Avisos Liturgia

Celebraciones de la Semana Santa

Entramos en la Semana Santa. Durante estos días vamos a acompañar al Señor en sus últimos momentos en la tierra, y asistir a su entrega generosa por la salvación de toda la humanidad.

Los actos programados para esta semana nos facilitarán unirnos más al Señor en su Pasión, Muerte y Resurrección.

Os animamos a celebrar y participar con amor y devoción de estos santos días.

Os compartimos el horario de las celebraciones de nuestra parroquia para que viváis estos días en comunidad.

Para ver el horario completo haz cilck en la imagen ⬇⬇⬇

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Acoger y cuidar la Vida, don de Dios

El 25 de marzo, «en la solemnidad de la Anunciación del Señor toda la Iglesia es convocada a celebrar el misterio más excelso de nuestra fe, la encarnación del Hijo de Dios y, unido a dicho misterio, a celebrar una Jornada por la Vida.

Entrar en este misterio del Verbo encarnado nos lleva a tomar conciencia del gran amor del Padre que «tanto amó al mundo que entregó a su Unigénito» (Jn 3, 16) para salvarnos. Si Dios envía a su Hijo es porque ama al hombre, ama la vida de los hombres, a los que ha destinado a ser sus hijos y alcanzar la santidad (cf. Ef 1, 4-5).

En efecto, Dios es la fuente del ser y de la vida, que por amor creó al ser humano a su imagen y semejanza (cf. Gen 1, 27) y que ahora, viniendo al mundo, quiere alumbrar al hombre, comunicarle la nueva vida de la gracia (cf. Jn 1, 4. 9). Sin embargo, no quiso Dios restaurar la vida del hombre herida por el pecado sin contar con la colaboración humana.
Así, en esta solemnidad de la Anunciación celebramos que el «sí» de la Virgen María se ha convertido en la puerta que nos ha abierto todos los tesoros de la redención.

En este sentido acoger la vida humana es el comienzo de la salvación, porque supone acoger el primer don de Dios, fundamento de todos los dones de la salvación; de ahí el empeño de la Iglesia en defender el don de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural, puesto que cada vida es un don de Dios y está llamada a alcanzar la plenitud del amor.

Acoger y cuidar cada vida, especialmente en los momentos en los que la persona es más vulnerable, se convierte así en signo de apertura a todos los dones de Dios y testimonio de humanidad; lo que implica también custodiar la dignidad de la vida humana, luchando por erradicar situaciones en las que es puesta en riesgo: esclavitud, trata, cárceles inhumanas, guerras, delincuencia, maltrato.

Hoy más que nunca, en nuestra sociedad, los cristianos debemos ser testigos del Evangelio de la vida, defendiendo el derecho fundamental a la vida con el propio ejemplo, promoviendo leyes justas que salvaguarden la vida y buscando educar a las generaciones más jóvenes como personas íntegras que construyan una sociedad verdaderamente humana, a la luz de Dios que ama al hombre y por amor lo creó.»   (del Mensaje de los Obispos)

Oh, Dios,
Padre de la vida y Señor de la historia,
que hiciste todo de la nada
y a tu imagen creaste al hombre y a la mujer,
llamándolos a la existencia,
para que por su amor fiel y total engendraran vida:
Haz que los padres acojan y custodien,
con ternura y responsabilidad,
el don sagrado de los hijos;
los ayuden a crecer sanos, fuertes y libres,
para que encuentren su vocación en la Iglesia y en el mundo;
que los novios se respeten,
se amen y construyan su vocación sobre Cristo,
para que lleguen a ser matrimonios fieles y fecundos,
que contribuyan al bien de esta sociedad;
que en ella se promueva y defienda la vida,
desde el inicio hasta su ocaso natural,
para que esta tierra sea un hogar para todos,
presagio de la vida,
que Tú, oh, Padre bueno,
nos tienes reservada en el hogar del cielo. Amén

 

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Mensaje del Papa para Cuaresma 2022

Este miércoles, 2 de marzo, Miércoles de Ceniza, dará comienzo el tiempo litúrgico de la Cuaresma. «El Miércoles de Ceniza marca el tiempo de la Cuaresma, que es un período de intensa oración, penitencia y obras de misericordia y caridad. Son 40 días de preparación para la celebración del misterio pascual, que es la celebración de nuestra redención en Pascua».

El Papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma nos invita a reflexionar sobre la exhortación de San Pablo a los gálatas: «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a)«.

Santo Padre nos da tres claves para este «tiempo favorable para la renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua de Jesucristo muerto y resucitado”.

1. Siembra y cosecha

  • “Con demasiada frecuencia prevalecen en nuestra vida la avidez y la soberbia, el deseo de tener, de acumular y de consumir”, pero “la Cuaresma nos invita a la conversión, a cambiar de mentalidad, para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen tanto en el poseer cuanto en el dar, no estén tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir”.
  • “La llamada a sembrar el bien no tenemos que verla como un peso, sino como una gracia con la que el Creador quiere que estemos activamente unidos a su magnanimidad fecunda”.
  • “¿Y la cosecha? ¿Acaso la siembra no se hace toda con vistas a la cosecha?  Un primer fruto del bien que sembramos lo tenemos en nosotros mismos y en nuestras relaciones cotidianas, incluso en los más pequeños gestos de bondad. En Dios no se pierde ningún acto de amor, por más pequeño que sea”.
  • “Solo vemos una pequeña parte del fruto de lo que sembramos. (…) Sembrar el bien para los demás nos libera de las estrechas lógicas del beneficio personal y da a nuestras acciones el amplio alcance de la gratuidad, introduciéndonos en el maravilloso horizonte de los benévolos designios de Dios”.
  • “La Palabra de Dios ensancha y eleva aún más nuestra mirada, nos anuncia que la siega más verdadera es la escatológica, la del último día, el día sin ocaso”.

2. No nos cansemos de hacer el bien

  • “Frente a la amarga desilusión por tantos sueños rotos, frente a la preocupación por los retos que nos conciernen, frente al desaliento por la pobreza de nuestros medios, tenemos la tentación de encerrarnos en el propio egoísmo individualista y refugiarnos en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás”.
  • Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa”.
  • «El ayuno corporal que la Iglesia nos pide en Cuaresma fortalezca nuestro espíritu para la lucha contra el pecado”.
  • “La Cuaresma es un tiempo propicio para buscar a quien está necesitado; para llamar a quien desea ser escuchado y recibir una buena palabra; para visitar a quien sufre la soledad”.

3. Si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos

  • “Quien caiga tienda la mano al Padre, que siempre nos vuelve a levantar. Quien se encuentre perdido, engañado por las seducciones del maligno, que no tarde en volver a Él».
  • En este tiempo de conversión, apoyándonos en la gracia de Dios y en la comunión de la Iglesia, no nos cansemos de sembrar el bien. El ayuno prepara el terreno, la oración riega, la caridad fecunda”.

«Que la Virgen María, en cuyo seno brotó el Salvador y que «conservaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón»  nos obtenga el don de la paciencia y permanezca a nuestro lado con su presencia maternal, para que este tiempo de conversión dé frutos de salvación eterna».

Puedes leer aquí  👉 Mensaje del Papa o haciendo click en la imagen 👇

 

 

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Curso de Liturgia

¡Qué importantes es cuidar nuestras celebraciones! La Eucaristía es un signo del amor de Dios, camino privilegiado para encontrarnos con Él.

Debemos esforzarnos por conocer la belleza que se esconde en la celebración eucarística, y que, una vez desvelada, da pleno sentido a la vida de cada uno. 

Para cuidar la participación de todos en la Misa y seguir preparando lectores y ministros extraordinarios de la Comunión os ofrecemos un Curso de Liturgia. Un encuentro de formación mensual que empieza el martes 26 de octubre, a las 19:45h.

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Este trimestre: llamados a CUIDAR la vida

Compartimos la reflexión que ha preparado nuestro párroco, D. José María, invitándonos a vivir este trimestre desde el cuidado:

Al comenzar este curso elegimos el lema: Apasionados por la vida”. Nosotros que confiamos en el Señor de la Vida, estamos llamados a vivirla con pasión, con entrega.

