El 22 de agosto, celebraremos la memoria de Santa María, Reina de los cielos y la tierra, una festividad instituida por el Venerable Papa Pío XII en 1954. Esta fecha nos invita a reflexionar sobre el papel único que María desempeña en nuestra vida de fe y en la historia de la salvación.
La elección del 22 de agosto para esta celebración está vinculada al dogma de la Asunción de María. Este dogma enseña que María fue llevada al cielo en cuerpo y alma al final de su vida terrenal. Es en esta condición gloriosa que se la reconoce como Reina de los cielos y la tierra.
María, como madre de Jesús, participa de la realeza de Jesús y ejerce un papel especial como mediadora. Su humildad y obediencia al plan de Dios nos inspiran a seguir su ejemplo en nuestra vida diaria.
Como madre amorosa, María intercede por nosotros ante su Hijo. Ella conoce nuestras alegrías y preocupaciones y está siempre dispuesta a interceder por nosotros ante Dios. En los momentos de dificultad, podemos acudir a ella con confianza, sabiendo que ella nos escucha y nos acompaña en nuestro camino de fe.
A lo largo de los años, nuestros Papas han subrayado la importancia de honrar a María como Reina. San Juan Pablo II nos recordaba la devoción popular hacia María, mientras que Benedicto XVI enfatizaba su papel como servidora humilde, amándonos y ayudándonos en nuestras necesidades.
El Papa Francisco nos invita a contemplar a María como nuestro ejemplo de esperanza y destino eterno. Sus palabras nos recuerdan que, a través de María, encontramos la meta de nuestro camino: la patria celestial, donde experimentamos la plenitud del amor de Dios.
Renovemos nuestro amor y devoción hacia María, Reina de los cielos y la tierra. Que su ejemplo de humildad y entrega nos inspire a vivir con generosidad y amor hacia los demás, confiando siempre en la promesa de vida eterna que nos ofrece.