Últimos días

Último día ya viendo santos y virtudes con Chiara Badano y la prudencia, empezando con la oración del día y encomendando todo a nuestra madre la Virgen María.

Después del desayuno que nos llenó de energía empezamos la catequesis viendo como Chiara luchó contra su enfermedad y siguió en el camino de la Fe y Esperanza utilizando la prudencia en todas sus decisiones.

Después de catequesis tocó preparar la gran velada de despedida, la fiesta!! Entre todos hicimos dibujos y decoración con cosas del campamento que nos habían gustado. Y terminamos con las dedicatorias entre nosotros que hacen que nos llevemos un pedacito de nuestros amigos.

Para cenar tuvimos una comida especial de fiesta: ¡hamburguesas y helado! Y rápidamente nos tuvimos que preparar para la fiesta poniéndonos los disfraces de Disney.

Ya en nuestra última velada, fuimos presentando nuestros bailes, teatros que habíamos preparado por la tarde y al terminar disfrutamos de la fiesta.

Tras esto nos fuimos a descansar con el corazón agradecido.

Hoy hemos ido de vuelta a casa, con muchas ganas de ver a nuestros padres pero a la vez con tristeza porque se acaba el campamento.

Celebramos misa con la comunidad y después celebramos los frutos del campamento con la entrega de diplomas y de regalitos.

Todos estamos tan contentos como cansados y listos para otro año más de campamento de postcomunión en la parroquia de la Santísima Trinidad de Villalba.

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Día 7: Domingo Savio – Caridad

Séptimo día en El Colladito, y la alegría sigue intacta. El amanecer nos encuentra reunidos una vez más en el oratorio, con el corazón centrado en el Señor y con el deseo de seguir creciendo por dentro. Hoy nos acompaña Domingo Savio, un joven santo que supo vivir con intensidad la virtud de la caridad. En él descubrimos que el amor no se improvisa, se elige, se cuida, se entrega con delicadeza y con fuerza.

Después de la oración, como cada día, estiramos el cuerpo al ritmo de la música y las voces alegres que van despertando el campamento. Ya es costumbre empezar así, moviéndonos con ganas, para que el día arranque con energía compartida. El desayuno fue abundante, bien recibido y muy comentado, porque sabíamos que el día venía lleno.

La catequesis de la mañana nos centró en lo esencial: las obras de misericordia, la caridad hecha gesto. Hablamos de cómo cada acto de amor construye el Reino de Dios. Se compartieron ejemplos sencillos, cercanos, vividos, que nos ayudaron a entender que amar no siempre es fácil, pero sí es posible cuando se hace con verdad.

Después de la catequesis, salimos hacia la piscina. El calor apretaba y el plan no podía ser mejor. Chapuzones, juegos, momentos de descanso bajo el sol, conversaciones que fluyen con naturalidad entre risas y carreras. Almorzamos allí mismo, con helado incluido, y fue uno de esos ratos que quedan como recuerdo sin necesidad de decir demasiado.

Por la tarde, al volver a casa, hicimos un taller que dejó huella. Cada uno escribió una carta a una persona querida que ya está en el cielo. Fue una manera de vivir con hondura la obra de misericordia que nos invita a enterrar a los difuntos, no solo con el cuerpo, sino también con el alma. Las cartas fueron personales, sinceras, sin fórmulas. Palabras que nacen de lo vivido, de lo agradecido, de lo que aún duele o acompaña.

La Santa Misa fue el momento central del final del día. El grupo entero participó con una actitud que mereció ser destacada. El Padre Apolinar, en la oración de la noche, nos pidió que transmitiéramos a las familias el testimonio de respeto y recogimiento que mostraron todos durante la celebración. Fue un gesto hermoso que no se improvisa. Sale de dentro.

Y como broche, llegó la velada del terror. Con todo lo que eso implica: ambientación cuidada, pruebas, sustos, algún grito, muchas risas, carreras y emociones compartidas. Cerramos la jornada cansados pero alegres, como quien sabe que ha vivido bien, en grupo, en clave de campamento, con cada parte del día tejida con cariño.

