Avisos

Carta pastoral del cardenal Cobo al inicio del curso 2025-2026

La Iglesia de Madrid emprende un nuevo curso pastoral con el corazón abierto a la acción de Dios en medio de su pueblo. La carta pastoral de inicio de curso de nuestro arzobispo, el cardenal José Cobo, nace para acompañar lo que ya palpita en la vida de tantas comunidades y en las historias sencillas de quienes, desde lo cotidiano, sostienen la esperanza, se entregan a procesos de crecimiento y cuidan la vida con fidelidad perseverante; se trata de una palabra que acompaña desde dentro.

En sus páginas resuena la invitación a caminar con esperanza renovada tras el Jubileo, fijando las prioridades que orientarán el año pastoral. La carta se convierte en un gesto de comunión, en una palabra compartida, que surge de la escucha y se ofrece como impulso para seguir avanzando en unidad.

El texto señala varias claves que emergen del discernimiento y de la realidad concreta de la diócesis: la implantación del catecumenado de adultos como camino de maduración en la fe; la formación integral del laicado como pilar que fortalece la corresponsabilidad y la misión bautismal; la preparación de la Asamblea Presbiteral como ejercicio de comunión y escucha; el impulso de la pastoral juvenil y vocacional en el horizonte de la próxima beatificación de los seminaristas mártires; y la reorganización territorial de la archidiócesis como signo de cercanía y servicio. Con todas ellas se dibuja una mirada pastoral que busca encarnarse en lo concreto, sostenida siempre por la esperanza.

La carta invita a respirar con calma, a discernir con hondura y a cuidar los brotes que el Espíritu hace surgir en la vida diaria. Cada comunidad es llamada a reconocer los dones que ya posee, a valorarlos y a ponerlos al servicio de la misión común. En esa hondura donde el Evangelio se hace carne en lo sencillo, en lo oculto y en lo cotidiano, se cultiva la verdadera fecundidad eclesial.

Este curso pastoral se abre con un espíritu de confianza: cada parroquia, cada comunidad y cada vocación encuentra en estas palabras un respiro y una llamada a seguir caminando juntos, con los ojos atentos, con el corazón disponible y con la certeza de que la Esperanza se hace visible allí donde el pueblo de Dios vive unido, compartiendo la fe y sirviendo con alegría.

Puedes leer aquí íntegra la Carta Pastoral para el inicio del curso

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Y tú, ¿de qué vive tu corazón?

Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial

Los martes del curso 2025-2026, continuando con el proyecto que iniciamos el curso pasado, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día: Y tú, ¿de qué vive tu corazón?

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Volver con alma: cuando la rutina se convierte en oportunidad

Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial

Los martes del curso 2025-2026, continuando con el proyecto que iniciamos el curso pasado, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día: Volver con alma: cuando la rutina se convierte en oportunidad

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Jornada de ayuno y oración por la paz

El Papa León XIV ha convocado para este viernes 22 de agosto, memoria litúrgica de Santa María Reina, una jornada de ayuno y oración por la paz. La fecha no es casual, porque la Virgen es invocada como Reina de la Paz y Madre de todos los creyentes, y en ella se concentran las lágrimas y los anhelos de un mundo herido por tantas guerras. En el Aula Pablo VI, durante la audiencia general, el Santo Padre recordó que la verdadera fuerza del creyente nace en el corazón que ora y que se entrega, porque la oración abre caminos donde la violencia levanta muros, y el ayuno purifica las intenciones para que la súplica sea auténtica. León XIV invitó a cada fiel a unirse a esta llamada universal, pidiendo al Señor que conceda paz y justicia, que sostenga a los que sufren en Ucrania, en Tierra Santa y en tantas regiones golpeadas por la guerra, y que se enjugue cada lágrima como signo de consuelo.

En la catequesis, el Papa profundizó además en el arte del perdón, recordando que solo quien perdona abre la puerta a la paz, porque el perdón libera, sana y evita que el mal se multiplique en cadenas de resentimiento. Con palabras dirigidas a peregrinos de diversas lenguas, insistió en que esa gracia es requisito para toda convivencia duradera, tanto entre pueblos como en las familias, y pidió incluir en las oraciones la súplica por una paz desarmada, fruto de corazones reconciliados.

Este 22 de agosto, la Iglesia entera está invitada a detenerse, a transformar una jornada ordinaria en un altar interior de intercesión, y a dejar que la Virgen María, Reina de la Paz, nos enseñe a mirar el mundo con esperanza. Será un día para unir ayuno y oración como ofrenda sencilla y poderosa, uniendo las manos en el clamor de toda la humanidad que busca consuelo y encuentra en Dios la certeza de un horizonte nuevo.

