Avisos

La celebración de la Pascua: renovación y resurrección

Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial

Los martes del curso 2024-2025, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día: La celebración de la Pascua: renovación y resurrección

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Lo vivido en este Triduo Pascual: entre la hondura del misterio y la alegría compartida

Hay momentos en la vida de una comunidad que no se olvidan, porque algo en ellos nos toca por dentro y nos transforma. Así ha sido este Triduo Pascual. No como un simple recuerdo, sino como una vivencia compartida que nos ha envuelto a todos en un mismo latido, en una misma esperanza, en un mismo deseo de dejarnos tocar por el Amor que se entrega, que sostiene y que renueva.

El Jueves Santo comenzó con la oración de Laudes, ese primer aliento que nos abrió a lo que vendría. Por la tarde, en la Cena del Señor, algo se hizo muy cercano: la fragilidad de unos pies descalzos, el pan partido, la mirada entregada. Allí, el gesto sencillo del lavatorio nos habló más que muchas palabras. Nos recordó que estamos llamados a servir desde lo concreto, desde lo cotidiano, desde la ternura. La Hora Santa nos sostuvo después en el silencio, en la intimidad, en ese estar con Él sin prisas. Y fue un regalo recibir al Cristo del Buen Camino que, en su recorrido, se detuvo un año más ante nuestra parroquia. Fue como si nos dijera: “Estoy con vosotros. No os dejo solos”.

El Viernes Santo amaneció con los Laudes, como un suspiro que subía entre la pena y la espera. Aunque el pronóstico de lluvia no permitió tener el Via crucis desde El Enebral, lo realizamos en nuestro templo y tuvo una fuerza especial. No hizo falta paisaje, porque el verdadero camino se abrió dentro de nosotros. Cada estación fue un paso hacia lo hondo, hacia esa cruz que también llevamos en la espalda, pero que ya no pesa igual cuando se comparte. La celebración de la Pasión del Señor nos unió en el dolor, sí, pero sobre todo en la certeza de que no hay herida que no pueda ser abrazada. La oración ante la Cruz nos permitió reposar ahí, dejar caer las cargas, y mirar con confianza. El P. Luis nos ayudaba a vivir cada día con ese mensaje diario que nos llegaba al grupo de WhatsApp como un soplo de aliento.

El Sábado Santo nos encontró otra vez en los Laudes, en ese silencio denso que prepara el corazón. Y cuando llegó la noche, con la Vigilia Pascual a las 21:30h, algo nuevo se encendió. Las familias llenaban los bancos, los niños miraban atentos, y todos, en esa hora sagrada, sentimos que la vida vencía. No como idea, sino como certeza vivida. Porque Él ha resucitado, y con Él, también nosotros.

Queremos agradecer al P. Luis, al P. Apolinar y al P. Yoelby, por su presencia cercana, su palabra serena, su forma de estar entre nosotros. Entre ellos se respira buen clima, y eso también se nota, se agradece, se contagia. Gracias a quienes han preparado cada rincón, a quienes han cuidado los detalles, a quienes han hecho posible que todo saliera adelante.

Nos queda ahora el eco de estos días. No como algo que termina, sino como una semilla que sigue latiendo. Porque la Pascua empieza dentro. Y desde ahí, todo se ilumina.

Puedes ver algunas fotos de estos días haciendo click en la siguiente imagen:

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Domingo de Resurrección

Orar con la Palabra – Jn 20, 1-9

Compartimos la oración de nuestro párroco: ‘Orar con la Palabra’

Cada Domingo, nuestro párroco, comparte con nosotros una oración espontánea que surge desde lo que la Palabra de Dios le inspira; la compartimos por si deseas aprovecharla para tu oración.

El evangelio de hoy Domingo de Resurrección es Jn 20, 1-9

También os compartimos una reflexión, que nos podría ayudar a continuar orando con el Evangelio de hoy, y que podrás encontrar en la Hoja Dominical del Domingo de Resurrección

Ver todas las oraciones

 

 

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Domingo de Resurrección – ¡Cristo Vive!

Os deseo ¡Feliz Pascua de Resurrección!

En este gran día, que da sentido a nuestra fe, renovamos la esperanza en nuestros corazones.

“Señor, quiero experimentar el poder de tu resurrección” (Flp 3,10)

¡Qué gozo más grande cuando lo que esperábamos se hace realidad! ¡Cristo vive!

Esta Noche Santa es la renovación radical de toda esperanza en nuestras vidas.
Como decía san Pablo: “si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe” (1 Cor 15,14).

Y como san Pablo, repitamos también el desafío hecho a Jesús: atrevámonos a la aventura de querer experimentar esa fuerza de la resurrección en nosotros.

