#DonesDelEspíritu

Dones del Espíritu Santo: Sabiduría

Os compartimos la experiencia de Ángel y Almudena:

El don de Sabiduría va más allá de la sabiduría humana. Es tener la capacidad de saber decir o hacer lo que es correcto dentro de la voluntad de Dios en una situación específica.

Sabiduría viene de “Sabor”, “el que sabe”, “sabedor”. Y para expresar ese “ejercer el sentido del gusto”, corresponde también el “tener juicio”, “ser experto” en algo.

La sabiduría como Don va más allá de la inteligencia, ya que no podemos pensar en ella como la de los hombres, que nada tiene que ver.

Se trata de comprender las cosas y ver con los ojos del Espíritu Santo. Se relaciona con la caridad, para poder amar de verdad, El Padre, mediante este Don te regala el ser capaz de perdonar.

Nos ayuda a entender lo que nos sucede. Nos da luz en nuestra vida para comprender el porqué de los acontecimientos a los ojos de Dios.

Es muy claro el ejemplo de la Virgen de Maria, que, gracias a él, comprendió que debía dejarse llevar también en la voluntad de Dios con su “Hágase”.

¿Como lo vivimos?

En nuestra experiencia, podemos afirmar que El Espíritu Santo obra y se sirve de sus dones e infunde su Sabiduría. Nos permite elegir con serenidad, paz y conocimiento y nos inspira en nuestro día a día para saber decidir, que decir y que hacer en cada momento.

En ocasiones hemos experimentado que, tras haber tenido que dar una charla o testimonio, efectivamente no habla solo la persona humana, sino que es el Espíritu Santo quien habla por ti. Él pone palabras en tu boca para poder llegar a otros. Somos instrumentos y mediante este Don de la sabiduría se hace visible.

“Sofia”, Sabiduría en griego, es el nombre de nuestra tercera hija, ya que pensamos que ella podría “traernos” aquella que nos faltara.

¿Verdad que sería una alegría que en cada casa pudiera haber una sabiduría que venga de Dios?

 

Aquí puedes leer las entradas de las semanas pasadas sobre:

 

Leer Más »

Dones del Espíritu Santo: Inteligencia

En este jueves de la tercera semana de Pascua, nos sumergimos en la profundidad del don de inteligencia, una gracia divina que nos permite discernir la verdad y actuar con sabiduría en nuestro día a día. Es un regalo del Espíritu Santo que nos invita a ver más allá de lo evidente, a comprender las situaciones desde una perspectiva más amplia ya actuar con prudencia y discernimiento.

La inteligencia no se limita al conocimiento académico o a la habilidad para resolver problemas complejos, sino que abarca la capacidad de percibir la presencia de Dios en cada aspecto de nuestra vida y en el mundo que nos rodea. Es un don que nos desafía a buscar la verdad en todas las cosas ya vivir de acuerdo con los principios del Evangelio.

Al igual que un faro en medio de la oscuridad, el don de inteligencia ilumina nuestro camino y nos guía hacia la plenitud de la vida en Cristo. Nos invita a cultivar una fe informada, basada en el conocimiento profundo de las Escrituras y en la tradición de la Iglesia, pero también en la experiencia personal de encuentro con Dios.

En nuestra búsqueda de la verdad, es importante recordar que la inteligencia va de la mano con la humildad. Reconocemos que no lo sabemos todo y que siempre hay más por aprender.

Os compartimos la experiencia de Juan Ramón, quien encuentra en la Palabra una guía para cada circunstancia, al igual que él, reconozcamos la importancia de permitir que el Espíritu Santo nos inspire y guíe en nuestra vida comunitaria.

Don de Inteligencia

Trato de tener presente cada mes una frase de la Escritura que me permita vivir cada circunstancia con la mirada de Jesús. Es curioso que una misma frase sirva para situaciones muy diversas. La de abril es: «Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía» (Hch 4, 33).

Esta presencia del Espíritu Santo como luz para interpretar la Palabra y actuarla se potencia cuando me encuentro en la comunidad. El Espíritu Santo encuentra una caja de resonancia en una comunidad que se quiere, que experimenta la presencia del Resucitado en medio suyo.

Me he encontrado por vídeo-conferencia con una comunidad de cristianos del Líbano. Me preguntaban cómo mantener la esperanza en una situación de guerra y de economía precaria, donde el odio crece día a día y será muy costoso sanar a la población de este veneno.

No sabía qué decir, pero a la luz de la Palabra he compartido que siempre podemos ser canales del amor de Dios, y que fortaleciendo la vida de la comunidad, la presencia del Resucitado en medio de ellos puede ser el bálsamo, la luz y la esperanza que toda persona necesita.

Aquí puedes leer las entradas de las semanas pasadas sobre:

Leer Más »

Dones del Espíritu Santo: Fortaleza

En este segundo jueves de Pascua, vamos a reflexionar sobre el don de fortaleza, uno de los dones del Espíritu Santo que nos sostiene y fortalece en nuestro caminar diario. Es un momento para recordar que, incluso en medio de las pruebas y los desafíos, no estamos solos. La presencia de Dios nos acompaña, infundiéndonos valor y resistencia para seguir adelante.

La fortaleza no se trata solo de resistencia física o valentía en situaciones difíciles, sino también de una fortaleza interior que nos ayuda a mantenernos firmes en nuestra fe y en nuestros valores, incluso cuando el mundo a nuestro alrededor parece desmoronarse. Es el poder de Dios que nos impulsa a perseverar, a seguir adelante con determinación y esperanza, sabiendo que Dios está con nosotros en todo momento.