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La Iglesia en España

La Iglesia en España es una comunidad de hombres y mujeres que, con sus dones y su vida, responden a la llamada de Jesús. En cada diócesis, en cada parroquia, en cada obra de servicio late el mismo deseo: anunciar el Evangelio, celebrar la fe y ayudar a quienes más lo necesitan. Lo que aquí compartimos son rostros, historias y realidades que muestran cómo la esperanza se hace visible y cómo el amor de Dios se encarna en obras concretas.

ANUNCIAMOS
En toda España, la Iglesia sigue siendo voz viva que proclama la Buena Noticia de Jesús. Setenta diócesis, 22.921 parroquias y una gran familia formada por 119 obispos, 15.285 sacerdotes, 587 diáconos permanentes, 7.791 religiosos, 24.740 religiosas y 7.664 monjes y monjas de clausura ponen su vida al servicio del Evangelio. Más de 81.000 catequistas y un millón de laicos comprometidos anuncian a Cristo en colegios, universidades, grupos parroquiales, cofradías y familias en misión. La llamada de Jesús se extiende más allá de nuestras fronteras gracias a 9.932 misioneros presentes en 135 países, llevando esperanza allí donde más se necesita. Cada anuncio es un testimonio vivo de que la fe se comparte con obras y con palabras que nacen del corazón.

CELEBRAMOS
Nuestra fe es celebración de la presencia de Dios en medio de su pueblo. En el último año, 152.426 personas recibieron el bautismo, 162.580 celebraron su primera comunión, 107.153 fueron confirmadas y 33.500 parejas unieron sus vidas en matrimonio. También 26.120 enfermos recibieron la unción que reconforta y fortalece. La Eucaristía, celebrada a diario en nuestras parroquias, es el centro que nos une y envía. La tradición se hace camino en las grandes peregrinaciones, como el Camino de Santiago con más de 446.000 peregrinos, y en las fiestas que llenan de fe y belleza nuestras calles, desde las procesiones de Semana Santa hasta las festividades patronales. Cada sacramento y cada celebración es un encuentro real con Cristo que transforma la vida y renueva la esperanza.

AYUDAMOS
La caridad es la huella visible del amor de Dios. La Iglesia en España acompaña a 3.865.437 personas a través de 8.888 centros sociales y asistenciales: hospitales, residencias, comedores, programas de empleo, atención a migrantes, apoyo a la infancia y cuidado de quienes viven en soledad. Cáritas moviliza 71.437 voluntarios que atienden a 1.327.298 personas y Manos Unidas suma 6.498 voluntarios que llegan a 1.222.835 beneficiarios. La ayuda es también promoción de la dignidad: educación para 1.498.182 alumnos en 2.536 centros católicos, 36.686 profesores de religión acompañando a casi tres millones de estudiantes y 17 universidades de inspiración cristiana con más de 148.000 alumnos. Cada gesto de servicio, cada hora de voluntariado, cada recurso invertido es una puerta abierta para que el amor de Cristo llegue a todos, especialmente a los más vulnerables.

Esta es la Iglesia que somos: una comunidad que anuncia con alegría, celebra con gratitud y ayuda con ternura. Cada cifra cuenta una historia, cada nombre refleja un rostro, cada gesto es un eco del Evangelio. Todos formamos parte de esta misión, y todos somos llamados a seguir escribiendo, juntos, la página viva del amor de Dios en nuestro tiempo.

Puedes descargarte el resumen gráfico de la acción de la Iglesia Católica en España

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Santiago camina con nosotros (Fiestas 2025)

Cada año, al llegar estas fechas, la parroquia se transforma en hogar de fiesta, en tierra sagrada que se abre para acoger a su patrón, Santiago Apóstol, testigo de fuego y caminante del Evangelio. Celebramos una presencia viva que sigue animando nuestra fe, que sigue empujándonos a caminar con hondura, con coraje, con esperanza.

Así el pasado 22 de julio, al despuntar la tarde, los rostros se reunían en torno a la imagen del Apóstol en su ermita. Allí empezó el primer paso visible de este encuentro: el traslado de Santiago hasta nuestro templo parroquial. Una procesión que no solo trasladaba la imagen, sino que encendía corazones, unía generaciones y recordaba a todo el pueblo que hay caminos que andar juntos, con gratitud, con memoria. Con cantos y oraciones, su imagen recorría nuestras calles, y su caminar sencillo, apoyado en la devoción de nuestro pueblo, transmitía la fuerza de la imagen de un pueblo que se reconoce en él una raíz firme: una señal que orienta. Un compañero que anima.

