En este segundo jueves de Pascua, vamos a reflexionar sobre el don de fortaleza, uno de los dones del Espíritu Santo que nos sostiene y fortalece en nuestro caminar diario. Es un momento para recordar que, incluso en medio de las pruebas y los desafíos, no estamos solos. La presencia de Dios nos acompaña, infundiéndonos valor y resistencia para seguir adelante.
La fortaleza no se trata solo de resistencia física o valentía en situaciones difíciles, sino también de una fortaleza interior que nos ayuda a mantenernos firmes en nuestra fe y en nuestros valores, incluso cuando el mundo a nuestro alrededor parece desmoronarse. Es el poder de Dios que nos impulsa a perseverar, a seguir adelante con determinación y esperanza, sabiendo que Dios está con nosotros en todo momento.
En estos tiempos de incertidumbre y cambio, necesitamos más que nunca la fortaleza del Espíritu Santo. Nos enfrentamos a desafíos que ponen a prueba nuestra fe, nuestra resistencia y nuestra capacidad para mantenernos fieles a lo que sabemos que es verdadero y justo. Pero en medio de la turbulencia, podemos encontrar consuelo en el conocimiento de que Dios nos fortalece con su gracia y nos guía con su amor.
Os compartimos la experiencia de Sor Antonia, que sus palabras inspiren a más personas a cultivar la fortaleza espiritual en sus propias vidas y a seguir el ejemplo de amor y servicio desinteresado de Santa Luisa de Marillac y las Hijas de la Caridad.
Fortaleza:
El don de fortaleza del Espíritu Santo es como el fuego que arde en el corazón de personas como Santa Luisa de Marillac y en las Hijas de la Caridad. Al igual que el fuego purifica el metal, este don fortalece el alma para superar los obstáculos y desafíos que se presentan en la vida diaria y en el servicio a los más necesitados.
Personas como Santa Luisa de Marillac, al igual que las Hijas de la Caridad, demuestran una fortaleza inquebrantable al enfrentarse a las adversidades y luchar por la justicia y el amor. Este don les otorga la valentía para estar presentes donde la necesidad es más acuciante, la energía para persistir en la labor de servir a los pobres y la resistencia para no desfallecer ante las dificultades.
En las personas que siguen el ejemplo de Santa Luisa de Marillac y de las Hijas de la Caridad, la fortaleza se manifiesta en su disposición para abrazar los sufrimientos de los demás, en su firmeza al enfrentar la injusticia y en su entrega generosa incluso en los momentos más difíciles. Como Santa Luisa, son personas de acción, llenas de coraje y determinación para llevar el amor de Cristo a los rincones más oscuros y necesitados del mundo.
Que el don de fortaleza del Espíritu Santo siga encendiendo el fuego del amor y el servicio en los corazones de quienes se inspiran en Santa Luisa de Marillac y en las Hijas de la Caridad, inspirándoles a seguir su ejemplo y a ser testigos vivos del amor de Dios en el mundo.
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