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Día 6: Santa María Goretti

Sexto día en El Colladito, y cada cosa empieza a vivirse con un eco más hondo, como si ya estuviéramos caminando por dentro del final, no con tristeza, sino con gratitud serena. Volvimos a empezar el día en el oratorio, como cada mañana, en esa cita silenciosa con Dios que da sentido a todo lo demás. Esta vez acompañados por la figura de Santa María Goretti, pequeña en edad pero inmensa en pureza, testimonio limpio de templanza y fortaleza unidas en lo profundo. Hablamos de ella, la invocamos, nos dejamos tocar por su ejemplo callado, y pedimos al Señor que también en nosotros la virtud de la templanza sea fuerza discreta, firmeza en el alma, equilibrio para vivir desde el centro.

Después de la oración, como ya se ha vuelto costumbre, salimos a estirar el cuerpo, a respirar hondo, a dejar que la mañana nos encuentre despiertos por dentro y por fuera. Hicimos gimnasia entre risas y bostezos, y tras mover un poco el esqueleto, desayunamos con ese gusto sencillo que tiene el pan cuando se comparte con hambre de grupo, con hambre de vida, con hambre de seguir.

La catequesis de hoy fue de las que dejan huella. No porque se dijeran grandes frases, sino porque se tocó un tema que nos atraviesa a todos: la pureza del corazón, la templanza en una vida que a menudo tira de nosotros hacia extremos que nos desequilibran. No hablamos desde fuera, ni desde ideas prestadas, sino desde lo que vivimos, desde lo que cuesta elegir el bien, desde lo que significa sostenerse fiel cuando todo empuja. María Goretti no fue solo una historia lejana, fue espejo y pregunta: ¿desde dónde vivo yo? ¿Qué ordeno? ¿Qué cuido? ¿Qué entrego?

Y cuando aún resonaban esas preguntas, llegó el anuncio inesperado que encendió el comedor entero: por la tarde íbamos a disfrutar de las tirolinas. Solo con oírlo se desató una alegría contagiosa, esa que solo brota cuando lo bueno sorprende y se regala sin esperarlo. Así fue la tarde: tirolinas, escalada, tiro con arco, y esa energía limpia de quienes se atreven, se animan, se ayudan, se ríen sin forzar, se vencen por dentro en silencio mientras cruzan cuerdas o saltan vacíos. Fue una tarde de movimiento, pero también de conexión: con uno mismo, con los demás, con esa parte de nosotros que se atreve.

La cena nos reunió con el cansancio en el cuerpo y la alegría en el rostro, y nos preparó para el momento más profundo del día: la velada de adoración. Entramos al oratorio como quien entra descalzo, con una mezcla de respeto, deseo y necesidad. Jesús, expuesto en el Santísimo, nos esperaba. El Padre Luis nos acompañó en ese silencio, y fue precisamente el silencio lo que más habló. Cada uno, a su ritmo, dejó que el día se rindiera ante Él.

Terminamos el día como lo habíamos empezado, en manos del Señor, pero ahora con algo más dentro: la certeza de que el corazón solo descansa cuando se encuentra con la Verdad. Y con esa paz nos fuimos a dormir. Mañana aún queda campamento, pero hoy ya se ha quedado dentro para siempre.

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Día 5: San Esteban Protomártir – Fortaleza

Quinto día en El Colladito. Comenzamos, como cada mañana, en el oratorio, poniéndonos en manos del Señor. Allí descubrimos al santo y la virtud del día: San Esteban Protomártir, que con su vida nos muestra el verdadero rostro de la fortaleza. No una fuerza altiva ni agresiva, sino esa firmeza interior que sostiene la fe incluso cuando todo alrededor se desmorona. La fortaleza que no grita ni presume, pero no retrocede. La que no se impone, pero permanece. La que brota del corazón que se sabe enraizado en Dios.