Durante los días siguientes, del 22 al 24, el templo se llenaba de encuentro silencioso y palabra compartida. Tres jornadas de triduo como si fueran tres etapas del alma. Donde fuimos invitados a mirar hacia dentro. A escuchar la voz de Dios que sigue llamado como un susurro firme. El primer día, de la mano de D. Luis Murillo, nos acercábamos a contemplar la fe que nace del encuentro. El segundo, con D. Óscar Tineo, abríamos nuestro corazón a la llamada del seguimiento. Y el tercero, con D. Apolinar del Corral, reconocíamos en Santiago a aquel que se deja decretar para anunciar con la vida. En cada celebración, la Cofradía de Santiago ofrecía su gesto: presencia. Fidelidad discreta. Oferta humilde de servicio que sostiene y embellece la vida parroquial.

El día 25, solemnidad del Apóstol, nos reunimos en comunidad para dar gracias. La Eucaristía la presidió Mons. D. Vicente Martín Muñoz, obispo auxiliar de Madrid, siendo concelebrada por varios sacerdotes. Todo en esa celebración respiraba unidad: la preparación cuidada por el equipo de liturgia. La participación compartida con los diferentes grupos parrroquiales… Los cantos de corazón del coro… Los símbolos que hablaban al alma. Fue una misa para recordar no por su grandiosidad externa, sino por su hondura compartida: por la certeza de sabernos parte de algo más grande, de algo mayor, de altar que permanece. Antes de la bendición final, las cofradías, casas regionales y peñas se acercaban al santo para ofrecerle el tradicional presente como signo de acción de gracias. En cada ofrenda se entrelazaba la devoción y la identidad, la historia de cada grupo y el deseo de que la fe sea signo que une, que dignifica, que enriquece.

Después, la procesión recorría algunas calles del municipio, llevando la imagen del Apóstol entre aplausos, oraciones, emociones contenidas…. Y finalmente llegaba el momento de la acogida: con el mismo mimo con que todo empezó, el Apóstol era recogido en su ermita.

Hoy, desde el silencio que sigue a la fiesta, reconocemos que Santiago no solo ha sido celebrado, ha sido acogido, ha caminado con nosotros, ha estado entre su gente. Y nosotros, una vez más, hemos sido sostenidos por su intercesión, alentados por su ejemplo.

Que la fiesta no se quede en los días que ya pasaron, que siga latiendo en nuestras decisiones, en nuestras palabras, en nuestro mirar y vivir la fe. Porque cuando un pueblo celebra con verdad, no clausura una fiesta, enciende una promesa. Cristo nos envía. Santiago nos guía. El camino sigue.

Podéis ver algunas fotos en nuestro Flickr:

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Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores

El 27 de julio de 2025, la Iglesia se detiene para celebrar la V Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, un día que ya ha echado raíces en la vida de muchas comunidades y que este año se abre con la voz serena del papa León XIV, quien ofrece por primera vez su palabra en esta ocasión. El mensaje, enmarcado en el Año Jubilar de la Esperanza, se deja guiar por un versículo que no describe una emoción, sino que revela una forma de habitar la vida: “Feliz el que no ve desvanecerse su esperanza.” Esta esperanza no surge de un instante, ni depende del resultado. Crece desde dentro, se cultiva en lo escondido, se fortalece en el paso del tiempo y se reconoce en quienes han vivido mucho y aún sostienen. Hay una hondura que no necesita explicarse, porque se manifiesta en gestos pequeños, en la manera de cuidar lo cotidiano, en la presencia fiel que ha aprendido a acompañar sin invadir, a callar sin rendirse, a dar sin esperar aplauso.

Muchos mayores han tejido su historia en silencio, con manos que han trabajado, con palabras que han consolado, con oraciones que han sostenido lo invisible. Sus vidas han sido semilla, raíz, cimiento. En sus rostros se refleja una luz que no proviene del entusiasmo, sino de la constancia. Han esperado con paz, han amado con perseverancia, han creído incluso en medio de pérdidas y despojos. Esa forma de vivir no se improvisa. Es fruto de una sabiduría encarnada, de una fe que ha atravesado muchas estaciones, de una mirada que ya ha aprendido a distinguir lo verdadero. Cada uno, desde su lugar, continúa entregando lo esencial: tiempo, ternura, memoria, bendición.