“¿Quién moverá la piedra?” (Mc 16,3)

Miremos hoy con esperanza que la piedra de nuestros sepulcros puede ser movida, no por nuestras fuerzas, sino por la del Señor y por la comunidad que nos rodea.

Que la alegría se dibuje en nuestros rostros, que sepamos comunicar, en nuestras familias y entre nuestros amigos, tan gran noticia.

“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?” (Lc 24,5)
En nuestra vida, las búsquedas por ser feliz, por tener paz, por sentirnos valiosos, por “ser alguien”, por tener cosas, casas, títulos… han tenido recorridos y puertos no siempre certeros.

Como decía san Agustín:

“Y pensar que, en todas esas cosas, a quien te buscaba realmente era a Ti, mi Señor.”

Buscamos fuera lo que en realidad está dentro de nosotros:

“El Reino de Dios está dentro de ti” (Lc 17,20-21).

Como aquella mujer que perdió la moneda (Lc 15,8-10) y la buscaba con desazón por la casa, cuando la encontró hizo una fiesta.

A veces pasamos la mitad de la vida buscando la moneda donde no está, y la segunda mitad se torna en una tarea espiritual: buscarla donde sí está, en Jesús, dentro de nosotros.

Por tanto, en esta Pascua de Resurrección, no busquemos entre los muertos al que vive.

Mira dentro de ti y encontrarás signos de vida que te harán exultar en ¡alabanza y gozo!

P. Luis Murillo

 

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Sábado Santo – El silencio que sostiene

“Es bueno esperar en silencio la salvación de nuestro Dios” (Lm 3,25)

Solo quien sabe esperar, saborea la alegría de la Gran Promesa.
Hoy es un día de silencio interior, de silencio en el corazón. Un silencio sonoro, cargado de sentido, que nos remite a la espera de la Vida.
¡Cuánta falta nos hace guardar silencio mientras esperamos!

Acallar la mente que nos aturde con sus silbidos de malos presagios.

Acallar la mente que nos desanima con pensamientos tristes.

Acallar la mente que a veces imagina escenarios desoladores.

Hoy es día de esperar, de confiar, de atender los atisbos de vida que, como renuevos, brotan a nuestro alrededor.

En este silencio, acompañemos a María, la Madre. Ella supo muy bien lo que era guardar todas las cosas en su corazón. Nadie más que ella esperaba, en la hondura de su alma, el Gran Día de la Resurrección.

María, Madre de la esperanza, del consuelo, del corazón traspasado.
Madre de la confianza. Mujer nueva que apostó por el proyecto de su Hijo, y sabía muy bien que no quedaría defraudada.

Madre, enséñanos a no desesperar, a fiarnos de Él cada minuto de nuestra vida.
No permitas que el pesimismo se apodere de nosotros.

Levanta nuestra mirada, no ya hacia el Calvario, sino hacia el horizonte que promete el Sol que nace de lo alto.

Gracias, María, mujer silenciosa, discípula de Jesús.

P. Luis Murillo

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Viernes Santo – Amor sin medida

Ante la muerte se guarda silencio, respeto y dolor. También agradecimiento por tanto amor en la cruz. En aquella cruz se abrieron los brazos para decirnos cuánto nos ama, cuánto valemos, cuánto estaba dispuesto a darnos con tal que entendiéramos en nuestro corazón que hay un mundo diferente, y que luchar por él vale la pena.

Hoy la Iglesia calla. No celebra la Eucaristía. Solo contempla. Acompaña. Adora. Solo se escucha el latido del Amor que no se guardó nada.

Ante esa cruz, hoy, como aquel buen ladrón, quizás nuestros reinos se han venido abajo, todo aquello que planificamos en la vida. Y por eso, resuena su súplica: “Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino”.

Sí, nuestros reinos quizás han fracasado, los planes no salieron como lo teníamos pensado, construimos castillos y sueños que quedaron en poco o nada. Es hora de pedir que sea su Reino, que no tiene fin, el que se construya en nosotros. No pongamos nuestra mirada en lo efímero, sino en lo que permanece, como lo es su Amor.

“Mirarán al que traspasaron”, profetizó Isaías. Que nuestra mirada se pose sobre los traspasados por la injusticia, por la pobreza, por la soledad, por la enfermedad, por todo aquello que da muerte a nuestro alrededor. Pero que sea una mirada esperanzada, porque la resurrección es el horizonte. No tengamos una mirada con lamento, sino con esperanza, que es el ancla de la fe.

Hoy nos postramos ante la cruz, no por amor al sufrimiento, sino por amor a Aquel que en ella nos amó hasta el extremo.

