Avisos Evangelización

Memoria de San Juan XXIII y 60º aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II

El martes, 11 de octubre, el Papa Francisco ha celebrado una misa en honor a San Juan XXIII, quien convocó al Concilio Ecuménico Vaticano II y presidió su sesión de apertura el 11 de octubre de 1962.

“Pedro, ¿me amas? Apacienta mis ovejas”. Sobre estas palabras de Jesús, recogidas en el evangelio de Juan (21,15), el papa Francisco ha construido su homilía durante la celebración por el 60 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II.

Una pregunta, “¿Me amas?”, que, tal como ha señalado el Papa, Cristo sigue haciendo a día de hoy a su Iglesia. “El estilo de Jesús no es tanto el de dar respuestas, como el de hacer preguntas, preguntas que interpelan la vida”. Y el Señor, que “habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos”, sigue repitiendo –”y seguirá siempre”– esta pregunta a su Iglesia.

“El Concilio Vaticano II fue una gran respuesta a esa pregunta”, ha señalado Francisco. De hecho, únicamente para “reavivar su amor”, la Iglesia, por primera vez en la historia, “dedicó un Concilio a interrogarse sobre sí misma, a reflexionar sobre su propia naturaleza y su propia misión”. “Y se redescubrió como misterio de gracia generado por el amor, se redescubrió como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, templo vivo del Espíritu Santo”. 

Os invitamos a leer la homilia del Papa Francisco y redescubrir el Concilio Vaticano II como la oportunidad de “dar la primacía a Dios, a lo esencial, a una Iglesia que esté loca de amor por su Señor y por todos los hombres que Él ama, a una Iglesia que sea rica de Jesús y pobre de medios, a una Iglesia que sea libre y liberadora”. 

El Concilio marca una nueva hoja de ruta a la Iglesia: “la hace volver, como Pedro en el Evangelio, a Galilea, a las fuentes del primer amor, para redescubrir en sus pobrezas la santidad de Dios, para volver a encontrar en la mirada del Señor crucificado y resucitado la alegría perdida, para concentrarse en Jesús”.

El texto de la homilia del Santo Padre se pude leer aquí ⏩ 60 ANIVERSARIO DE LA APERTURA DEL CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II SANTA MISA HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISC

Te damos gracias, Señor, por el don del Concilio.

Tú que nos amas, líbranos de la presunción de la autosuficiencia y del espíritu de la crítica mundana.

Líbranos de la autoexclusión de la unidad.

Tú, que nos apacientas con ternura, condúcenos fuera de los recintos de la autorreferencialidad.

Tú, que nos quieres una grey unida, líbranos del engaño diabólico de las polarizaciones, de los “ismos”.

Y nosotros, tu Iglesia, con Pedro y como Pedro te decimos: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amamos” (cf. Jn21,17).

 

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A favor de la dignidad e igualdad de toda vida humana

Los Obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida han publicado una nota ante la nueva Ley sobre salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo y ante la Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI.

A favor de la dignidad e igualdad de toda vida humana

La Iglesia tiene la misión en este mundo de defender y mostrar la dignidad de cada persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y de alzar la voz proféticamente cuando esta dignidad se ve amenazada de distintas maneras.

En los últimos meses, se han incoado iniciativas legislativas que, lejos de promover el bien de la persona y su dignidad, atentan gravemente contra la misma. Es por ello que queremos invitar a los miembros del Pueblo de Dios y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a reflexionar sobre estos asuntos.

En primer lugar, mostramos nuestra preocupación y nuestro rechazo ante la aprobación de la nueva ley del aborto. Varios son los aspectos reprobables de esta ley entre los que podemos destacar los siguientes: promulgar el aborto como un derecho, el atentado a la igualdad que supone permitir el aborto de los discapacitados hasta los cinco meses y medio, la posibilidad de que las chicas de 16 y 17 años puedan abortar sin el consentimiento de sus padres, la obligatoriedad de que los médicos que rechacen realizar abortos tengan que inscribirse en un registro de objetores de conciencia o la eliminación del período de reflexión antes de abortar y de la información sobre alternativas al aborto.

En segundo lugar, expresamos nuestra inquietud por la posible aprobación de la Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI que contiene en su articulado elementos realmente preocupantes de imposición de la teoría queer, teoría que cuestiona radicalmente la identidad sexual de las personas, en todos los ámbitos de la vida personal, familiar y social, estableciendo e imponiendo arbitrariamente una única concepción antropológica.

Durante su pontificado el Papa Francisco ha hablado, en numerosas ocasiones y siempre en tono sumamente crítico, de la denominada “ideología de género” llegándola a considerar uno de los mayores atentados de nuestros días contra la dignidad humana y, tal vez, la mayor amenaza existente contra la familia. Dicha ideología de género es el fundamento de esta nueva ley de la transexualidad.

Ante este horizonte de colonización ideológica queremos recordar la antropología adecuada que nos muestra que la persona es la unión de cuerpo y alma, siendo el cuerpo un bien de la creación y expresión de la persona. Desde este fundamento sólido expresamos lo siguiente:

1. Son muchos los testimonios de familias, madres, jóvenes y adolescentes que han sufrido las consecuencias que produce la llamada teoría queer o teoría del gender. A todos ellos queremos mostrar nuestro apoyo y ayuda y tenderles la mano para iluminar la perversión de una legislación ideológica.