En estos tiempos de incertidumbre y cambio, necesitamos más que nunca la fortaleza del Espíritu Santo. Nos enfrentamos a desafíos que ponen a prueba nuestra fe, nuestra resistencia y nuestra capacidad para mantenernos fieles a lo que sabemos que es verdadero y justo. Pero en medio de la turbulencia, podemos encontrar consuelo en el conocimiento de que Dios nos fortalece con su gracia y nos guía con su amor.

Os compartimos la experiencia de Sor Antonia, que sus palabras inspiren a más personas a cultivar la fortaleza espiritual en sus propias vidas y a seguir el ejemplo de amor y servicio desinteresado de Santa Luisa de Marillac y las Hijas de la Caridad.

Fortaleza:

El don de fortaleza del Espíritu Santo es como el fuego que arde en el corazón de personas como Santa Luisa de Marillac y en las Hijas de la Caridad. Al igual que el fuego purifica el metal, este don fortalece el alma para superar los obstáculos y desafíos que se presentan en la vida diaria y en el servicio a los más necesitados.

Personas como Santa Luisa de Marillac, al igual que las Hijas de la Caridad, demuestran una fortaleza inquebrantable al enfrentarse a las adversidades y luchar por la justicia y el amor. Este don les otorga la valentía para estar presentes donde la necesidad es más acuciante, la energía para persistir en la labor de servir a los pobres y la resistencia para no desfallecer ante las dificultades.

En las personas que siguen el ejemplo de Santa Luisa de Marillac y de las Hijas de la Caridad, la fortaleza se manifiesta en su disposición para abrazar los sufrimientos de los demás, en su firmeza al enfrentar la injusticia y en su entrega generosa incluso en los momentos más difíciles. Como Santa Luisa, son personas de acción, llenas de coraje y determinación para llevar el amor de Cristo a los rincones más oscuros y necesitados del mundo.

Que el don de fortaleza del Espíritu Santo siga encendiendo el fuego del amor y el servicio en los corazones de quienes se inspiran en Santa Luisa de Marillac y en las Hijas de la Caridad, inspirándoles a seguir su ejemplo y a ser testigos vivos del amor de Dios en el mundo.

 

Aquí puedes leer la entrada de la semana pasada sobre el TEMOR DE DIOS

Leer Más »

Dones del Espíritu Santo: Temor de Dios

En estos días tan especiales de Pascua, cuando la luz de la vida triunfa sobre las sombras de la muerte, es fundamental recordar la presencia y el poder de los dones del Espíritu Santo en nuestras vidas. Son como llamas que encienden nuestro corazón, guiándonos y fortaleciéndonos en nuestro camino de fe.

En la Pascua, recordamos cómo el Espíritu Santo descendió sobre los corazones de los discípulos, infundiéndoles valor, sabiduría y amor para llevar el mensaje de esperanza al mundo. Por ello, cada jueves de Pascua, queremos reflexionar sobre la importancia de estos dones, porque son ellos los que nos capacitan para vivir como verdaderos discípulos de Cristo.

Desde el corazón de nuestra comunidad parroquial, hemos invitado a diversos miembros a compartir sus perspectivas sobre esta temática. En este primer jueves de Pascua, nos complace presentar la inspiradora reflexión de Ana, confiando en que sus palabras iluminen nuestros corazones y nos guíen hacia una comprensión más profunda de la gracia divina que nos rodea.

Temor de Dios:

‘Cuando se trata de hablar o vivir uno de los siete dones del Espíritu Santo, creo que lo primero es postrarme ante su Majestad, su inefabilidad, su Amor incondicional, para que Él me dé la luz y pueda expresar con palabras algo muchas veces inexpresable.

El Temor De Dios, eso que se podría interpretar como miedo humano, pero que se expresa de otra forma en el alma. Mirando en ésta, nos puede inundar la esperanza de sabernos hijos de Dios, y por tanto dignos de su Amor.

Pero su Amor es gratuito, como todo lo que me da, solo puedo agradecer, confiar y sentir mi pequeñez, que Él quiere llenar de luz. Humildad frente a su grandeza, sabiéndome indigna de tanta gracia.

Pero, mi seguridad al saberme perdonada puede llevarme a crecerme en mi misma, y por tanto a cerrar mi corazón y dejar de seguirle en su camino de entrega y servicio, a no cargar con la cruz. He aquí mi temor.

Ante tan gran misericordia, me siento pequeña, débil, indigna, sabiendo que, a pesar de tan gran regalo, una y otra vez vuelvo a ofenderle. Cómo explicar la grandiosidad que se siente al entrar en un lugar sagrado, en un templo, en lo más profundo del alma, donde los místicos se unen a Él.

Por ello, recuerdo cuando el Señor, con su santa humanidad viene a redimir a las almas hechas a su imagen, a hacernos sentir su amor y entrega en la Cruz, mostrándonos el camino de su seguimiento.  Es la confianza como dirá el Papa Francisco en su exhortación sobe Teresita de Lisieux “C’est la confiançe”, la que nos guía en esta senda.

El saber que, en nuestra debilidad, en nuestra entrega en sus brazos, el Señor crece en nuestro interior y nos llena de su Paz.

Este temor de Dios puede ser principio y guía de nuestro peregrinar en la tierra por caminos que el Señor conoce, sabiendo bien lo que nos conviene. Para ir descubriendo su designio, me pongo a sus pies para mostrarle mi “nonada”, mi pequeñez y asombro ante su Santidad.

Ante el misterio de su grandeza solo puedo guardar silencio, sobrecogida y de rodillas, sabiendo que Él siempre me mira.’

Leer Más »

Buscar en la web:



Acepto la Política de Privacidad