Anunciemos el amor que Dios nos ha tenido en la cruz, y seamos de los que, cada día, abramos los brazos para compartirlo con quien lo necesite.

P. Luis Murillo

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Jueves Santo – Día del Amor Fraterno

En este día del “Amor Fraterno” celebramos la mesa común de la que participamos los cristianos. Mesa de la ternura de Dios hecho Eucaristía. Como decía san Francisco: “lo que más me asombra no es que el pan se convierta en Jesús, sino que Jesús se haga pan”. Jesús se hace sencillo, cotidiano, accesible a todos. Es el banquete de la acción de gracias por antonomasia.

Jesús nos deja tres gestos que hablan de su amor sin medida: parte el pan y se da, se arrodilla para lavar los pies, y reza con lágrimas ante el Padre. Así nos muestra que amar es entregarse, servir y permanecer.

Dejar también que Jesús nos lave los pies. Pies que han recorrido sitios que nos alejaron de Él, pies que nos llevaron a lugares de los que venimos de regreso con el cansancio cotidiano, pies que narran caminos de búsqueda de éxitos y senderos donde, sin querer, nos hemos perdido. Pies cansados por servir a los demás con amor y cariño. Pies que marcan decisiones vitales más o menos acertadas. Dejemos que Jesús renueve nuestros andares por la vida.

Era la Pascua judía, día de la liberación. Para nosotros, los cristianos, es la liberación de toda atadura que nos impide ser hermanos, que nos impide adorar a un mismo Dios hecho Eucaristía. También es el día del sacerdocio ministerial, instituido por Jesucristo. Un día para dar gracias y pedir por los sacerdotes de todo el mundo, especialmente por aquellos que acompañan, sirven y entregan su vida silenciosamente.

Finalmente, el Huerto de Getsemaní se nos hace presencia. Acompañamos a Jesús en su dolor de aquella noche. Hoy también le acompañamos en las noches de dolor de tantas personas solas, enfermas, angustiadas por la vida. Que nuestra oración de esta noche sea consuelo para quienes, como Él, atraviesan la oscuridad.

Que, al terminar este día, nuestros pies estén más ligeros para servir, nuestras manos más abiertas para acoger, y nuestro corazón más dispuesto a amar como Él nos ama.

P. Luis Murillo

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Pre Pascua de Confirmación 2025

El lunes 14 de abril, vivimos una intensa y profunda jornada de Pre Pascua junto al grupo de Confirmación, compartiendo momentos de reflexión, oración y celebración en comunidad, acompañando a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección.

Comenzamos recordando el Domingo de Ramos, agitando nuestras palmas con alegría para recibir a Jesús, el Rey humilde que entra en Jerusalén con sencillez. Esta fue nuestra manera de abrir el corazón a lo que vendría, con júbilo, pero también con disposición a profundizar. Reflexionar sobre nuestra inconsistencia, sobre cómo nos dejamos llevar por la presión del grupo y por las circunstancias. Nos preguntamos sobre nuestra coherencia en lo que creemos o si cambiamos según nos conviene. Y terminamos comprometiéndonos a recibir a Jesús en nuestras vidas con hechos concretos.

Entramos luego en el desierto del Jueves Santo, donde hacemos un recorrido sobre los distintos tipos de amor, descubriendo que el amor de Dios es infinito, incondicional y verdadero. En ese silencio interior, fuimos reconociendo cómo ese amor transforma nuestras vidas. Recordábamos ese amor primero de nuestros padres, que tanto tenemos que agradecer. Para pasar al amor sin condiciones de Dios, ese amor que se da sin recibir nada a cambio. Y el amor comprometido, el amor que está dispuesto a arrodillarse y a lavar los pies de los demás. Para terminar con el amor que conmemoramos cada día en la eucaristía, ese amor del que da la vida por todos nosotros y poder decir todos juntos “Nada podrá separarme de tu amor”.

Vivimos un examen de conciencia, en silencio, buscando en nuestro interior en nuestra relación con Dios, con nosotros mismos y con los demás, las veces que nos hemos equivocado, sabiendo que Jesús lo que quiere por encima de todo es perdonarnos, porque nos quiere felices y el pecado nos aleja de esa felicidad. Nos acercamos al sacramento de la Reconciliación, dejando a los pies de la cruz esas cargas que no nos permiten avanzar. En ese gesto, acompañamos a Jesús en su Vía Crucis, sintiendo en lo profundo su entrega total por amor.