2. Es preocupante la implicación directa de la Administración y de los poderes públicos en la promoción de los postulados de la ideología de género. Un estado democrático no puede imponer una peculiar y reducida visión antropológica en todos los ámbitos: educativo, jurídico, sanitario, laboral, en los medios de comunicación, en la cultura, el deporte y el ocio.

3. Es llamativo que se haya incrementado considerablemente el número de adolescentes que piden cambiar de sexo sin presentar una auténtica disforia de género, sino como manifestación de inestabilidades afectivas propias de esa edad. Todos los estudios científicos coinciden en que más del 70% de los niños que piden cambiar de sexo, cuando pasan la adolescencia, no siguen pidiendo el cambio.

4. La despatologización de la transexualidad se identifica con favorecer una intervención médica, pero sin criterios médicos, sino con criterios subjetivos del paciente. Despatologizar significaría poder solicitar y aplicar tratamiento médico e incluso quirúrgico de forma arbitraria, obligando al personal sanitario a obedecer los deseos de los pacientes, aunque ello conlleve graves riesgos para la persona. Estamos ante un ejemplo claro de irracional dogmatismo ideológico.

5. Se regula por ley que la transexualidad es fruto de una elección de la identidad de género, evitando que la ciencia, a través de la medicina, estudie y determine el tratamiento más aconsejable. Podemos decir, por tanto, que se niega la posibilidad de tratamiento psicosexual e incluso la necesidad de obtener un diagnóstico de las personas con trastorno de identidad de género, confundiendo el diagnóstico médico con un intento de anulación de la personalidad.

6. No se puede decir que la reasignación de sexo hormonal y quirúrgico soluciona los problemas que conlleva los trastornos de disforia. Son muchos los testimonios de personas que se han sometido a la reasignación y no han visto solucionado su situación. Igualmente hay que valorar bien los tratamientos y explicar las secuelas, los efectos secundarios y las complicaciones de los mismos.

7. La comunidad cristiana y, en particular, los pastores debemos desarrollar, siempre, sentimientos de acogida hacia las personas con disforia de género, a quienes les asiste el derecho a ser respetados y a ser tratados con los medios lícitos puestos a disposición por la medicina para conseguir el nivel de salud física, psíquica y relacional más alto y satisfactorio que sea posible, en los límites de su condición y en el respeto pleno de la verdad y de la dignidad humana.

8. Los fieles que se encuentran en esta situación son hijos amados del Padre, y como cualquier otro fiel se han convertido, a través del bautismo, en herederos de la vida eterna. Ellos están llamados por Jesucristo a la santidad y a realizar, animados por el Espíritu Santo la voluntad de Dios en sus vidas, uniendo al sacrificio de la cruz los sufrimientos y las dificultades que puedan experimentar a causa de su condición.

9. Hay que alzar la voz con fuerza y denunciar el uso de tratamientos prematuros e irreversibles aún más cuando no se está seguro de la existencia de una auténtica Disforia de Género. Las actuaciones médicas que se lleven a cabo en los menores, después de una serena reflexión, nunca deben ser de carácter irreversible dada la incertidumbre sobre los cambios que pueden darse en el desarrollo de la personalidad durante las fases de la pubertad y la adolescencia.

10. Hay que respetar la libertad de conciencia y de ciencia a todos los profesionales de los diversos ámbitos de la vida social sin condicionar el desempeño profesional en libertad. Nos preocupa que se quiera imponer un adoctrinamiento que condicione el desempeño profesional en el campo educativo, sanitario, función pública, judicatura, cultura, medios de comunicación.

La Iglesia es una Madre que quiere salir al encuentro de las mujeres en riesgo de abortar porque se encuentran solas y sin recursos, de las mujeres que han abortado y padecen las consecuencias de esta decisión. La Iglesia también acoge en su seno a las personas que sufren por su disforia de género y a las familias de los niños y adolescentes que experimentan confusión en su identidad y necesitan acompañamiento.

Pidamos a Santa María, Madre de la Vida y Reina de la Familia, que interceda por nosotros para que nos dé creatividad para instaurar la tan necesaria cultura de la vida y caridad para atender a las personas que permanecen heridas al borde del camino.

Nota de Familia y Defensa de la Vida «A favor de la dignidad e igualdad de toda vida humana»

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Esta semana os recordamos..

El martes día 17, a las 19:45 h, sigue el curso de formación de adultos con el estudio del Evangelio de san Lucas.

El domingo 22 de mayo, en la Pascua del enfermo, celebraremos la Unción de Enfermos en la misa de las 11:00 h. Podéis inscribiros en la sacristía o en el despacho para recibir este Sacramento.

 

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Celebraciones de la Semana Santa

Entramos en la Semana Santa. Durante estos días vamos a acompañar al Señor en sus últimos momentos en la tierra, y asistir a su entrega generosa por la salvación de toda la humanidad.

Los actos programados para esta semana nos facilitarán unirnos más al Señor en su Pasión, Muerte y Resurrección.

Os animamos a celebrar y participar con amor y devoción de estos santos días.

Os compartimos el horario de las celebraciones de nuestra parroquia para que viváis estos días en comunidad.