Esta actitud la traducimos este trimestre como CUIDADO de las personas, de la vida, de sus opciones específicas y vocacionales. Por eso se nos invita a “arriesgar la vida”, quien no arriesga es un perdedor, “a cuidar la vida” del planeta, de la familia, del propio corazón…, porque Dios piensa en nosotros, “apasionados por la vida”, como bálsamo para este mundo herido por tantas contradicciones y desencuentros.

Cuidar es reconocer que la vida es precaria y que hay que obrar en consecuencia. Es un acto de sensatez y de amor por el que admitimos con serenidad que somos frágiles, y que todo lo bueno que hay en nosotros también es frágil: ¿no lo es acaso la paz? ¿no lo son la sabiduría, la pureza, la justicia, la humildad? ¡Casi nos parece que ese es el sello del bien: ser débil’!

Y en efecto, si somos pobres en el bien no es porque nos hayan faltado bienes, sino porque los hemos perdido. Aprender a cuidar es entontes un acto de gratitud a Dios y a quienes nos hacen bien. Es también una actitud de misericordia; es como la raíz del amor. Y, de hecho, ¡Cuánto amamos a quienes nos han cuidado!

Cuidar supone conocer y valorar lo que somos y tenemos, y entender que el torrente del bien no puede detenerse en nosotros. No es, pues, una justificación para el egoísmo, porque cuidar no es simplemente conservar. Más bien: cuidar es lograr que cada uno y cada cosa alcance su meta; que sea lo que puede ser, lo que está llamado a ser. Es obstinarse en dar la oportunidad al que tal vez la necesita y no la ha tenido.

¿Qué hemos de cuidar? ¿a quién tenemos que cuidar? A todo y a todos. El mundo, casa del hombre y la mujer. Y al hombre y la mujer, a cada uno de ellos. Hay que cuidar el cuerpo y su salud; el alma y su virtud, la familia, la sociedad y la justicia. Dios nos conceda participar de la tarea amorosa y apasionante que es el tratar de cuidar como cuida Dios de toda la creación, con amor de Padre.

Nos fijamos este trimestre en el icono del Buen Samaritano. La parábola del buen samaritano orienta al hombre para que la sociedad reconstruya su orden

político y social y se oriente al bien común. En ella, podemos descubrir cómo cada uno de nosotros tenemos algo de heridos, algo de los que pasan de largo, pero también algo de samaritanos.

El amor rompe aquello que nos separa, tiende puentes, nos vincula al herido. Cuando se ama, en el caído no se mira si es de aquí o de allá. Simplemente se ve que el amado esta caído. Es necesaria una sociedad que haga propia la fragilidad del excluido. Cada hombre, cada mujer, cada joven, cada adolescente, cada niño, con su actitud solidaria y atenta se acerca a la actitud del Buen samaritano. ¡Dios confía en lo mejor que cada uno tiene dentro!

Se puede rehacer una comunidad a partir de hombre y mujeres, que se hacen prójimos, que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión. Dios confía en lo mejor del espíritu humano y le alienta a que se adhiera al amor, reintegre al dolido y construya una sociedad digna de tal nombre.

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Álbumes de fotos

¿Has visto las últimas fotos que se han subido a nuestro Flickr parroquial?

¡¡Pues no te las puedes perder!!

Haciendo clic en cada imagen podrás acceder a los diferentes álbumes de fotos:

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Esta semana os recordamos..

El martes día 25, a las 19:45 h, continuamos con la formación para lectores y animadores de la Liturgia.

El viernes día 28, a las 19:45 h, la Cofradía de Santiago nos invita a una oración por la Unidad de los Cristianos.

 

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Semana de Oración por la unidad de los cristianos

La Iglesia celebra la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos del 18 al 25 de enero de 2022 con el lema, «Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo» (cf. Mt 2, 2). Un texto bíblico que se inspira en la visita de los Reyes Magos al Rey recién nacido en Belén.

El Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos y la Comisión fe y constitución del Consejo Ecuménico de Iglesias han elaborado conjuntamente unos materiales para ayudar a la reflexión y para preparar las celebraciones del Octavario.

