El pasado 31 de mayo, fiesta de la Visitación de María, nuestra comunidad parroquial vivió una jornada especialmente significativa. La asamblea no estaba dirigida únicamente a los representantes de grupo, sino que fue una convocatoria abierta a toda la comunidad: un espacio de encuentro para quienes sienten que forman parte viva de esta parroquia que camina.
Iniciamos la mañana con una oración comunitaria profundamente cuidada, preparada por distintos grupos de la parroquia. La dinámica, sencilla pero muy simbólica, nos invitó a expresar una palabra de gratitud y otra de esperanza, colocándolas en torno a Cristo, nuestra luz. El eco de la Palabra, las intercesiones, los cantos y el silencio compartido tejieron un clima de profunda comunión. Fue un momento orante que nos recordó que antes de hablar, la comunidad escucha. Y lo hace desde el corazón.
Tras el café fraterno, compartimos la evaluación general de la vida parroquial, guiados por tres preguntas que se habían enviado previamente y que muchos habían podido reflexionar con calma. Nuestro párroco nos invitó a compartir lo trabajado en los grupos: el inicio de la misión parroquial, de los aspectos positivos que reconocemos en los distintos ámbitos (sacramentos, celebraciones, comunicación, formación, vida solidaria…) y de ideas nuevas para seguir creciendo como comunidad. Todas las sugerencias recogidas serán valoradas y trabajadas en el próximo Consejo Parroquial.
Durante la asamblea también se ofrecieron algunas informaciones prácticas: el estado del proyecto misionero, la actualización de la página web, la posible salida conjunta al Jubileo con la parroquia de El Enebral el 18 de octubre, así como otros asuntos de funcionamiento (piso de Morales Antuñano, limpieza de la calefacción…).
Terminamos la mañana compartiendo la comida, como lo que somos: familia. Porque el Espíritu no solo actúa en los grandes discursos, sino en la manera en que nos sentamos juntos, nos escuchamos y nos cuidamos.
Que lo vivido ese día nos impulse a seguir construyendo comunidad con corazón creyente, manos disponibles y mirada abierta al paso de Dios entre nosotros.