Para ver el horario completo haz cilck en la imagen ⬇⬇⬇

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A las Puertas de la Semana Santa

Compartimos la reflexión del párroco D. José María.

Vamos a entrar en la celebración de los misterios de la pasión y muerte del Señor donde experimentaremos lo que significa que Dios nos quiere vivos, lo que significa la misericordia y el perdón de Dios.

Es una semana donde se “condensan” los misterios de nuestra fe en el Misterio Pascual, es decir, la muerte y resurrección de Jesús. Pero corremos un peligro: repetir la liturgia que la Iglesia tiene tan bien diseñada, haciéndola con la mayor solemnidad posible y, sin embargo, finalizando dichas celebraciones sin haber modificado absolutamente nada de nuestra vida.

Por eso estamos invitados a contemplar con el corazón cómo vivió Jesús sus últimas horas, cuál fue su actitud en el momento de la muerte. Los evangelios no se detienen a analizar sus sentimientos. Sencillamente recuerdan que Jesús murió como había vivido. Lucas, por ejemplo, ha querido destacar la bondad de Jesús hasta el final, su cercanía a los que sufren y su capacidad de perdonar. Según su relato, Jesús murió amando.

En medio del gentío que observa el paso de los condenados camino de la cruz, unas mujeres se acercan a Jesús llorando. No pueden verlo sufrir así. Jesús «se vuelve hacia ellas» y las mira con la misma ternura con que las había mirado siempre: «No lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos». Así marcha Jesús hacia la cruz: pensando más en aquellas pobres madres que en su propio sufrimiento.

Faltan pocas horas para el final. Desde la cruz solo se escuchan los insultos de algunos y los gritos de dolor de los ajusticiados. De pronto, uno de ellos se dirige a Jesús: «Acuérdate de mí». Su respuesta es inmediata: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso». Siempre ha hecho lo mismo: quitar miedos, infundir confianza en Dios, contagiar esperanza. Así lo sigue haciendo hasta el final.

El momento de la crucifixión es inolvidable. Mientras los soldados lo van clavando en el madero, Jesús dice: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que están haciendo». Así es Jesús. Así ha vivido siempre: ofreciendo a los pecadores el perdón del Padre, sin que se lo merezcan. Según Lucas, Jesús muere pidiendo al Padre que siga bendiciendo a los que lo crucifican, que siga ofreciendo su amor, su perdón y su paz a todos, incluso a los que lo están matando.

No es extraño que Pablo de Tarso invite a los cristianos de Corinto a que descubran el misterio que se encierra en el Crucificado: «En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres». Así está Dios en la cruz: no acusándonos de nuestros pecados, sino ofreciéndonos su perdón.

Contemplemos, acompañemos, dejemos que el Misterio de que celebramos cambie nuestras vidas y nos llenemos de fe, amor y esperanza en esta Pascua.

Unidos en el Señor,
José Mª Crespo

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El Si de María

El 25 de marzo es la fiesta de la Anunciación del Señor.

Este día las Hijas de la Caridad celebran la Renovación de los Votos, que es un motivo de oración y de reflexión, una revisión de vida.

Compartimos una reflexión de Sor Carmen – Hermana de las Hijas de la Caridad: 

Hablar de María es dejarnos llevar de la mano de la Madre que nos conduce a las fuentes de la vida, para que tengamos vida en abundancia y para quedar iluminados y fortalecidos en lo más profundo, en el interior de nuestros caminos y vidas.

Es contemplar el Misterio del amor hecho hombre encarnado, es el gran regalo para nuestro camino cristiano. Es la Madre que en sencillez y en silencio está con nosotros en este camino de vida.

María, es la verdadera contemplativa, para acoger en ella el Plan de Dios como único proyecto de su vida, permaneciendo siempre atenta y en dependencia total de Dios para descubrir su rostro.

María está en medio de la vida, de nuestra vida, atenta a lo que acontece en ella y en nosotros, en Jesús y en los mismos discípulos.

María tiene respuesta en la Palabra y sobre todo en la acción a lo que Dios va haciendo en su vida, respondiendo a todo ello con sencillez y en prontitud, en palabras de alabanza y en acción de entrega de su vida al Plan del Señor.

Hablar de María es halar de un SI incondicional y fiel, un SI generoso y obediente, abierto al plan de Dios y de los Pobres para invitar con esa sencillez de vida a que otros sigamos diciendo Sí a Dios y a los Pobres, como ella, para Siempre.

 

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Acoger y cuidar la Vida, don de Dios

El 25 de marzo, «en la solemnidad de la Anunciación del Señor toda la Iglesia es convocada a celebrar el misterio más excelso de nuestra fe, la encarnación del Hijo de Dios y, unido a dicho misterio, a celebrar una Jornada por la Vida.

Entrar en este misterio del Verbo encarnado nos lleva a tomar conciencia del gran amor del Padre que «tanto amó al mundo que entregó a su Unigénito» (Jn 3, 16) para salvarnos. Si Dios envía a su Hijo es porque ama al hombre, ama la vida de los hombres, a los que ha destinado a ser sus hijos y alcanzar la santidad (cf. Ef 1, 4-5).