A estos materiales conjuntos se suman los que aporta la Subcomisión Episcopal para las relaciones interconfesionales y diálogo interreligioso: el mensaje que firman los obispos de esta subcomisión; un guion para las celebraciones eucarísticas de la Semana; y una reflexión que se podrá usar en la adoración eucarística, que es una novedad en los materiales de este año.

En sintonía con el lema que se propone para este año, “hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. Los obispos ponen su esperanza en que la luz de Cristo “sigue alumbrando las oscuridades de las personas y de los pueblos, sin que se extinga el hambre de Dios”. La adoración de los Magos de Oriente, “proclama el carácter universal de la salvación que el Hijo de Dios vino a traer a la tierra, y esa universalidad mira tanto a los países de misión como a las sociedades de los países antes cristianos y hoy en la frontera del indiferentismo, donde tanto han disminuido las comunidades cristianas confesantes y de práctica religiosa”.

En referencia concreta al tema ecuménico, los obispos explican que este año «queremos poner el acento en el alcance universal del anuncio de la salvación en Cristo y, por tanto, en el carácter misionero de un ecumenismo que no pierda de vista el fin último de la evangelización«. Y puntualizan, «la nueva evangelización es tarea de todos, y la misión requiere hoy de las Iglesias y Comunidades un trabajo de conjunto.»

También explican que han sido los cristianos del Próximo Oriente los que han elegido el lema y han presentado una propuesta para elaborar los materiales. Por eso, se invita especialmente a tener presente a estos cristianos del Próximo Oriente, en el que «un mosaico de Iglesias y Comunidades eclesiales se esfuerza por mitigar los enfrentamientos políticos y las acciones de guerra y violencia que no cesan y que tanto han afectado a la sociología cristiana en el gran escenario de la historia sagrada».

Puedes leer o descargar el material 👇👇👇

Materiales para la SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS 2022

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Domingo de la Palabra de Dios

Celebramos este domingo 23 de Enero el «Domingo de la Palabra de Dios». Fijado por el Papa Francisco en el III Domingo del Tiempo Ordinario de cada año e instituido con la Carta Apostólica «Aperuit Illis» en forma de «Motu proprio».

Nos recuerda la importancia y el valor de la Sagrada Escritura para la vida cristiana, dedicado a la «celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios»(Aperuit Illis 3).

El texto que el Papa Francisco ha elegido para el Domingo de la Palabra de Dios 2022 es fuertemente expresivo para la vida de la comunidad cristiana: ¡Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios!

El logo del Domingo de la Palabra de Dios

El logo del Domingo de la Palabra de Dios se inspira en el pasaje evangélico de los discípulos de Emaús (cf Lc 24, 13-33) y pone de relieve el tema de la relación entre los caminantes, expresado en miradas, gestos y palabras. Jesús aparece como el que «se acerca y camina con» la humanidad (Lc 24, 15), «habitando entre nosotros» (Jn 1, 14).

 

Para leer o descargar el Subsidio el español

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Subsidio Domingo de la Palabra de Dios 2022

 

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Carta del Papa a los matrimonios

CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MATRIMONIOS
CON OCASIÓN DEL AÑO “FAMILIA AMORIS LAETITIA

Queridos esposos y esposas de todo el mundo:

Con ocasión del Año “Familia Amoris laetitia”, me acerco a ustedes para expresarles todo mi afecto y cercanía en este tiempo tan especial que estamos viviendo. Siempre he tenido presente a las familias en mis oraciones, pero más aún durante la pandemia, que ha probado duramente a todos, especialmente a los más vulnerables. El momento que estamos pasando me lleva a acercarme con humildad, cariño y acogida a cada persona, a cada matrimonio y a cada familia en las situaciones que estén experimentando.

Este contexto particular nos invita a hacer vida las palabras con las que el Señor llama a Abrahán a salir de su patria y de la casa de su padre hacia una tierra desconocida que Él mismo le mostrará (cf. Gn 12,1). También nosotros hemos vivido más que nunca la incertidumbre, la soledad, la pérdida de seres queridos y nos hemos visto impulsados a salir de nuestras seguridades, de nuestros espacios de “control”, de nuestras propias maneras de hacer las cosas, de nuestras apetencias, para atender no sólo al bien de la propia familia, sino además al de la sociedad, que también depende de nuestros comportamientos personales.