Después de la oración, salimos a estirar el cuerpo. Ya se ha vuelto parte del ritmo del campamento: movernos, sacudir el sueño, reírnos juntos, dejar que el cuerpo se despierte mientras el alma sigue en marcha. El desayuno, una vez más, fue abundante y compartido, lleno de voces que ya forman parte del paisaje. Al terminar, volvimos a recoger el comedor entre todos, dejando todo listo y preparado para la comida. Porque también ahí, en lo pequeño, se aprende a vivir con orden, con cuidado y con sentido de comunidad.

Fue un día especial, marcado por la oportunidad de confesarnos. Por la mañana hicimos un examen de conciencia y un rato de desierto. Cada uno encontró su espacio, su tiempo, su forma. Silencio verdadero, de ese que no pesa, sino que deja espacio para lo que importa. Después celebramos la Eucaristía, presidida por Luis, Apolinar y Óscar, que subieron para acompañarnos y se quedaron a compartir también la comida con nosotros. Fue una misa serena, honda, vivida sin prisas, que dejó dentro una paz que no hacía falta explicar.

Por la tarde, los monitores retomaron el valor del día, ayudándonos a profundizar en la figura de San Esteban. A través de su testimonio comprendimos que la fortaleza cristiana no se basa en aguantar por aguantar, ni en resistir por orgullo, sino en confiar sin ceder al miedo, en permanecer sin endurecerse, en seguir creyendo cuando todo empuja a rendirse. Una fortaleza que no nace de uno mismo, sino de saberse sostenido.

Después llegó la gymkana de agua, que ya se ha convertido en un clásico. Lo dimos todo. Nos empapamos sin excepción, corrimos, gritamos, nos reímos como si el día no tuviera final. La alegría era tan contagiosa como el agua, y ese momento compartido volvió a recordarnos que el juego también une, que el cuerpo también reza cuando se ríe.

Por la noche tuvimos una velada especial por el pueblo. Recorrimos distintas paradas en grupo, descubriendo los «ingredientes» que hacen posible una fortaleza verdadera: la paciencia que sostiene cuando algo tarda, la constancia que no se rinde al cansancio, la capacidad de superarse sin compararse, la valentía de dar un paso cuando no hay garantías, la resistencia frente a las tentaciones pequeñas y grandes que cada uno conoce bien. Fue una dinámica sencilla, pero llena de contenido. Lo que parecía un juego terminó siendo una forma concreta de nombrar lo que ya habíamos empezado a vivir.

Y como siempre, cerramos el día en el oratorio. Volvimos a sentarnos en silencio, a ponernos en manos de Dios, a agradecer lo vivido sin necesidad de decirlo todo en voz alta. La jornada quedó ofrecida, el cansancio fue oración, y el descanso una respuesta. Mañana será un nuevo día. Y lo volveremos a empezar con Él.

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Día 4: San José – Justicia

El cuarto día del campamento en El Colladito empezó como cada jornada verdadera: en el oratorio, en manos del Señor. Allí nos dejamos abrazar por su presencia antes de que todo comenzara. En ese silencio temprano descubrimos al santo y la virtud del día: San José y la justicia. No la que juzga ni la que pesa, sino la que nace del corazón cuando uno sabe cuidar, proteger, entregar lo que hace falta sin pedir nada a cambio. San José nos miraba desde su lugar, silencioso como siempre, enseñándonos sin decir palabra.

Después de rezar, salimos a mover el cuerpo. Estiramos con ganas, sacudiendo el sueño, activando poco a poco el ritmo de un día que ya se anunciaba lleno. El desayuno estaba riquísimo, pero más aún lo fue compartirlo, como siempre, entre bromas y charlas. Y tras el desayuno, recogimos el comedor con la misma naturalidad de quien entiende que cuidar también es parte de la alegría.

Los monitores nos presentaron el valor del día con claridad. Hablamos de justicia, pero no con grandes definiciones, sino con la vida misma. Durante la catequesis comprendimos que ser justos es mirar bien, es escuchar con atención, es saber qué necesita el otro más allá de loque pide. Nos fuimos dando cuenta de que hay una forma de justicia que se parece mucho a la misericordia, y que Dios la vive con nosotros cada día.