En efecto, Dios es la fuente del ser y de la vida, que por amor creó al ser humano a su imagen y semejanza (cf. Gen 1, 27) y que ahora, viniendo al mundo, quiere alumbrar al hombre, comunicarle la nueva vida de la gracia (cf. Jn 1, 4. 9). Sin embargo, no quiso Dios restaurar la vida del hombre herida por el pecado sin contar con la colaboración humana.
Así, en esta solemnidad de la Anunciación celebramos que el «sí» de la Virgen María se ha convertido en la puerta que nos ha abierto todos los tesoros de la redención.

En este sentido acoger la vida humana es el comienzo de la salvación, porque supone acoger el primer don de Dios, fundamento de todos los dones de la salvación; de ahí el empeño de la Iglesia en defender el don de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural, puesto que cada vida es un don de Dios y está llamada a alcanzar la plenitud del amor.

Acoger y cuidar cada vida, especialmente en los momentos en los que la persona es más vulnerable, se convierte así en signo de apertura a todos los dones de Dios y testimonio de humanidad; lo que implica también custodiar la dignidad de la vida humana, luchando por erradicar situaciones en las que es puesta en riesgo: esclavitud, trata, cárceles inhumanas, guerras, delincuencia, maltrato.

Hoy más que nunca, en nuestra sociedad, los cristianos debemos ser testigos del Evangelio de la vida, defendiendo el derecho fundamental a la vida con el propio ejemplo, promoviendo leyes justas que salvaguarden la vida y buscando educar a las generaciones más jóvenes como personas íntegras que construyan una sociedad verdaderamente humana, a la luz de Dios que ama al hombre y por amor lo creó.»   (del Mensaje de los Obispos)

Oh, Dios,
Padre de la vida y Señor de la historia,
que hiciste todo de la nada
y a tu imagen creaste al hombre y a la mujer,
llamándolos a la existencia,
para que por su amor fiel y total engendraran vida:
Haz que los padres acojan y custodien,
con ternura y responsabilidad,
el don sagrado de los hijos;
los ayuden a crecer sanos, fuertes y libres,
para que encuentren su vocación en la Iglesia y en el mundo;
que los novios se respeten,
se amen y construyan su vocación sobre Cristo,
para que lleguen a ser matrimonios fieles y fecundos,
que contribuyan al bien de esta sociedad;
que en ella se promueva y defienda la vida,
desde el inicio hasta su ocaso natural,
para que esta tierra sea un hogar para todos,
presagio de la vida,
que Tú, oh, Padre bueno,
nos tienes reservada en el hogar del cielo. Amén

 

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Un servicio impagable

El tema del tercero Encuentro Cuaresmal dedicado a «Cuidar la Familia en el Año Familia Amoris Laetitia» ha sido «Un servicio impagable».

Presentamos el texto para reflexionar.

Comenzamos rezando

Cada mañana vuelve a salir el sol y renace la vida en la tierra. La Iglesia ha visto, en el sol que vuelve a brillar, la imagen de Jesucristo resucitado, que cada día renueva nuestra alegría. Comenzamos estos momentos de oración cuaresmal con un himno a Jesucristo resucitado, esposo de la Iglesia, que sostiene la vida y la alegría de nuestras familias, y, a través de ellas, quiere inundar de gozo este mundo, a veces triste, en el que vivimos:

Cristo,
alegría del mundo,
resplandor de la gloria del Padre.
¡Bendita la mañana
que anuncia tu esplendor al universo!

En el día primero,
tu resurrección alegraba el corazón del Padre.
En el día primero,
vio que todas las cosas eran buenas porque participaban de tu gloria.
La mañana celebra
tu resurrección y se alegra con claridad de Pascua.
Se levanta la tierra
como un joven discípulo en tu busca, sabiendo que el sepulcro está vacío.

En la clara mañana, tu sagrada luz se difunde como una gracia nueva.
Que nosotros vivamos
como hijos de luz y no pequemos
contra la claridad de tu presencia. Amén.
La versión musical está en Youtube 👉Cristo Alegría del Mundo 

Y suplicamos a María, estrella de la nueva evangelización, que infunda en nuestras familias el ardor necesario para transmitir a este mundo la alegría y la belleza de su vida familiar:

Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu, acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregada al Eterno, ayúdanos a decir nuestro «sí» ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú, llena de la presencia de Cristo, llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre. Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.
Consíguenos ahora
un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte.
Danos la santa audacia
de buscar nuevos caminos para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.
Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros. Amén. Aleluya.

Como Dios manda

El Concilio Vaticano II reivindicó el protagonismo de los cristianos laicos en la misión de la Iglesia. Afirmó que no sólo los curas y los religiosos tienen importancia en la Iglesia; también cada bautizado “es” Iglesia y tiene la misma misión que los sacerdotes, aunque la realice con medios y actividades diferentes de ellos.

Esta misión común de curas y seglares es anunciar que el Reino de Dios está llegando a nosotros, dar a conocer que Jesucristo es la alegría del mundo y mantener la espera de unos nuevos cielos y una nueva tierra, donde habitará la justicia. Los medios con los que unos y otros realizamos esta misión son distintos, conforme con el principio conciliar de que en la Iglesia hay “unidad de misión y diversidad de ministerios”.

