Avisos

Pre Pascua de Confirmación 2025

El lunes 14 de abril, vivimos una intensa y profunda jornada de Pre Pascua junto al grupo de Confirmación, compartiendo momentos de reflexión, oración y celebración en comunidad, acompañando a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección.

Comenzamos recordando el Domingo de Ramos, agitando nuestras palmas con alegría para recibir a Jesús, el Rey humilde que entra en Jerusalén con sencillez. Esta fue nuestra manera de abrir el corazón a lo que vendría, con júbilo, pero también con disposición a profundizar. Reflexionar sobre nuestra inconsistencia, sobre cómo nos dejamos llevar por la presión del grupo y por las circunstancias. Nos preguntamos sobre nuestra coherencia en lo que creemos o si cambiamos según nos conviene. Y terminamos comprometiéndonos a recibir a Jesús en nuestras vidas con hechos concretos.

Entramos luego en el desierto del Jueves Santo, donde hacemos un recorrido sobre los distintos tipos de amor, descubriendo que el amor de Dios es infinito, incondicional y verdadero. En ese silencio interior, fuimos reconociendo cómo ese amor transforma nuestras vidas. Recordábamos ese amor primero de nuestros padres, que tanto tenemos que agradecer. Para pasar al amor sin condiciones de Dios, ese amor que se da sin recibir nada a cambio. Y el amor comprometido, el amor que está dispuesto a arrodillarse y a lavar los pies de los demás. Para terminar con el amor que conmemoramos cada día en la eucaristía, ese amor del que da la vida por todos nosotros y poder decir todos juntos “Nada podrá separarme de tu amor”.

Vivimos un examen de conciencia, en silencio, buscando en nuestro interior en nuestra relación con Dios, con nosotros mismos y con los demás, las veces que nos hemos equivocado, sabiendo que Jesús lo que quiere por encima de todo es perdonarnos, porque nos quiere felices y el pecado nos aleja de esa felicidad. Nos acercamos al sacramento de la Reconciliación, dejando a los pies de la cruz esas cargas que no nos permiten avanzar. En ese gesto, acompañamos a Jesús en su Vía Crucis, sintiendo en lo profundo su entrega total por amor.

Después, en el silencio del Sábado Santo, nos unimos al dolor y a la soledad de María, su Madre. Rezamos el rosario con gratitud, sabiendo que, en el momento más oscuro, Dios nos la regaló como Madre para siempre.

Finalmente, llegó la gran celebración: la Vigilia Pascual, la fiesta de las fiestas. Celebramos con gozo la Resurrección de Jesús, dejándonos iluminar por la luz nueva, escuchando con el corazón la Palabra, renovando nuestro bautismo con el agua, y alimentándonos con la Eucaristía, signo de vida nueva.

Terminamos este día especial con una Eucaristía en familia, compartida con nuestras familias, sintiendo que la fe se vive y se fortalece en comunidad.

Damos gracias a los sacerdotes que nos han acompañado en esta Pre Pascua, a las Hijas de la Caridad por acogernos como siempre con tanto cariño y estar pendientes de nosotros, a todos los del grupo de confirmación, catequistas y familias por hacer comunidad, por recorrer juntos este camino de Fe.

Damos gracias a Dios por cada momento compartido, por cada gesto, palabra, silencio y sonrisa que hicieron de esta Pre Pascua una verdadera experiencia de encuentro con Jesús Vivo.

Puedes acceder a algunas fotos haciendo clic en la imagen:

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Semana Santa: cuando la esperanza se hace carne

Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial

Los martes del curso 2024-2025, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día: Semana Santa: cuando la esperanza se hace carne (más…)

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Lunes, martes y miércoles santos: pasos callados hacia la entrega

Hay caminos que no se recorren deprisa. Hay días que no se entienden con la razón, sino con el corazón. Al llegar al umbral del Triduo Pascual, la liturgia nos invita a entrar descalzos, con la mirada atenta y el alma dispuesta. Son días de quietud interior, donde todo parece hablar más bajo para que algo profundo en nosotros pueda despertar.

Lunes, martes y miércoles santo no son un simple paso previo hacia lo grande, sino un tiempo en el que Dios se revela en lo pequeño, en lo cotidiano, en lo que parece secundario. Son días en los que se derrama un perfume, se comparte una mesa, se parte un pan. Días en los que el Evangelio se vuelve casa, se hace gesto, se queda.

Una casa que huele a ternura

Hay gestos que no se olvidan. María rompe el frasco de perfume y unge los pies de Jesús con una delicadeza que no se explica, solo se contempla. No hay palabras largas, solo una presencia que se vuelca sin medida. El perfume inunda la casa, como si la ternura pudiera respirarse. A veces, la fe se expresa así: en actos que no buscan ser comprendidos, solo amados. Cada lunes santo, este Evangelio nos susurra al oído que el amor no siempre es útil, pero siempre es fecundo. Nos invita a detenernos, a mirar lo que nos mueve por dentro, a preguntarnos qué fragancia dejamos a nuestro paso. Tal vez hemos olvidado que el corazón también necesita un hogar donde ser acogido, donde pueda derramarse sin miedo.