La relación con Dios nos moldea, nos acompaña y nos moviliza como personas y, en última instancia, nos ayuda a “salir de nuestra tierra”, en muchas ocasiones con cierto respeto e incluso miedo a lo desconocido, pero desde nuestra fe cristiana sabemos que no estamos solos ya que Dios está en nosotros, con nosotros y entre nosotros: en la familia, en el barrio, en el lugar de trabajo o estudio, en la ciudad que habitamos.

Como Abrahán, cada uno de los esposos sale de su tierra desde el momento en que, sintiendo la llamada al amor conyugal, decide entregarse al otro sin reservas. Así, ya el noviazgo implica salir de la propia tierra, porque supone transitar juntos el camino que conduce al matrimonio. Las distintas situaciones de la vida: el paso de los días, la llegada de los hijos, el trabajo, las enfermedades son circunstancias en las que el compromiso que adquirieron el uno con el otro hace que cada uno tenga que abandonar las propias inercias, certidumbres, zonas de confort y salir hacia la tierra que Dios les promete: ser dos en Cristo, dos en uno. Una única vida, un “nosotros” en la comunión del amor con Jesús, vivo y presente en cada momento de su existencia. Dios los acompaña, los ama incondicionalmente. ¡No están solos!

Queridos esposos, sepan que sus hijos —y especialmente los jóvenes— los observan con atención y buscan en ustedes el testimonio de un amor fuerte y confiable. «¡Qué importante es que los jóvenes vean con sus propios ojos el amor de Cristo vivo y presente en el amor de los matrimonios, que testimonian con su vida concreta que el amor para siempre es posible!» [1]. Los hijos son un regalo, siempre, cambian la historia de cada familia. Están sedientos de amor, de reconocimiento, de estima y de confianza. La paternidad y la maternidad los llaman a ser generativos para dar a sus hijos el gozo de descubrirse hijos de Dios, hijos de un Padre que ya desde el primer instante los ha amado tiernamente y los lleva de la mano cada día. Este descubrimiento puede dar a sus hijos la fe y la capacidad de confiar en Dios.

Ciertamente, educar a los hijos no es nada fácil. Pero no olvidemos que ellos también nos educan. El primer ámbito de la educación sigue siendo la familia, en los pequeños gestos que son más elocuentes que las palabras. Educar es ante todo acompañar los procesos de crecimiento, es estar presentes de muchas maneras, de tal modo que los hijos puedan contar con sus padres en todo momento. El educador es una persona que “genera” en sentido espiritual y, sobre todo, que “se juega” poniéndose en relación. Como padre y madre es importante relacionarse con sus hijos a partir de una autoridad ganada día tras día. Ellos necesitan una seguridad que los ayude a experimentar la confianza en ustedes, en la belleza de sus vidas, en la certeza de no estar nunca solos, pase lo que pase.

Por otra parte, y como ya he señalado, la conciencia de la identidad y la misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad ha aumentado. Ustedes tienen la misión de transformar la sociedad con su presencia en el mundo del trabajo y hacer que se tengan en cuenta las necesidades de las familias.

También los matrimonios deben “primerear” [2] dentro de la comunidad parroquial y diocesana con sus iniciativas y su creatividad, buscando la complementariedad de los carismas y vocaciones como expresión de la comunión eclesial; en particular, los «cónyuges junto a los pastores, para caminar con otras familias, para ayudar a los más débiles, para anunciar que, también en las dificultades, Cristo se hace presente» [3].

Por tanto, los exhorto, queridos esposos, a participar en la Iglesia, especialmente en la pastoral familiar. Porque «la corresponsabilidad en la misión llama […] a los matrimonios y a los ministros ordenados, especialmente a los obispos, a cooperar de manera fecunda en el cuidado y la custodia de las Iglesias domésticas» [4]. Recuerden que la familia es la «célula básica de la sociedad» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 66). El matrimonio es realmente un proyecto de construcción de la «cultura del encuentro» (Carta enc. Fratelli tutti, 216). Es por ello que las familias tienen el desafío de tender puentes entre las generaciones para la transmisión de los valores que conforman la humanidad. Se necesita una nueva creatividad para expresar en los desafíos actuales los valores que nos constituyen como pueblo en nuestras sociedades y en la Iglesia, Pueblo de Dios.