Esta Jornada invita a volver hacia ellos con sencillez y con verdad. A permanecer junto a quienes han permanecido. A escuchar sin corregir. A reconocer en cada persona mayor una presencia que sigue generando sentido. El Jubileo de la Esperanza nos recuerda que el encuentro transforma cuando se da sin prisa, cuando brota del deseo de compartir lo profundo. En la visita a un anciano, en la conversación que recupera una historia, en la mano que se ofrece sin plan previo, hay un resplandor que nace del Evangelio vivido. En ese espacio compartido, se revelan muchas veces respuestas que no llegan por vía intelectual, sino desde una relación que ha aprendido a mirar sin pedir explicaciones.

La esperanza que celebramos no es abstracta ni teórica, tiene nombre, tiene cuerpo, tiene arrugas y temblores, tiene silencios largos y pasos lentos, tiene una forma de amar que se ha purificado con los años y ahora irradia desde la sencillez. Por eso la Iglesia se acerca, no para recordar lo que fue, sino para acoger lo que sigue siendo fecundo. Cada persona mayor que vive desde el amor deja una herencia viva. No se entrega como quien finaliza una etapa, sino como quien sigue generando vida desde un lugar más profundo. Celebrar esta Jornada es dejarse alcanzar por esa herencia, recibirla sin miedo, y aprender, por fin, a vivir más despacio, más despiertos, más humanos.

Os compartimos algunos materiales para la V Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores:

 

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Campamento parroquial

Últimos días

Último día ya viendo santos y virtudes con Chiara Badano y la prudencia, empezando con la oración del día y encomendando todo a nuestra madre la Virgen María.

Después del desayuno que nos llenó de energía empezamos la catequesis viendo como Chiara luchó contra su enfermedad y siguió en el camino de la Fe y Esperanza utilizando la prudencia en todas sus decisiones.

Después de catequesis tocó preparar la gran velada de despedida, la fiesta!! Entre todos hicimos dibujos y decoración con cosas del campamento que nos habían gustado. Y terminamos con las dedicatorias entre nosotros que hacen que nos llevemos un pedacito de nuestros amigos.

Para cenar tuvimos una comida especial de fiesta: ¡hamburguesas y helado! Y rápidamente nos tuvimos que preparar para la fiesta poniéndonos los disfraces de Disney.

Ya en nuestra última velada, fuimos presentando nuestros bailes, teatros que habíamos preparado por la tarde y al terminar disfrutamos de la fiesta.

Tras esto nos fuimos a descansar con el corazón agradecido.

Hoy hemos ido de vuelta a casa, con muchas ganas de ver a nuestros padres pero a la vez con tristeza porque se acaba el campamento.

Celebramos misa con la comunidad y después celebramos los frutos del campamento con la entrega de diplomas y de regalitos.

Todos estamos tan contentos como cansados y listos para otro año más de campamento de postcomunión en la parroquia de la Santísima Trinidad de Villalba.

Podéis ver las fotos en nuestro Flickr:

Día 7: Domingo Savio – Caridad

Séptimo día en El Colladito, y la alegría sigue intacta. El amanecer nos encuentra reunidos una vez más en el oratorio, con el corazón centrado en el Señor y con el deseo de seguir creciendo por dentro. Hoy nos acompaña Domingo Savio, un joven santo que supo vivir con intensidad la virtud de la caridad. En él descubrimos que el amor no se improvisa, se elige, se cuida, se entrega con delicadeza y con fuerza.

Después de la oración, como cada día, estiramos el cuerpo al ritmo de la música y las voces alegres que van despertando el campamento. Ya es costumbre empezar así, moviéndonos con ganas, para que el día arranque con energía compartida. El desayuno fue abundante, bien recibido y muy comentado, porque sabíamos que el día venía lleno.

La catequesis de la mañana nos centró en lo esencial: las obras de misericordia, la caridad hecha gesto. Hablamos de cómo cada acto de amor construye el Reino de Dios. Se compartieron ejemplos sencillos, cercanos, vividos, que nos ayudaron a entender que amar no siempre es fácil, pero sí es posible cuando se hace con verdad.

Después de la catequesis, salimos hacia la piscina. El calor apretaba y el plan no podía ser mejor. Chapuzones, juegos, momentos de descanso bajo el sol, conversaciones que fluyen con naturalidad entre risas y carreras. Almorzamos allí mismo, con helado incluido, y fue uno de esos ratos que quedan como recuerdo sin necesidad de decir demasiado.