Miradas que conocen la herida

El martes santo se abre con una mesa compartida y un silencio espeso. Jesús habla de traición, pero no desde la sospecha, sino desde una compasión que ya ha llorado por dentro. No hay acusación en su voz, solo una hondura que reconoce la fragilidad humana. Pedro quiere adelantarse, quiere prometer, asegurar, mantenerse fuerte. Y Jesús lo mira con ternura: “Antes de que cante el gallo…”. Cuántas veces prometemos fidelidad sin medir el temblor de nuestras propias palabras. Este Evangelio nos abraza tal como somos, sin disfraces ni exigencias. Nos recuerda que Jesús no espera perfección, sino verdad. Que no se escandaliza de nuestras sombras, porque ya ha decidido amarnos desde dentro.

Manos que ofrecen el pan de la libertad

En el miércoles santo, las palabras de Mateo nos colocan de nuevo frente a la mesa. Judas vende a Jesús por unas monedas, pero la escena no se congela en la traición. El Maestro sigue partiendo el pan, sigue extendiendo la mano. Cada uno de nosotros ha estado ahí alguna vez, tanteando caminos que prometen y no sostienen. Sin embargo, en esa mesa sigue habiendo sitio. No se nos excluye del banquete aunque hayamos fallado, porque la Pascua comienza justo ahí, en medio de lo incompleto. Este día nos enseña que el amor no se retira, incluso cuando duele. Que la entrega no se negocia, porque nace del deseo profundo de que todos tengan vida.

Un paso más…

Estos tres días abren el corazón al Triduo como quien cruza un umbral sagrado. No se trata de entenderlo todo, sino de dejarse tocar por lo que sucede. El perfume, las miradas, el pan compartido… todo nos prepara para vivir el amor que se queda cuando otros se van. Porque el Evangelio no se explica: se experimenta. Y en este camino, no caminamos solos.

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El discernimiento espiritual: cómo escuchar la voz de Dios

Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial

Los martes del curso 2024-2025, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día: El discernimiento espiritual: cómo escuchar la voz de Dios (más…)

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Quinta semana de Cuaresma: Sembradores de esperanza

Una mirada que restaura

La escena habla por sí sola: una mujer es llevada al centro, expuesta, juzgada, utilizada como argumento. Muchos la miran, pero no todos ven. Jesús, en cambio, no responde con dureza, no entra en su juego. Se inclina, escribe en el suelo, guarda silencio. Su gesto no acusa, crea un espacio nuevo. “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” (Jn 8, 7). Y uno a uno, todos se van.

Esa mujer, sola frente a Jesús, descubre una mirada distinta. Una que no destruye, que no clasifica, que no encierra. Una mirada que levanta. “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?” (Jn 8, 10). Quien ha sido visto así ya no es el mismo. El corazón que ha sido tocado por la misericordia aprende a vivir de otro modo. La esperanza brota cuando el amor se hace carne en un gesto, en una palabra, en una presencia.

La semilla que crece en lo oculto

Sembrar esperanza es apostar por lo que aún no se ve. Es poner una semilla en tierra y creer que algo nacerá. En nuestra sociedad, que tantas veces reclama resultados, quien siembra esperanza confía en lo invisible, cuida lo frágil, acompaña sin invadir. “Los que siembran entre lágrimas cosechan entre cantares” (Sal 126, 5).

La Cuaresma nos invita a esta siembra humilde y fecunda. No hay terrenos estériles cuando el corazón se entrega. Cada gesto cuenta, cada palabra cura, cada silencio habitado se convierte en espacio sagrado. Dios actúa en lo escondido. La esperanza no siempre grita, pero nunca se apaga. A veces basta una presencia fiel, una escucha sin prisa, una mano tendida.

San Francisco de Sales decía: “Una palabra amable tiene poder para derretir corazones de hielo”. El que ha sido amado aprende a mirar con compasión. Y el que ha sido perdonado lleva dentro una ternura que sana. Desde ahí, todo puede florecer.

Una Iglesia que cultiva vida

El Evangelio no llama a condenar, llama a curar. La Iglesia, como cuerpo vivo del Resucitado, está llamada a ser tierra buena, donde cada persona pueda enraizarse, crecer, dar fruto. El juicio paraliza, la misericordia transforma.

Sembrar esperanza es elegir, cada día, la lógica del Evangelio. Es vivir sin levantar muros, sin buscar culpables, sin atrincherarse. Es abrir caminos, acompañar procesos, confiar en lo que Dios está obrando en el corazón del otro. “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mt 9, 13). Ahí está la belleza de nuestra misión: ser reflejo de una ternura que no excluye, que no etiqueta, que no aparta.