La vocación al matrimonio es una llamada a conducir un barco incierto —pero seguro por la realidad del sacramento— en un mar a veces agitado. Cuántas veces, como los apóstoles, sienten ganas de decir o, mejor dicho, de gritar: «¡Maestro! ¿No te importa que perezcamos?» (Mc 4,38). No olvidemos que a través del sacramento del matrimonio Jesús está presente en esa barca. Él se preocupa por ustedes, permanece con ustedes en todo momento en el vaivén de la barca agitada por el mar. En otro pasaje del Evangelio, en medio de las dificultades, los discípulos ven que Jesús se acerca en medio de la tormenta y lo reciben en la barca; así también ustedes, cuando la tormenta arrecia, dejen subir a Jesús en su barca, porque cuando subió «donde estaban ellos, […] cesó el viento» (Mc 6,51). Es importante que juntos mantengan la mirada fija en Jesús. Sólo así encontrarán la paz, superarán los conflictos y encontrarán soluciones a muchos de sus problemas. No porque estos vayan a desaparecer, sino porque podrán verlos desde otra perspectiva.

Sólo abandonándose en las manos del Señor podrán vivir lo que parece imposible. El camino es reconocer la propia fragilidad y la impotencia que experimentan ante tantas situaciones que los rodean, pero al mismo tiempo tener la certeza de que de ese modo la fuerza de Cristo se manifiesta en su debilidad (cf. 2 Co 12,9). Fue justo en medio de una tormenta que los apóstoles llegaron a conocer la realeza y divinidad de Jesús, y aprendieron a confiar en Él.

A la luz de estos pasajes bíblicos, quisiera aprovechar para reflexionar sobre algunas dificultades y oportunidades que han vivido las familias en este tiempo de pandemia. Por ejemplo, aumentó el tiempo de estar juntos, y esto ha sido una oportunidad única para cultivar el diálogo en familia. Claro que esto requiere un especial ejercicio de paciencia, no es fácil estar juntos toda la jornada cuando en la misma casa se tiene que trabajar, estudiar, recrearse y descansar. Que el cansancio no les gane, que la fuerza del amor los anime para mirar más al otro —al cónyuge, a los hijos— que a la propia fatiga. Recuerden lo que les escribí en Amoris laetitia retomando el himno paulino de la caridad (cf. nn. 90-119). Pidan este don con insistencia a la Sagrada Familia, vuelvan a leer el elogio de la caridad para que sea ella la que inspire sus decisiones y acciones (cf. Rm 8,15; Ga 4,6).

De este modo, estar juntos no será una penitencia sino un refugio en medio de las tormentas. Que el hogar sea un lugar de acogida y de comprensión. Guarden en su corazón el consejo a los novios que expresé con las tres palabras: «permiso, gracias, perdón» [5]. Y cuando surja algún conflicto, «nunca terminar el día en familia sin hacer las paces» [6]. No se avergüencen de arrodillarse juntos ante Jesús en la Eucaristía para encontrar momentos de paz y una mirada mutua hecha de ternura y bondad. O de tomar la mano del otro, cuando esté un poco enojado, para arrancarle una sonrisa cómplice. Hacer quizás una breve oración, recitada en voz alta juntos, antes de dormirse por la noche, con Jesús presente entre ustedes.

Sin embargo, para algunos matrimonios la convivencia a la que se han visto forzados durante la cuarentena ha sido especialmente difícil. Los problemas que ya existían se agravaron, generando conflictos que muchas veces se han vuelto casi insoportables. Muchos han vivido incluso la ruptura de un matrimonio que venía sobrellevando una crisis que no se supo o no se pudo superar. A estas personas también quiero expresarles mi cercanía y mi afecto.