Al terminar, hicimos un taller especial: escudos de madera, como los que quizá habría tallado el mismo San José en su taller de Nazaret. Cada uno fue dando forma al suyo, pintando, decorando, dejando en él algo personal, algo que hablaba de dentro. Fue un rato sereno, bonito, en el que también las manos rezaban sin darnos cuenta.

Después de comer llegó la parte más divertida del día: la gymkana de agua. No quedó nadie seco. Corrimos, reímos, nos empapamos y disfrutamos sin freno. Fue un momento de alegría libre, de esos que unen sin esfuerzo, que sueltan, que sanan.

Pero si la gymkana fue lo más divertido, lo más importante del día fue la Eucaristía, celebrada por el Padre Luis. Allí fuimos recogiendo los hilos de lo vivido: la fe con Abraham, la esperanza con Moisés, la justicia con San José. Cada día una palabra. Cada santo un espejo. Y en medio de todo, nosotros, en camino.

D. Luis se quedó a compartir la cena con nosotros, con esa cercanía sencilla que sabe estar sin imponerse. Luego tuvo que marcharse, justo antes de que comenzara la velada del furor. Y qué bien lo pasamos. Bailamos, gritamos, cantamos a todo pulmón las canciones que nos pusieron los monitores, dándolo todo en la competición, dejando la vergüenza lejos, celebrando juntos como si nada más importara.

Y al final, como al principio, volvimos al oratorio. En silencio, en paz, agradecidos. Le dimos gracias al Señor por los frutos del campamento, por lo visible y lo escondido, por todo lo que, sin darnos cuenta, se nos estaba quedando grabado dentro. Y entonces, sí: a dormir.

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Días 3: Moisés – Esperanza

Comienza un nuevo día en Collado Mediano, ya es el tercero y, nuevamente, nos ponemos en manos del Señor. Nos dirigimos todos a la capilla para hacer una oración, poniendo el día en manos de Dios y descubriendo la nueva virtud del día: la Esperanza de la mano del santo Moisés.

Con el corazón entregado al Señor, nos movemos un poquito para activarnos y seguir con energía. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que bailando?

Después de disfrutar de un suculento desayuno, recogemos el comedor por grupos de referencia.

Nos reunimos en la sala grande donde los monitores presentaron mediante un vídeo a Moisés con diferentes fragmentos de su vida que nos va a ayudar a conocer más sobre su vida. Después, nos fuimos a las catequesis para compartir y seguir aprendiendo sobre esta importante virtud.

Al terminar las catequesis, fuimos a la piscina que tenemos la suerte de tener en casa para refrescarnos un poco y divertirnos también.

Lo siguiente fue la parte más importante del día, la Eucaristía, que ofició el padre Óscar quedándose a comer.

Después del tiempo libre estuvimos aprendiendo más sobre los mandamientos y las tablas de la ley. Primero con una gymkana sobre cada uno de los diez mandamientos y luego con un taller donde tanto niños como monitores hicimos nuestras tablillas de piedra.

Finalmente acabamos con la velada de los santos, donde algunos de los más famosos como San Juan de la Cruz, San Francisco de Asís, María Magdalena o Santa María de la Cabeza nos ayudaron a averiguar quién fue el primer santo de la historia, San Dimas, el buen ladrón.

Terminamos el día como empezamos, en manos del Señor y ¡a dormir!

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Día 2: Abraham – Fe

El domingo 13 comenzamos el día en El Colladito de la mejor manera posible: poniéndonos en manos del Señor! Nos dirigimos todos a la capilla para hacer una oración en la que nos presentaron el santo y la virtud que íbamos a trabajar durante el día, en este caso Abraham y la Fe.

Tras la oración nos dirigimos a desayunar para reponer fuerzas y comenzar el día.

Tras difrutar de un riquísimo desayuno le tocó recoger a uno de los grupos de referencia y preparar el comedor para la comida.

A continuación vimos un video de Abraham todos juntos para conocer más su historia, nos dividimos por grupos de catequesis para trabajar junto a la historia de Abraham la Fe. Terminada la catequesis, nos preparamos rápido para ir todos juntos a la parroquia de Collado Mediano a celebrar la eucaristía junto a la comunidad, nos recibieron y cantamos para acompañar a los feligreses en la eucaristía.