Por la tarde, al volver a casa, hicimos un taller que dejó huella. Cada uno escribió una carta a una persona querida que ya está en el cielo. Fue una manera de vivir con hondura la obra de misericordia que nos invita a enterrar a los difuntos, no solo con el cuerpo, sino también con el alma. Las cartas fueron personales, sinceras, sin fórmulas. Palabras que nacen de lo vivido, de lo agradecido, de lo que aún duele o acompaña.

La Santa Misa fue el momento central del final del día. El grupo entero participó con una actitud que mereció ser destacada. El Padre Apolinar, en la oración de la noche, nos pidió que transmitiéramos a las familias el testimonio de respeto y recogimiento que mostraron todos durante la celebración. Fue un gesto hermoso que no se improvisa. Sale de dentro.

Y como broche, llegó la velada del terror. Con todo lo que eso implica: ambientación cuidada, pruebas, sustos, algún grito, muchas risas, carreras y emociones compartidas. Cerramos la jornada cansados pero alegres, como quien sabe que ha vivido bien, en grupo, en clave de campamento, con cada parte del día tejida con cariño.

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Día 6: Santa María Goretti

Sexto día en El Colladito, y cada cosa empieza a vivirse con un eco más hondo, como si ya estuviéramos caminando por dentro del final, no con tristeza, sino con gratitud serena. Volvimos a empezar el día en el oratorio, como cada mañana, en esa cita silenciosa con Dios que da sentido a todo lo demás. Esta vez acompañados por la figura de Santa María Goretti, pequeña en edad pero inmensa en pureza, testimonio limpio de templanza y fortaleza unidas en lo profundo. Hablamos de ella, la invocamos, nos dejamos tocar por su ejemplo callado, y pedimos al Señor que también en nosotros la virtud de la templanza sea fuerza discreta, firmeza en el alma, equilibrio para vivir desde el centro.

Después de la oración, como ya se ha vuelto costumbre, salimos a estirar el cuerpo, a respirar hondo, a dejar que la mañana nos encuentre despiertos por dentro y por fuera. Hicimos gimnasia entre risas y bostezos, y tras mover un poco el esqueleto, desayunamos con ese gusto sencillo que tiene el pan cuando se comparte con hambre de grupo, con hambre de vida, con hambre de seguir.

La catequesis de hoy fue de las que dejan huella. No porque se dijeran grandes frases, sino porque se tocó un tema que nos atraviesa a todos: la pureza del corazón, la templanza en una vida que a menudo tira de nosotros hacia extremos que nos desequilibran. No hablamos desde fuera, ni desde ideas prestadas, sino desde lo que vivimos, desde lo que cuesta elegir el bien, desde lo que significa sostenerse fiel cuando todo empuja. María Goretti no fue solo una historia lejana, fue espejo y pregunta: ¿desde dónde vivo yo? ¿Qué ordeno? ¿Qué cuido? ¿Qué entrego?

Y cuando aún resonaban esas preguntas, llegó el anuncio inesperado que encendió el comedor entero: por la tarde íbamos a disfrutar de las tirolinas. Solo con oírlo se desató una alegría contagiosa, esa que solo brota cuando lo bueno sorprende y se regala sin esperarlo. Así fue la tarde: tirolinas, escalada, tiro con arco, y esa energía limpia de quienes se atreven, se animan, se ayudan, se ríen sin forzar, se vencen por dentro en silencio mientras cruzan cuerdas o saltan vacíos. Fue una tarde de movimiento, pero también de conexión: con uno mismo, con los demás, con esa parte de nosotros que se atreve.

La cena nos reunió con el cansancio en el cuerpo y la alegría en el rostro, y nos preparó para el momento más profundo del día: la velada de adoración. Entramos al oratorio como quien entra descalzo, con una mezcla de respeto, deseo y necesidad. Jesús, expuesto en el Santísimo, nos esperaba. El Padre Luis nos acompañó en ese silencio, y fue precisamente el silencio lo que más habló. Cada uno, a su ritmo, dejó que el día se rindiera ante Él.

Terminamos el día como lo habíamos empezado, en manos del Señor, pero ahora con algo más dentro: la certeza de que el corazón solo descansa cuando se encuentra con la Verdad. Y con esa paz nos fuimos a dormir. Mañana aún queda campamento, pero hoy ya se ha quedado dentro para siempre.

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Día 5: San Esteban Protomártir – Fortaleza

Quinto día en El Colladito. Comenzamos, como cada mañana, en el oratorio, poniéndonos en manos del Señor. Allí descubrimos al santo y la virtud del día: San Esteban Protomártir, que con su vida nos muestra el verdadero rostro de la fortaleza. No una fuerza altiva ni agresiva, sino esa firmeza interior que sostiene la fe incluso cuando todo alrededor se desmorona. La fortaleza que no grita ni presume, pero no retrocede. La que no se impone, pero permanece. La que brota del corazón que se sabe enraizado en Dios.