Esta semana, la Palabra nos empuja a convertirnos en signo. A sembrar esperanza donde otros solo ven ruinas. A mirar con fe donde todo parece perdido. A caminar con suavidad por las heridas del mundo. Que cada uno de nuestros gestos anuncie que la misericordia siempre tiene la última palabra. Que el paso de Dios, a través nuestro, deje huellas de esperanza en cada corazón que toca.

 

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Esta semana os recordamos..

El viernes 11 de abril a las 18,15, tenemos el viacrucis en el templo.

Iniciamos ahora en cuaresma la Campaña de leche para Cáritas. Agradecemos vuestra generosidad, trayendo litros de leche. Dejarlos en sacristía o despachos parroquiales. (durante la cuaresma)

El domingo de Ramos: las misas serán: a las 10.00, 11.00, 12.00 13.00 y 19.00. A las 11.45 inicia la procesión de Ramos desde el parque de la estación hacia la iglesia para iniciar la misa de 12.00. En todas las misas habrá bendición de ramos.

Los horarios de Semana Santa están a vuestra disposición en la mesita de atrás del templo. Podéis llevar 1 por familia.

Las personas que deseen colaborar en los oficios de Semana Santa, lectores, y colaborar en la preparación. Podéis anotaros en la sacristía. La reunión para preparación de la Semana Santa será el Miércoles Santo a las 19,45 en los salones parroquiales.

Iniciaremos una Misión Parroquial. ¿En qué consiste?

  • Las personas que deseen que visitemos su casa, y hagamos una celebración de la Palabra, pueden anotarse a la salida de misa, en los salones parroquiales y en la sacristía o a la salida de misa, habrá personas anotando.
  • Se trata de que invitéis a amigos o vecinos a vuestra casa, el día y la hora que mejor os venga. Os llamaremos para ponernos de acuerdo en día y hora.
  • Al final en las mesitas hay unos trípticos que podéis recoger con la información detallada.

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Convivencia postcomunión: los tipos de oración

Hay días que no se olvidan, no porque sean extraordinarios a los ojos del mundo, sino porque en lo sencillo se abre un espacio maravilloso de encuentro con Cristo. Así fue el pasado sábado 29 de marzo para los grupos de Postcomunión: un día tejido con juegos, risas, creatividad y oración, donde el colegio Santísima Trinidad se convirtió en casa, capilla y taller del alma.

La jornada comenzó entre gestos y nombres, en un juego que nos recordó que cada uno es único y, al mismo tiempo, parte de un todo que se construye en comunidad. Después, el silencio interior nos reunió en la capilla. Allí compartimos una oración de buenos días, poniéndonos en manos del Señor y dejándonos tocar por su presencia que acoge, escucha y transforma.

Los tipos de oración —Petición, Adoración, Intercesión, Agradecimiento— se convirtieron en hilo conductor de una dinámica que no solo nos ayudó a recordarlos, sino a hacerlos nuestros. A través de murales llenos de color, los niños expresaron cómo imaginan el diálogo con un Dios que se hace cercano, cotidiano, real.

Después seguimos profundizando con una nueva actividad: fuimos escuchando distintas oraciones que debíamos clasificar según su tipo, y también nos animamos a crear las nuestras propias. Un ejercicio que nos invitó a mirar hacia dentro y poner palabras al corazón.

Y como colofón de la mañana, nos enfrentamos al “examen” final: una batería de preguntas que no pretendía medir conocimientos, sino ayudarnos a descubrir cuánto habíamos acogido, cuánto se había sembrado en nuestro interior, cuánto de ese lenguaje de la oración había comenzado ya a formar parte de nuestra manera de vivir.

Por la tarde, una nueva dinámica nos ayudó a seguir caminando juntos: rezamos por nuestros seres queridos, dimos gracias y compartimos con alegría una tarde llena de complicidad y fraternidad. Porque también la amistad puede ser una forma de oración cuando se vive desde el amor.

Cerramos el día con la Eucaristía, celebrada junto a nuestras familias. Fue un momento especial para mostrarles lo que habíamos vivido, lo que habíamos aprendido, y para dar gracias juntos al Señor por tanto recibido.

Fue una jornada de esas que dejan huella. De las que nos recuerdan que evangelizar también es crear espacios donde el alma respira y se ensancha, donde la alegría y la fe caminan juntas. Gracias a los niños de Postcomunión por su entrega y entusiasmo. Gracias a los catequistas y al sacerdote que les acompañan, por hacer posible este camino.

En medio del ritmo acelerado de la vida, vivir un día así es recordar que hay cosas esenciales que sostienen el alma. Y que en cada uno de estos encuentros, Cristo sigue saliendo a nuestro encuentro, silencioso y fiel, como siempre.

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