¿Cuál es el ministerio o servicio propio de la familia cristiana?
La doctrina del Concilio lo dice con una frase escueta y precisa: «A los laicos pertenece por propia vocación buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales» (“Lumen gentium”, 31). Estos “asuntos temporales” son todas y cada una de las actividades y profesiones que los laicos bautizados realizan cada día, así como su vida familiar y social. Su existencia está entretejida de actividades y responsabilidades profesionales, de su vida en familia y de su actividad social. Es preciso que todo esto se realice “como Dios manda”. En la medida en que ocurre así, el reinado de Dios llega a nuestro mundo.

En consecuencia, el ministerio o servicio de la familia cristiana es ser verdaderamente una familia como Dios manda, una familia que sea, como se dijo en la primera semana, “buena noticia” en este mundo plagado de noticias tristes e incluso noticias falsas.

Crecer en la caridad conyugal

El papa Francisco, en su exhortación sobre la familia, explica que la vida familiar ha de estar animada por el amor tal como se describió la semana pasada (1 Cor 13, 4-7). Este amor ha de ser una «unión afectiva, espiritual y oblativa, que recoge en sí la ternura de la amistad y la pasión erótica, aunque es capaz de subsistir aun cuando los sentimientos y la pasión se debiliten». Y añade: «el matrimonio es un signo precioso, porque cuando un hombre y una mujer celebran el sacramento del matrimonio, Dios, por decirlo así, se refleja en ellos, imprime en ellos los propios rasgos y el carácter indeleble de su amor. El matrimonio es la imagen del amor de Dios por nosotros (…) para que los esposos puedan hacer visible, a partir de las cosas sencillas, ordinarias, el amor con el que Cristo ama a su Iglesia, que sigue entregando la vida por ella» (“Amoris laetitia”, 120-121).

Deberíamos recordarlo siempre: se trata de un amor basado en los afectos, pero capaz de darse al otro (esto quiere decir la palabra “oblativa”); un amor que nace del sentimiento, pero no se alimenta sólo de la atracción mutua, que es pasajera; un amor que refleja ― en la medida siempre limitada en la que los seres humanos podemos hacerlo― el carácter irreversible del amor que Dios nos tiene; es un amor que se realiza en las cosas sencillas, ordinarias, y muchas veces repetidas, de la vida, pero que, en su aparente pequeñez, hace visible el amor con el que Cristo ama a su Iglesia.

En la salud y en la enfermedad…

Al celebrar el Sacramento del Matrimonio los novios utilizan estas palabras para otorgarse el consentimiento matrimonial: «Yo te quiero a ti y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida». Con ellas se subraya esa cualidad oblativa del amor matrimonial y el carácter indisoluble de esa entrega.

Dice el Papa: «es una unión que tiene todas las características de una buena amistad: búsqueda del bien del otro, reciprocidad, intimidad, ternura, estabilidad, y una semejanza entre los amigos que se va construyendo con la vida compartida. Pero el matrimonio agrega a todo ello una exclusividad indisoluble, que se expresa en el proyecto estable de compartir y construir juntos toda la existencia» (“Amoris laetitia”, 123).

Por exigente que parezca, este amor exclusivo e indisoluble es el único que satisface, porque es consecuencia del propio enamoramiento y de los anhelos más secretos de nuestro ser: «quien está enamorado no se plantea que esa relación pueda ser solo por un tiempo; quien vive intensamente la alegría de casarse no está pensando en algo pasajero; quienes acompañan la celebración de una unión llena de amor, aunque frágil, esperan que pueda perdurar en el tiempo; los hijos no solo quieren que sus padres se amen, sino que también sean fieles y sigan siempre juntos. Estos y otros signos muestran que en la naturaleza misma del amor conyugal está la apertura a lo definitivo. (…) Y para los creyentes, es una alianza ante Dios que reclama fidelidad» (Ibíd.).

Por desgracia, nuestra sociedad de consumo ha reforzado algunos defectos que no favorecen una vida feliz, humanizada y humanizadora: la cultura de lo provisional, el empobrecimiento del sentido estético, la búsqueda obsesiva del placer… Todo ello siembra el camino de tropiezos para que el amor matrimonial continúe indisoluble durante toda la vida. Pero, si nos paramos a pensar, esta sociedad de consumo no nos hace más felices, sino más frágiles y no ayuda a amarnos de verdad, como seres humanos.

La familia evangeliza este mundo secularizado

Éste es, justamente, el servicio impagable que las familias cristianas pueden ofrecer al mundo en el que vivimos ―un mundo secularizado―, si viven de acuerdo con la naturaleza y espiritualidad del matrimonio, tal como la vamos descubriendo en las reflexiones cuaresmales de este año.

Porque este modo de vivir las relaciones entre los esposos y con los hijos es como la ciudad construida en lo alto de un monte, que se ve desde lejos y no deja de llamar la atención, o como una luz colocada en lo alto del candelero, que ilumina toda la estancia.

En un mundo que se ha acostumbrado a reaccionar con agresividad y se ha instalado en lo provisional e inestable, aunque ese modo de vivir no le hace más feliz; en un mundo que clama casi a diario contra la violencia que lleva a tantas mujeres a la muerte; en un mundo que prostituye el amor, convirtiéndolo en un negocio o en un goce pasajero; en un mundo en el que muchos niños no saben bien quién es su padre o su madre…, la existencia de unas familias que viven los valores de la familia cristiana, es algo contracultural.

