toda madre lleva al corazón de su hijo
No hay camino más seguro hacia Jesús que el que pasa por María. Ella nos invita a abrirnos al amor infinito de Dios, que se hace cercano y pequeño en el Niño de Belén. Confiar en María es aceptar que, aunque los caminos puedan parecer inciertos, ella siempre nos conduce al corazón de su Hijo, donde encontramos la verdadera alegría y la plenitud de vida.
Al comenzar este 2025, pidamos a María que nos ayude a vivir con un corazón abierto y dispuesto. Que cada paso esté lleno de confianza en su guía, de esperanza en su intercesión y de amor por su Hijo. Como dice el papa Francisco: “De su mano podemos caminar con serenidad hacia el futuro”.
Que este año sea un tiempo de gracia, en el que, bajo el manto protector de nuestra Madre, vivamos con paz, esperanza y amor. Con María, cada día es una oportunidad para acercarnos más al corazón de Jesús.