La ruptura de una relación conyugal genera mucho sufrimiento debido a la decepción de tantas ilusiones; la falta de entendimiento provoca discusiones y heridas no fáciles de reparar. Tampoco a los hijos es posible ahorrarles el sufrimiento de ver que sus padres ya no están juntos. Aun así, no dejen de buscar ayuda para que los conflictos puedan superarse de alguna manera y no causen aún más dolor entre ustedes y a sus hijos. El Señor Jesús, en su misericordia infinita, les inspirará el modo de seguir adelante en medio de tantas dificultades y aflicciones. No dejen de invocarlo y de buscar en Él un refugio, una luz para el camino, y en la comunidad eclesial una «casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 47).

Recuerden que el perdón sana toda herida. Perdonarse mutuamente es el resultado de una decisión interior que madura en la oración, en la relación con Dios, como don que brota de la gracia con la que Cristo llena a la pareja cuando lo dejan actuar, cuando se dirigen a Él. Cristo “habita” en su matrimonio y espera que le abran sus corazones para sostenerlos con el poder de su amor, como a los discípulos en la barca. Nuestro amor humano es débil, necesita de la fuerza del amor fiel de Jesús. Con Él pueden de veras construir la «casa sobre roca» (Mt 7,24).

A este propósito, permítanme que dirija una palabra a los jóvenes que se preparan al matrimonio. Si antes de la pandemia para los novios era difícil proyectar un futuro cuando era arduo encontrar un trabajo estable, ahora aumenta aún más la situación de incerteza laboral. Por ello invito a los novios a no desanimarse, a tener la “valentía creativa” que tuvo san José, cuya memoria he querido honrar en este Año dedicado a él. Así también ustedes, cuando se trate de afrontar el camino del matrimonio, aun teniendo pocos medios, confíen siempre en la Providencia, ya que «a veces las dificultades son precisamente las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener» (Carta ap. Patris corde, 5).No duden en apoyarse en sus propias familias y en sus amistades, en la comunidad eclesial, en la parroquia, para vivir la vida conyugal y familiar aprendiendo de aquellos que ya han transitado el camino que ustedes están comenzando.

Antes de despedirme, quiero enviar un saludo especial a los abuelos y las abuelas que durante el tiempo de aislamiento se vieron privados de ver y estar con sus nietos, a las personas mayores que sufrieron de manera aún más radical la soledad. La familia no puede prescindir de los abuelos, ellos son la memoria viviente de la humanidad, «esta memoria puede ayudar a construir un mundo más humano, más acogedor» [7].

Que san José inspire en todas las familias la valentía creativa, tan necesaria en este cambio de época que estamos viviendo, y Nuestra Señora acompañe en sus matrimonios la gestación de la “cultura del encuentro”, tan urgente para superar las adversidades y oposiciones que oscurecen nuestro tiempo. Los numerosos desafíos no pueden robar el gozo de quienes saben que están caminando con el Señor. Vivan intensamente su vocación. No dejen que un semblante triste transforme sus rostros. Su cónyuge necesita de su sonrisa. Sus hijos necesitan de sus miradas que los alienten. Los pastores y las otras familias necesitan de su presencia y alegría: ¡la alegría que viene del Señor!

Me despido con cariño animándolos a seguir viviendo la misión que Jesús nos ha encomendado, perseverando en la oración y «en la fracción del pan» (Hch 2,42).

Y por favor, no se olviden de rezar por mí, yo lo hago todos los días por ustedes.

Fraternalmente,

Francisco

 

Roma, San Juan de Letrán, 26 de diciembre de 2021, Fiesta de la Sagrada Familia.

 


[1]  Videomensaje a los participantes en el Foro «¿Hasta dónde hemos llegado con Amoris laetitia (9 junio 2021).

[2] Cfr Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24.

[3]  Videomensaje a los participantes en el Foro «¿Hasta dónde hemos llegado con Amoris laetitia (9 junio 2021).

[4]  Ibíd.

[5]  Discurso a las familias del mundo con ocasión de su peregrinación a Roma en el Año de la Fe (26 octubre 2013); cf. Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia, 133.

[6] Catequesis del 13 de mayo de 2015. Cf. Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia, 104.

[7] Mensaje con ocasión de la I Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores “Yo estoy contigo todos los días” (31 mayo 2021).

 

*Fuente: www.vatican.va

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