Por eso mismo, esas familias son un signo evangelizador, porque apuntan hacia una meta envidiable y envidiada por tantos niños y adultos atrapados en el laberinto de las disputas, las rupturas, los rencores y la inestabilidad.
En estas situaciones, se precisan cristianos que sepan acompañar en los momentos de crisis que inevitablemente surgen en el seno de las familias, convencidos de que, como dice el Papa: «cada crisis esconde una buena noticia que hay que saber escuchar afinando el oído del corazón. (…) Hay que acoger y valorar especialmente el dolor de quienes han sufrido injustamente la separación, el divorcio o el abandono, o bien, se han visto obligados a romper la convivencia por los maltratos del cónyuge» (“Amoris laetitia”, 232. 242).
Vivir como familia cristiana es una de las primeras tareas con las que la Iglesia lleva a cabo la misión que Cristo le encomendó, porque esa forma de vivir evangeliza la vida secularizada del ser humano. Y, además, es un servicio impagable hacia este mundo que tantos estímulos positivos necesita.

Concluimos este tiempo de oración con una plegaria de sabor franciscano. No sabemos si san Francisco de Asís la escribió tal cual la recitamos, pero, en cualquier caso, expresa los sentimientos propios de un amor oblativo y entregado, de un amor esponsal como el que las familias cristianas están llamadas a vivir.

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, que yo ponga amor.
Donde haya ofensas, que yo ponga perdón.
Donde haya discordia, que yo ponga unión.
Donde haya error, que yo ponga verdad.
Donde haya duda, que yo ponga fe.
Donde haya desesperanza, que yo ponga esperanza.
Donde haya tinieblas, que yo ponga luz.
Donde haya tristeza, que yo ponga alegría.
Haz que yo no busque tanto
el ser consolado como el consolar,
el ser comprendido como el comprender,
el ser amado como el amar.
Porque dando es como se recibe.
Olvidándose de sí mismo es como
se encuentra uno a sí mismo.
Perdonando es como se obtiene perdón.
Muriendo es como se resucita para la vida eterna.

Guía para orar durante la Cuaresma para la tercera semana

Del 20 al 26 de marzo

La familia cristiana tiene la misión de ofrecer la “buena noticia” de Jesucristo. Lo hace viviendo su vida doméstica y profesional “como Dios manda’.

Lecturas bíblicas para esta semana

En el capítulo 13 del evangelio de San Mateo, Jesús explica a sus discípulos, por medio de parábolas, qué es el Reino de Dios que él anuncia. Repásalas y aplícalas a tu vida diaria.

Palabras para orar

Ven Espíritu Divino,
manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre;
don en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

 

Reparte tus Siete Dones
según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén. 

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La ternura del Abrazo

El tema del segundo Encuentro Cuaresmal dedicado a «Cuidar la Familia en el Año Familia Amoris Laetitia» ha sido «La ternura del abrazo».

Presentamos el texto para reflexionar.

Comenzamos rezando

El canto con el que hoy comenzamos la oración nos recuerda cuánto nos quiere Dios, que nos ha entregado a su Hijo, y pone ante nosotros la llamada de Cristo: “permaneced en mi amor…” Con actitud orante cantamos o escuchamos:

Como el Padre me amó yo os he amado.
Permaneced en mi amor, permaneced en mi amor. (bis)
Si guardáis mis palabras
y como hermanos os amáis, compartiréis con alegría el don de la fraternidad.
Si os ponéis en camino sirviendo siempre a la verdad, fruto daréis en abundancia; mi amor se manifestará.
No veréis amor tan grande como aquél que os mostré. Yo doy la vida por vosotros, amad como yo os amé.
Si hacéis lo que os mando y os queréis de corazón, compartiréis mi pleno gozo de amar como Él me amo.

(La versión musical está en Youtube 👉 Como el Padre me amó yo os he amado)

La ternura del abrazo

La familia es cristiana si cada día sitúa su existencia en el horizonte del amor. Es el horizonte de quien cree en las palabras y los hechos de Jesús:

«Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos». Sólo desde el amor crecen las alas que nos permiten remontarnos por encima de los sinsabores, las dificultades y problemas que trae consigo cada jornada. Y, con el amor, el Papa destaca otra virtud, que él dice que está «algo ignorada en estos tiempos de relaciones frenéticas y superficiales»: la ternura.

Dios no se sonroja por mostrar su ternura hacia nosotros. Por medio del profeta Isaías confesó ante aquel   pueblo   rebelde,   que   era   Israel:   «¿Puede  una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré. Mira, te llevo tatuada en mis palmas» (Is 49, 15). Y volvió a repetirlo por medio del profeta Oseas, con estas conmovedoras palabras:

«Cuando Israel era joven lo amé (…) Yo enseñé a andar a Efraín, lo alzaba en brazos. (…) Con cuerdas humanas, con correas de amor lo atraía; era para ellos como el que levanta a un niño contra su mejilla, me inclinaba y le daba de comer» (Os 11, 1. 3-4).