Después de la oración, salimos a estirar el cuerpo. Ya se ha vuelto parte del ritmo del campamento: movernos, sacudir el sueño, reírnos juntos, dejar que el cuerpo se despierte mientras el alma sigue en marcha. El desayuno, una vez más, fue abundante y compartido, lleno de voces que ya forman parte del paisaje. Al terminar, volvimos a recoger el comedor entre todos, dejando todo listo y preparado para la comida. Porque también ahí, en lo pequeño, se aprende a vivir con orden, con cuidado y con sentido de comunidad.

Fue un día especial, marcado por la oportunidad de confesarnos. Por la mañana hicimos un examen de conciencia y un rato de desierto. Cada uno encontró su espacio, su tiempo, su forma. Silencio verdadero, de ese que no pesa, sino que deja espacio para lo que importa. Después celebramos la Eucaristía, presidida por Luis, Apolinar y Óscar, que subieron para acompañarnos y se quedaron a compartir también la comida con nosotros. Fue una misa serena, honda, vivida sin prisas, que dejó dentro una paz que no hacía falta explicar.

Por la tarde, los monitores retomaron el valor del día, ayudándonos a profundizar en la figura de San Esteban. A través de su testimonio comprendimos que la fortaleza cristiana no se basa en aguantar por aguantar, ni en resistir por orgullo, sino en confiar sin ceder al miedo, en permanecer sin endurecerse, en seguir creyendo cuando todo empuja a rendirse. Una fortaleza que no nace de uno mismo, sino de saberse sostenido.

Después llegó la gymkana de agua, que ya se ha convertido en un clásico. Lo dimos todo. Nos empapamos sin excepción, corrimos, gritamos, nos reímos como si el día no tuviera final. La alegría era tan contagiosa como el agua, y ese momento compartido volvió a recordarnos que el juego también une, que el cuerpo también reza cuando se ríe.

Por la noche tuvimos una velada especial por el pueblo. Recorrimos distintas paradas en grupo, descubriendo los «ingredientes» que hacen posible una fortaleza verdadera: la paciencia que sostiene cuando algo tarda, la constancia que no se rinde al cansancio, la capacidad de superarse sin compararse, la valentía de dar un paso cuando no hay garantías, la resistencia frente a las tentaciones pequeñas y grandes que cada uno conoce bien. Fue una dinámica sencilla, pero llena de contenido. Lo que parecía un juego terminó siendo una forma concreta de nombrar lo que ya habíamos empezado a vivir.

Y como siempre, cerramos el día en el oratorio. Volvimos a sentarnos en silencio, a ponernos en manos de Dios, a agradecer lo vivido sin necesidad de decirlo todo en voz alta. La jornada quedó ofrecida, el cansancio fue oración, y el descanso una respuesta. Mañana será un nuevo día. Y lo volveremos a empezar con Él.

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Día 4: San José – Justicia

El cuarto día del campamento en El Colladito empezó como cada jornada verdadera: en el oratorio, en manos del Señor. Allí nos dejamos abrazar por su presencia antes de que todo comenzara. En ese silencio temprano descubrimos al santo y la virtud del día: San José y la justicia. No la que juzga ni la que pesa, sino la que nace del corazón cuando uno sabe cuidar, proteger, entregar lo que hace falta sin pedir nada a cambio. San José nos miraba desde su lugar, silencioso como siempre, enseñándonos sin decir palabra.

Después de rezar, salimos a mover el cuerpo. Estiramos con ganas, sacudiendo el sueño, activando poco a poco el ritmo de un día que ya se anunciaba lleno. El desayuno estaba riquísimo, pero más aún lo fue compartirlo, como siempre, entre bromas y charlas. Y tras el desayuno, recogimos el comedor con la misma naturalidad de quien entiende que cuidar también es parte de la alegría.

Los monitores nos presentaron el valor del día con claridad. Hablamos de justicia, pero no con grandes definiciones, sino con la vida misma. Durante la catequesis comprendimos que ser justos es mirar bien, es escuchar con atención, es saber qué necesita el otro más allá de loque pide. Nos fuimos dando cuenta de que hay una forma de justicia que se parece mucho a la misericordia, y que Dios la vive con nosotros cada día.

Al terminar, hicimos un taller especial: escudos de madera, como los que quizá habría tallado el mismo San José en su taller de Nazaret. Cada uno fue dando forma al suyo, pintando, decorando, dejando en él algo personal, algo que hablaba de dentro. Fue un rato sereno, bonito, en el que también las manos rezaban sin darnos cuenta.

