En el corazón de nuestra parroquia, la misa familiar del día de la Epifanía se llenó de emoción y asombro con la visita de los Reyes Magos. Su presencia, tan esperada por pequeños y mayores, nos recordó que el camino abierto hacia el pesebre sigue para todos los corazones que buscan al Salvador.

Melchor, Gaspar y Baltasar, con sus palabras llenas de sabiduría y ternura, nos invitaron a acercarnos al recién nacido con la misma humildad y reverencia con la que ellos lo hicieron hace más de dos mil años. Sus mensajes no solo nos hablaron del oro, el incienso y la mirra, sino también de los dones espirituales que este Niño trae al mundo: la paz que calma nuestras inquietudes, el amor que transforma nuestras vidas y la alegría que renueva nuestra esperanza.

Al final de la celebración, los niños, con rostros iluminados por la ilusión, recibieron caramelos de manos de los Reyes Magos, un pequeño gesto que simboliza la dulzura de encontrarse con Cristo en lo sencillo y cotidiano. Fue un momento de comunión y felicidad que unió a toda la comunidad parroquial en un canto de gratitud y fe.

La visita de los Reyes Magos nos deja una enseñanza profunda: en la búsqueda de Jesús, todos somos peregrinos que, con nuestros dones y nuestras vidas, podemos adorarle y reconocerle como la luz que ilumina nuestro camino. Que la paz, el amor y la alegría que ellos han compartido sigan guiándonos en este tiempo de Navidad y durante todo el año.

¡Que el Niño Dios, junto a los Reyes Magos, siga bendiciendo a nuestras familias y nuestra parroquia!

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