Este año el Domund vuelve a recordarnos algo muy sencillo y muy grande a la vez: que todos somos parte de la misión que Dios confía a su Iglesia. No se trata solo de quienes cruzan océanos o aprenden lenguas nuevas para anunciar el Evangelio. También forma parte de la misión quien reza desde su casa, quien comparte lo poco que tiene, quien ofrece su trabajo o su tiempo con amor. La esperanza que el mundo necesita comienza en esa disponibilidad pequeña que Dios transforma en vida para muchos.
El lema de este año, Misioneros de esperanza entre los pueblos, nos habla de la fuerza del Evangelio cuando se hace gesto. Hay misioneros que enseñan a leer, otros que acompañan enfermos, otros que construyen comunidad donde la soledad pesa demasiado. Todos ellos son testigos de una esperanza que no depende de las circunstancias, porque nace de la certeza de saberse amados por Dios. Allí donde llegan, florece algo nuevo: una escuela, una sonrisa, una confianza recuperada. En ese brote silencioso, Cristo vuelve a hacerse presente.
Celebrar el Domund es agradecer esa entrega, pero también dejar que nos interpele. Cada uno, desde donde está, puede ser misionero de esperanza: en la familia, en el trabajo, en la parroquia, en los encuentros de cada día. Basta con mirar al otro con ternura, escuchar con paciencia y acompañar sin prisa. La misión empieza cuando nos dejamos tocar por el amor de Dios y permitimos que ese amor pase a través de nosotros.
Este 19 de octubre, al celebrar el Domund, pensemos en todos los que anuncian el Evangelio con su vida. Recemos por ellos, apoyémoslos y dejemos que su ejemplo nos anime a vivir también nuestra fe con alegría. La esperanza no se enseña con palabras, se transmite viviendo, y cuando el corazón se abre, Dios encuentra caminos nuevos para llegar a todos.
El Domund nos invita a ponernos en oración y en acción, a convertir nuestras manos en instrumento de Dios y nuestros pasos en testimonio de un amor sin fronteras. La esperanza es ese viento suave que, sin hacer ruido, impulsa la barca del Evangelio hacia cada rincón donde late un deseo profundo de verdad y de paz.
Porque la esperanza no es un sueño lejano: es el presente que Dios regala a quien se atreve a vivir creyendo, amando y sirviendo sin esperar recompensa. Ser misioneros hoy es dejar que ese don, que siempre nace de lo alto, desborde en nosotros y ayude a otros a descubrir la alegría infinita de ser hijos y hermanos.
Os recordamos que la colecta del 19 de octubre está destinada a las misiones. Es nuestra manera concreta de aportar un granito de arena para sostener la labor de tantos misioneros que sirven en los países más pobres.
Enlaces de interés:
• Mensaje del Papa para la Jornada Misionera Mundial 2025
• Página oficial del Domund (con todos los materiales)

