El pasado 1 de diciembre compartimos en comunidad el comienzo del Adviento y la entrada en un nuevo año litúrgico.

Comenzamos a oscuras, con la palabra de Isaías como luz que nos guiaba hacia una nueva Luz.

Luego identificamos las piedras del camino que nos dificultan hacer la senda de la espera y, para finalizar, las cubrimos con estrellas que llevaban nuestros nombres para recordarnos que esa Luz está en nosotros también.

Antes de salir cada uno de nosotros cogió una estrella con un nombre. Como propuesta de Adviento nos hemos comprometido a acompañar a esa persona con nuestra oración.

 

“En Adviento estamos invitados a despertar la espera del glorioso regreso de Cristo, preparándonos para el encuentro final con Él con elecciones coherentes y valientes (…)

El Adviento es tempo oportuno para abrir nuestros corazones, para hacernos preguntas concretas sobre cómo y por quién donamos nuestras vidas (…)

Se trata de levantarse y orar volviendo nuestros pensamientos y corazones a Jesús que está a punto de venir. Nos levantamos cuando se espera algo o alguien. Nosotros esperamos a Jesús y queremos esperarlo en la oración, que está estrechamente ligada a la vigilancia (…)

Que la Virgen María, mujer de espera y de oración, nos ayude a fortalecer nuestra esperanza en las promesas de su Hijo Jesús, para hacernos experimentar que, a través de las pruebas de la historia, Dios permanece fiel y se sirve de los errores humanos para manifestar su misericordia”. (Papa Francisco)