Al terminar la eucaristía nos fuimos a la casa pero antes hicimos una parada para pasar un buen rato en el parque, jugando, hablando, riendo.

Al llegar a la casa nos esperaba una comida deliciosa: arroz con huevo frito, tomate y filete de lomo, preparada por nuestras maravillosas cocineras. Esta comida nos llenó de energía para el resto del día.

Después de comer tuvimos nuestro deseado tiempo libre para jugar y reir con los amigos.

En el taller y la actividad nos lo pasamos genial, aprendiendo sobre el viaje de Abraham hasta la tierra prometida haciendo nuestros propios mapas.

Tanto juego y correr nos dio hambre así que pasamos a la merienda, una fruta y un bocadillo.

Ya merendados estábamos listos para las duchas y cenar más tarde. Tras la cena tuvimos un momento de juegos y diversión para luego finalizar el día como lo empezamos, en manos de Dios, recordando todo lo que habíamos hecho y pidiendo por los frutos del campamento.

¡Seguimos con la aventura!

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Día 1

Hoy hemos comenzado el campamento parroquial con nuestros niños. ¡Ya solo decirlo emociona! Después de tanto preparar, de tantos nervios y tantas ganas, por fin ha empezado esta aventura que llevamos tiempo soñando.

El lema que nos acompaña estos días es claro, sencillo y profundo: Jesús, amigo que nunca falla, lo decimos como quien confía, como quien se lanza sabiendo que hay una mano que sostiene. La mañana empezó con una Eucaristía en nuestra parroquia. Fue un momento especial, nuestro párroco, nos envió en nombre de toda la comunidad, y ver a tantas familias acompañando fue el mejor comienzo que podíamos tener. Cantamos juntos la canción del campamento, y muchos la tarareaban ya al salir. Era como si el corazón entendiera antes que la cabeza lo que estábamos empezando a vivir.

Después vinieron las despedidas, y con ellas, la emoción. Mochilas al hombro, fotos, abrazos, y esa mezcla de nervios y alegría que solo se siente cuando algo importante está por empezar. Nos fuimos en tren hasta Collado Mediano. El viaje fue corto, pero sirvió para empezar a mirar alrededor, para descubrir con quién íbamos, para abrir el alma sin darnos cuenta.

Al llegar, nos instalamos en las habitaciones, con ese bullicio tan nuestro, entre risas, puertas que se abrían, camas por hacer y voces que se iban entrelazando. Comimos bocadillos sentados en círculo, como si llevaran días conociéndose. Fue bonito ver cómo, sin forzar nada, todo empezaba a fluir.

Por la tarde presentamos el campamento, nuestro lema, ‘Jesús, amigo que nunca falla’ explicamos qué haremos, cómo cuidarnos, cómo convivir, cómo hacer que esto sea mucho más que unos días fuera de casa. Repartimos los grupos de referencia, y cada uno empezó a encontrar su sitio. Merendamos, nos duchamos, y después, con los juegos, llegaron las carcajadas. Había ganas de disfrutar, de dejarse llevar, de empezar de verdad.

La cena fue tranquila. Cada grupo compartió mesa y conversación, y ya se notaba un clima distinto, como si todo empezara a encajar. En la velada nos presentamos oficialmente: nombre del grupo, lema, canción. Lo preparamos con cariño, con ilusión. Fue un momento sencillo, pero lleno de verdad.

Finalmente, nos fuimos a dormir, con el corazón lleno de gratitud y el cuerpo dispuesto a descansar, para así reunir fuerzas para el emocionante día siguiente. Que este campamento siga siendo una oportunidad para fortalecer nuestra fe, crear lazos de amistad y sentir siempre que Jesús, es el amigo que nunca falla.

Gracias a quienes hacéis posible que esto sea real. Seguiremos contando lo que vivimos, porque lo que estamos viviendo merece ser contado. Jesús está con nosotros. Y sí, es verdad: es el amigo que nunca falla.

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