Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial

Los martes del curso 2025-2026, continuando con el proyecto que iniciamos el curso pasado, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día:

¿Y si te dejas hablar por la Palabra?

Cuando nos detenemos un instante en medio del ajetreo cotidiano y tomamos la Biblia en nuestras manos, algo dentro se abre. Esa Palabra que parece antigua cobra vida y susurra con fuerza a nuestro corazón. En nuestro caminar de fe, sabemos que no es solo un texto o un conjunto de enseñanzas, sino un diálogo vivo, una voz que quiere tocarnos ahora, hoy, en cada paso que damos. Nos invita a escucharnos con calma, a dejarnos habitar por ella y permitir que su mensaje nos transforme sin prisas ni condiciones.

La Palabra que nos busca y nos encuentra

Lo hermoso del Evangelio es que no espera a que nosotros vayamos a ella solo para repasar lo conocido. Dios toma la iniciativa y nos habla a cada uno, desde nuestra historia concreta y nuestras circunstancias únicas. En la lectura pausada y orante descubrimos ese encuentro personal que renueva nuestra esperanza y confianza. “Lámpara es tu Palabra para mis pies, luz en mi camino” (Salmo 119,105), recordándonos que el Señor es quien guía nuestros pasos cuando nos abrimos a escuchar. Aquí aprendemos que la fe crece en la escucha atenta, donde preguntamos y dejamos que Dios responda, enseñándonos a discernir su voluntad para nuestra vida.

Escuchar para encontrar sentido, luz y confianza.

Muchas veces, la vida nos presenta caminos inciertos y preguntas que nos cuestan respuesta. La Palabra se convierte entonces en ese faro que ilumina y orienta, ofreciéndonos paz en medio del desconcierto. Leerla desde el corazón nos abre al discernimiento, ayuda a transformar la duda en confianza y nos acerca al amor fiel de un Dios que camina con nosotros. Jeremías nos dice: “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para vosotros —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de daros un futuro y una esperanza” (Jeremías 29,11). Esa promesa se vuelve ancla segura para nuestra vida cuando la acogemos sin reservas.

Vivir desde la Palabra, con sus frutos en nuestras acciones

Dejarse hablar por la Palabra no es una experiencia que se queda en el corazón encerrado; ella nos impulsa a vivirla, a hacerla visible en cada acto de amor, perdón y misericordia. En la oración con la Escritura, crecemos y nos fortalecemos para ser luz donde Dios nos pone, para extender su amor con nuestros gestos y palabras. “Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia; reconócelo en todos tus caminos y Él allanará tus senderos” (Proverbios 3,5-6). Así, la Palabra se convierte en motor de esperanza, alegría y un compromiso sincero con la vida que nos regala cada día.

Abramos este espacio de encuentro con Dios a través de la Escritura, sintamos que su Palabra nos toca y transforma. Que sea la luz que ilumine nuestras dudas y fortalezca el impulso amoroso en nuestra comunidad y en cada uno de nosotros, caminando siempre juntos hacia Dios.