Después de comer llegó la parte más divertida del día: la gymkana de agua. No quedó nadie seco. Corrimos, reímos, nos empapamos y disfrutamos sin freno. Fue un momento de alegría libre, de esos que unen sin esfuerzo, que sueltan, que sanan.

Pero si la gymkana fue lo más divertido, lo más importante del día fue la Eucaristía, celebrada por el Padre Luis. Allí fuimos recogiendo los hilos de lo vivido: la fe con Abraham, la esperanza con Moisés, la justicia con San José. Cada día una palabra. Cada santo un espejo. Y en medio de todo, nosotros, en camino.

D. Luis se quedó a compartir la cena con nosotros, con esa cercanía sencilla que sabe estar sin imponerse. Luego tuvo que marcharse, justo antes de que comenzara la velada del furor. Y qué bien lo pasamos. Bailamos, gritamos, cantamos a todo pulmón las canciones que nos pusieron los monitores, dándolo todo en la competición, dejando la vergüenza lejos, celebrando juntos como si nada más importara.

Y al final, como al principio, volvimos al oratorio. En silencio, en paz, agradecidos. Le dimos gracias al Señor por los frutos del campamento, por lo visible y lo escondido, por todo lo que, sin darnos cuenta, se nos estaba quedando grabado dentro. Y entonces, sí: a dormir.

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Días 3: Moisés – Esperanza

Comienza un nuevo día en Collado Mediano, ya es el tercero y, nuevamente, nos ponemos en manos del Señor. Nos dirigimos todos a la capilla para hacer una oración, poniendo el día en manos de Dios y descubriendo la nueva virtud del día: la Esperanza de la mano del santo Moisés.

Con el corazón entregado al Señor, nos movemos un poquito para activarnos y seguir con energía. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que bailando?

Después de disfrutar de un suculento desayuno, recogemos el comedor por grupos de referencia.

Nos reunimos en la sala grande donde los monitores presentaron mediante un vídeo a Moisés con diferentes fragmentos de su vida que nos va a ayudar a conocer más sobre su vida. Después, nos fuimos a las catequesis para compartir y seguir aprendiendo sobre esta importante virtud.

Al terminar las catequesis, fuimos a la piscina que tenemos la suerte de tener en casa para refrescarnos un poco y divertirnos también.

Lo siguiente fue la parte más importante del día, la Eucaristía, que ofició el padre Óscar quedándose a comer.

Después del tiempo libre estuvimos aprendiendo más sobre los mandamientos y las tablas de la ley. Primero con una gymkana sobre cada uno de los diez mandamientos y luego con un taller donde tanto niños como monitores hicimos nuestras tablillas de piedra.

Finalmente acabamos con la velada de los santos, donde algunos de los más famosos como San Juan de la Cruz, San Francisco de Asís, María Magdalena o Santa María de la Cabeza nos ayudaron a averiguar quién fue el primer santo de la historia, San Dimas, el buen ladrón.

Terminamos el día como empezamos, en manos del Señor y ¡a dormir!

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Día 2: Abraham – Fe

El domingo 13 comenzamos el día en El Colladito de la mejor manera posible: poniéndonos en manos del Señor! Nos dirigimos todos a la capilla para hacer una oración en la que nos presentaron el santo y la virtud que íbamos a trabajar durante el día, en este caso Abraham y la Fe.

Tras la oración nos dirigimos a desayunar para reponer fuerzas y comenzar el día.

Tras difrutar de un riquísimo desayuno le tocó recoger a uno de los grupos de referencia y preparar el comedor para la comida.

A continuación vimos un video de Abraham todos juntos para conocer más su historia, nos dividimos por grupos de catequesis para trabajar junto a la historia de Abraham la Fe. Terminada la catequesis, nos preparamos rápido para ir todos juntos a la parroquia de Collado Mediano a celebrar la eucaristía junto a la comunidad, nos recibieron y cantamos para acompañar a los feligreses en la eucaristía.

Al terminar la eucaristía nos fuimos a la casa pero antes hicimos una parada para pasar un buen rato en el parque, jugando, hablando, riendo.

Al llegar a la casa nos esperaba una comida deliciosa: arroz con huevo frito, tomate y filete de lomo, preparada por nuestras maravillosas cocineras. Esta comida nos llenó de energía para el resto del día.

Después de comer tuvimos nuestro deseado tiempo libre para jugar y reir con los amigos.