Dios confía en que el varón, la mujer y los hijos sean capaces de construir en cada familia una comunión de personas animadas por el amor. Y les ayuda con la ternura de su abrazo. Él sabe que  «el amor convive con la imperfección» y que «no existen las familias perfectas que nos propone la propagan- da falaz y consumista» (“Amoris laetitia”, 113. 135). Pero confía en que, en la medida de lo posible, la familia sea la imagen viva de su mismo amor.

Y sabe esperar, porque éste es un camino lento. El amor tiene necesidad de tiempo: de tiempo no para consumir, sino de tiempo para vivir y para escuchar. Es necesario darse tiempo para saber esperar, para escucharse, comprenderse y perdonarse. Darse tiempo para construir, para dialogar, para proyectar y para “negociar”. Es la sabiduría de aquella viñeta en la que se veía a dos ancianos caminando cogidos de la mano y el siguiente comentario: “Cuando les preguntaron cómo lograron permanecer juntos durante 65 años, la mujer respondió: «nacimos en un tiempo donde si algo se rompía lo arreglábamos. No lo tirábamos a la basura»”. El amor no tira la vida a la basura…

El Papa quiere vernos contentos

Desde el primer día de su Pontificado, el papa Francisco nos viene invitando a vivir contentos.

En su primera exhortación apostólica, a la que dio el significativo título de “El gozo del Evangelio”, nos pedía que no viviéramos “una Cuaresma sin Pascua” y que no “tuviéramos permanentemente cara de funeral” (“Evangelii gaudium”, 6. 10).

La exhortación en la que se apoyan estas reflexiones sobre la familia tiene el atractivo título de “Amoris laetitia” (“La alegría del amor”).

En el rostro del Papa se refleja esa alegría que nos quiere transmitir; y no es inconsciencia ni superficialidad. Él sufre, en muchos momentos, los sinsabores que cada día amargan la existencia humana y sabe de sobra que no vivimos en “el jardín de las delicias”; pero está convencido de que nuestro encuentro con Jesucristo es suficiente para mantener siempre viva la alegría que proporciona su amistad. Por eso, antes de seguir, preguntémonos: ¿Vivo contento, sereno y confiado en las manos de Dios? Si no fuera así, tendríamos que volver a preguntarnos por qué no vivo en paz.

El primer fruto del camino cuaresmal de este año nos ha de llevar a recuperar y acrecentar la paz y la alegría.
Y con la alegría, la misericordia entrañable hacia los demás, sobre todo hacia los que forman parte de mi familia.

A pesar de los episodios de violencia y desamor que cada día ocurren en el mundo, Cristo está presente en muchas historias de amor. El Papa conoce algunas de ellas y todos podríamos aportar otros ejemplos. Frente a las múltiples crisis matrimoniales que se ventilan como comidilla en los programas de televisión o en las tertulias domésticas, es saludable hacer memoria de las mucho más numerosas historias de amor fiel y generoso que existen en nuestro mundo.

De no ser así ―si el amor no fuera más fuerte que odio y que la muerte―, nuestros pueblos y ciudades ya se hubieran desintegrado; no olvidemos que siempre hace más ruido un árbol que, al cortarlo, cae estrepitosamente arrastrando algunas ramas de los árboles vecinos, que los cientos de árboles de ese mismo bosque que crecen silenciosamente.

El matrimonio es una vocación

Vivir en familia es una vocación. Acostumbramos a reservar la palabra “vocación” para los que han sido llamados al sacerdocio o a la vida religiosa. Pero, “vocación” significa llamada: la llamada de Dios a Abrahán, a Moisés, a los profetas… para encomendarles una tarea, un encargo, una misión decisiva para la vida del pueblo.

De igual modo, Dios llama a los esposos cristianos para llevar a cabo una misión que es decisiva para nuestro mundo, sobre todo en el momento actual: manifestar que el amor es posible, en un mundo en el que frecuentemente se le prostituye. Así lo expresa el papa Francisco:

«El sacramento del matrimonio no es una convención social, un rito vacío o el mero signo externo de un compromiso. El sacramento es un don para la santificación y la salvación de los esposos, porque su recíproca pertenencia es representación real, mediante el signo sacra- mental, de la misma relación de Cristo con la Iglesia. Los esposos son por tanto el recuerdo permanente para la Iglesia de lo que acaeció en la cruz; son el uno para el otro y para los hijos, testigos de la salvación, de la que el sacramento les hace partícipes. El matrimonio es una vocación» (“Amoris laetita”, 72).

Radiografía del amor

El Concilio Vaticano II definió el matrimonio cristiano como «una comunidad de vida y amor», y para que logren forjar esa comunidad, Cristo el Señor «sale al encuentro de los esposos cristianos en el sacramento del matrimonio y permanece con ellos». Con esta ayuda, se puede conseguir que la vida de nuestras familias dé el perfil de la radiografía del amor, que trazó el apóstol Pablo. Es un texto que se ha hecho clásico:

Este himno debiera ser como el programa que se recitan los novios, uno al otro, al declararse su amor. Muchos lo eligen para el día de su boda, pero ese día están demasiado emocionados para prestarle la atención que merece. Por eso, debiera ser también el guía del examen de conciencia del matrimonio cada noche, para terminar pidiéndose perdón y dándose un beso. No es pedir demasiado, porque es mucho más lo que este amor proporciona.

