“Es bueno esperar en silencio la salvación de nuestro Dios” (Lm 3,25)
Solo quien sabe esperar, saborea la alegría de la Gran Promesa.
Hoy es un día de silencio interior, de silencio en el corazón. Un silencio sonoro, cargado de sentido, que nos remite a la espera de la Vida.
¡Cuánta falta nos hace guardar silencio mientras esperamos!
Acallar la mente que nos aturde con sus silbidos de malos presagios.
Acallar la mente que nos desanima con pensamientos tristes.
Acallar la mente que a veces imagina escenarios desoladores.
Hoy es día de esperar, de confiar, de atender los atisbos de vida que, como renuevos, brotan a nuestro alrededor.
En este silencio, acompañemos a María, la Madre. Ella supo muy bien lo que era guardar todas las cosas en su corazón. Nadie más que ella esperaba, en la hondura de su alma, el Gran Día de la Resurrección.
María, Madre de la esperanza, del consuelo, del corazón traspasado.
Madre de la confianza. Mujer nueva que apostó por el proyecto de su Hijo, y sabía muy bien que no quedaría defraudada.
Madre, enséñanos a no desesperar, a fiarnos de Él cada minuto de nuestra vida.
No permitas que el pesimismo se apodere de nosotros.
Levanta nuestra mirada, no ya hacia el Calvario, sino hacia el horizonte que promete el Sol que nace de lo alto.
Gracias, María, mujer silenciosa, discípula de Jesús.
P. Luis Murillo
Leer Más »