Después, en el silencio del Sábado Santo, nos unimos al dolor y a la soledad de María, su Madre. Rezamos el rosario con gratitud, sabiendo que, en el momento más oscuro, Dios nos la regaló como Madre para siempre.

Finalmente, llegó la gran celebración: la Vigilia Pascual, la fiesta de las fiestas. Celebramos con gozo la Resurrección de Jesús, dejándonos iluminar por la luz nueva, escuchando con el corazón la Palabra, renovando nuestro bautismo con el agua, y alimentándonos con la Eucaristía, signo de vida nueva.

Terminamos este día especial con una Eucaristía en familia, compartida con nuestras familias, sintiendo que la fe se vive y se fortalece en comunidad.

Damos gracias a los sacerdotes que nos han acompañado en esta Pre Pascua, a las Hijas de la Caridad por acogernos como siempre con tanto cariño y estar pendientes de nosotros, a todos los del grupo de confirmación, catequistas y familias por hacer comunidad, por recorrer juntos este camino de Fe.

Damos gracias a Dios por cada momento compartido, por cada gesto, palabra, silencio y sonrisa que hicieron de esta Pre Pascua una verdadera experiencia de encuentro con Jesús Vivo.

Puedes acceder a algunas fotos haciendo clic en la imagen:

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Semana Santa: cuando la esperanza se hace carne

Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial

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Lunes, martes y miércoles santos: pasos callados hacia la entrega

Hay caminos que no se recorren deprisa. Hay días que no se entienden con la razón, sino con el corazón. Al llegar al umbral del Triduo Pascual, la liturgia nos invita a entrar descalzos, con la mirada atenta y el alma dispuesta. Son días de quietud interior, donde todo parece hablar más bajo para que algo profundo en nosotros pueda despertar.

Lunes, martes y miércoles santo no son un simple paso previo hacia lo grande, sino un tiempo en el que Dios se revela en lo pequeño, en lo cotidiano, en lo que parece secundario. Son días en los que se derrama un perfume, se comparte una mesa, se parte un pan. Días en los que el Evangelio se vuelve casa, se hace gesto, se queda.

Una casa que huele a ternura

Hay gestos que no se olvidan. María rompe el frasco de perfume y unge los pies de Jesús con una delicadeza que no se explica, solo se contempla. No hay palabras largas, solo una presencia que se vuelca sin medida. El perfume inunda la casa, como si la ternura pudiera respirarse. A veces, la fe se expresa así: en actos que no buscan ser comprendidos, solo amados. Cada lunes santo, este Evangelio nos susurra al oído que el amor no siempre es útil, pero siempre es fecundo. Nos invita a detenernos, a mirar lo que nos mueve por dentro, a preguntarnos qué fragancia dejamos a nuestro paso. Tal vez hemos olvidado que el corazón también necesita un hogar donde ser acogido, donde pueda derramarse sin miedo.

Miradas que conocen la herida

El martes santo se abre con una mesa compartida y un silencio espeso. Jesús habla de traición, pero no desde la sospecha, sino desde una compasión que ya ha llorado por dentro. No hay acusación en su voz, solo una hondura que reconoce la fragilidad humana. Pedro quiere adelantarse, quiere prometer, asegurar, mantenerse fuerte. Y Jesús lo mira con ternura: “Antes de que cante el gallo…”. Cuántas veces prometemos fidelidad sin medir el temblor de nuestras propias palabras. Este Evangelio nos abraza tal como somos, sin disfraces ni exigencias. Nos recuerda que Jesús no espera perfección, sino verdad. Que no se escandaliza de nuestras sombras, porque ya ha decidido amarnos desde dentro.

Manos que ofrecen el pan de la libertad

En el miércoles santo, las palabras de Mateo nos colocan de nuevo frente a la mesa. Judas vende a Jesús por unas monedas, pero la escena no se congela en la traición. El Maestro sigue partiendo el pan, sigue extendiendo la mano. Cada uno de nosotros ha estado ahí alguna vez, tanteando caminos que prometen y no sostienen. Sin embargo, en esa mesa sigue habiendo sitio. No se nos excluye del banquete aunque hayamos fallado, porque la Pascua comienza justo ahí, en medio de lo incompleto. Este día nos enseña que el amor no se retira, incluso cuando duele. Que la entrega no se negocia, porque nace del deseo profundo de que todos tengan vida.

Un paso más…

Estos tres días abren el corazón al Triduo como quien cruza un umbral sagrado. No se trata de entenderlo todo, sino de dejarse tocar por lo que sucede. El perfume, las miradas, el pan compartido… todo nos prepara para vivir el amor que se queda cuando otros se van. Porque el Evangelio no se explica: se experimenta. Y en este camino, no caminamos solos.

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