Si los esposos son capaces de cogerse las manos cada noche y preguntarse: ¿he sido paciente? ¿te he tenido envidia? ¿me he enfadado o te he respondido con dureza? ¿tengo un recoveco en mi alma donde guardo los desaires? ¿te creo siempre? ¿soy digno de que siempre me creas y confíes en mí? ¿somos capaces de disculparnos, de tener esperanza el uno en el otro, de soportarnos con paciencia?…; si somos capaces de mirarnos a la cara y respondernos con sinceridad, tenemos asegurada la estabilidad y la fidelidad día tras día.

En la exhortación “Amoris laetitia”, el Papa ofrece a todos una veintena de pequeñas páginas (nn. 91-119), en las que desarrolla ese himno al amor con sabrosas sugerencias. Haríamos bien en leerlas despacio. No es posible resumirlas en unas pocas líneas; por eso, animémonos a tomarlas en las manos y hacer de ellas la guía de nuestro diario examen de conciencia.

La familia se construye como una trama de buenas relaciones, que generan fecundidad, tanto al acoger a los hijos, como al aceptar la responsabilidad de construir un mundo verdaderamente humano, tal como nos dice el papa Francisco:

«Un matrimonio que experimente la fuerza del amor, sabe que ese amor está llamado a sanar las heridas de los abandonados, a instaurar la cultura del encuentro, a luchar por la justicia. Dios ha confiado a la familia el proyecto de hacer “doméstico” el mundo, para que todos lleguen a sentir a cada ser humano como un hermano» (“Amoris laetitia”, 182).

El cardenal Newman fue un hombre maltratado por los acontecimientos de su vida y por la desconfianza de algunos colegas que siempre sospecharon de él; pero fue capaz de escribir y rezar la siguiente oración, fruto de un corazón sensible, paciente y capaz de perdonar.

Es una oración que pueden recitarla los padres con sus hijos, de vez en cuando, para aprender a gustar la ternura del abrazo:

Amado Señor,
ayúdame a esparcir tu fragancia allí donde vaya.
Anega mi alma con tu espíritu y tu vida.
Impregna y posee todo mi ser, hasta que mi vida sea
mero resplandor de la tuya.
Resplandece a través de mí,
para que todas las personas que me rocen sientan tu presencia en mi alma.
Deja que alcen la mirada
y ya no me vean a mí, sino a ti, oh Señor.
Quédate conmigo
y empezaré a brillar como Tú brillas, con un brillo que iluminará a los demás.
Y esa luz, oh Señor, saldrá de ti, no será mía; serás Tú, iluminando a los demás a través de mí.
Deja que predique sin predicar, no a través de la palabra,
sino de mi ejemplo,
de una fuerza arrebatadora,
de la compasión en lo que hago y de la plenitud del amor
que mi corazón te profesa.

Guía para orar durante la Cuaresma para la segunda semana

Del 13 al 19 de marzo

En la reflexión de esta semana se insiste en que, en la familia, deben reinar el amor y la alegría: un verdadero amor, sincero y manifestado, produce alegría.

Lecturas bíblicas para esta semana

Leyendo algunos fragmentos de los capítulos 8, 9 y 10 del evangelio de San Mateo, descubrirás el amor y la ternura de Jesús, a través de los diez milagros que se narran. También llama a algunos discípulos los envía a la misión apostólica con instrucciones precisas.

Palabras para orar (con san Pablo VI)

¡Oh, divino Redentor,
que has amado a la Iglesia
y por ella te has entregado a Ti mismo, para santificarla
y hacerla comparecer ante Ti resplandeciente de gloria,
haz que brille sobre ella tu rostro santo!
Haz que tu Iglesia, una en la caridad
y santa en la participación de tu misma santidad, sea en el mundo de hoy
estandarte de salvación para los hombres, centro de unidad de todos los corazones, inspiradora de santos propósitos
en favor de una renovación general y arrolladora.
Haz que sus hijos,
superando cualquier división o indignidad, la honren siempre y en todas partes.
Que todos los hombres
que aún no están dentro de ella, mirándola, te encuentren a Ti, camino, verdad y vida,
y que en Ti sean enderezados al Padre en la unidad del Espíritu Santo. Amén.

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Ejercicios Espirituales de Jóvenes

“Dad gracias al Señor…”

Uniéndonos al salmo damos gracias a Dios por la maravillosa oportunidad que hemos tenido este fin de semana un grupo de jóvenes de la parroquia de compartir los ejercicios espirituales en Villa Santa Mónica de Becerril de la Sierra.

Hemos estado acompañados por Eñi, hermana del Ángel de la Guarda, quien nos ha guiado en nuestras reflexiones para saber percibir la presencia de Dios en el silencio.

Gracias a quienes han preparado todo con tanto cuidado.
Gracias a quienes han cuidado nuestra alimentación.
Gracias a Dios por tanto…..

Deja que Jesús Te ame
Calla
Cálmate
Ven solo, vacío
Ven delante de Jesús, Tu Dios
No digas nada
No preguntes nada
Quédate en silencio
Calmado
Deja que Jesús Te mire
Eso es todo
Él sabe
Él comprende
Él Te quiere con un Amor tan inmenso…
Jesús sólo quiere
Darte Su Amor
Serénate
DEJA QUE JESÚS TE AME

 

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