En el taller y la actividad nos lo pasamos genial, aprendiendo sobre el viaje de Abraham hasta la tierra prometida haciendo nuestros propios mapas.

Tanto juego y correr nos dio hambre así que pasamos a la merienda, una fruta y un bocadillo.

Ya merendados estábamos listos para las duchas y cenar más tarde. Tras la cena tuvimos un momento de juegos y diversión para luego finalizar el día como lo empezamos, en manos de Dios, recordando todo lo que habíamos hecho y pidiendo por los frutos del campamento.

¡Seguimos con la aventura!

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Día 1

Hoy hemos comenzado el campamento parroquial con nuestros niños. ¡Ya solo decirlo emociona! Después de tanto preparar, de tantos nervios y tantas ganas, por fin ha empezado esta aventura que llevamos tiempo soñando.

El lema que nos acompaña estos días es claro, sencillo y profundo: Jesús, amigo que nunca falla, lo decimos como quien confía, como quien se lanza sabiendo que hay una mano que sostiene. La mañana empezó con una Eucaristía en nuestra parroquia. Fue un momento especial, nuestro párroco, nos envió en nombre de toda la comunidad, y ver a tantas familias acompañando fue el mejor comienzo que podíamos tener. Cantamos juntos la canción del campamento, y muchos la tarareaban ya al salir. Era como si el corazón entendiera antes que la cabeza lo que estábamos empezando a vivir.

Después vinieron las despedidas, y con ellas, la emoción. Mochilas al hombro, fotos, abrazos, y esa mezcla de nervios y alegría que solo se siente cuando algo importante está por empezar. Nos fuimos en tren hasta Collado Mediano. El viaje fue corto, pero sirvió para empezar a mirar alrededor, para descubrir con quién íbamos, para abrir el alma sin darnos cuenta.

Al llegar, nos instalamos en las habitaciones, con ese bullicio tan nuestro, entre risas, puertas que se abrían, camas por hacer y voces que se iban entrelazando. Comimos bocadillos sentados en círculo, como si llevaran días conociéndose. Fue bonito ver cómo, sin forzar nada, todo empezaba a fluir.

Por la tarde presentamos el campamento, nuestro lema, ‘Jesús, amigo que nunca falla’ explicamos qué haremos, cómo cuidarnos, cómo convivir, cómo hacer que esto sea mucho más que unos días fuera de casa. Repartimos los grupos de referencia, y cada uno empezó a encontrar su sitio. Merendamos, nos duchamos, y después, con los juegos, llegaron las carcajadas. Había ganas de disfrutar, de dejarse llevar, de empezar de verdad.

La cena fue tranquila. Cada grupo compartió mesa y conversación, y ya se notaba un clima distinto, como si todo empezara a encajar. En la velada nos presentamos oficialmente: nombre del grupo, lema, canción. Lo preparamos con cariño, con ilusión. Fue un momento sencillo, pero lleno de verdad.

Finalmente, nos fuimos a dormir, con el corazón lleno de gratitud y el cuerpo dispuesto a descansar, para así reunir fuerzas para el emocionante día siguiente. Que este campamento siga siendo una oportunidad para fortalecer nuestra fe, crear lazos de amistad y sentir siempre que Jesús, es el amigo que nunca falla.

Gracias a quienes hacéis posible que esto sea real. Seguiremos contando lo que vivimos, porque lo que estamos viviendo merece ser contado. Jesús está con nosotros. Y sí, es verdad: es el amigo que nunca falla.

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Campo de trabajo de confirmación 2025

Campo de trabajo 2025 – Monasterio de Santa María de Sobrado
‘Virtudes que encienden el alma’

Trabajo y santidad

Hoy ha sido el último día y la verdad es que nos ha costado despedirnos, ciertamente, aunque nos vamos con el corazón lleno, cuesta explicar lo vivido, porque ha sido mucho y muy hondo.

Esta mañana nos hemos levantado temprano para rezar Laudes con los monjes y celebrar juntos la Eucaristía. Estar allí con ellos, empezar el día así, nos ha ayudado a centrarnos, a acoger el momento.

En el desayuno, el hermano Luis nos ha dicho unas palabras que se nos han quedado clavadas. Palabras sencillas, pero que tocan. Algunos se han emocionado. Ha sido un momento de verdad.

Luego hemos recogido, hecho maletas, limpiado todo. Lo hemos hecho entre todos, con buen ánimo. Se notaba que a nadie le daba igual este final.

Hoy también hemos conocido al prior Carlos, que hasta ahora no estaba porque venía de otro monasterio. Nos ha recibido con mucha cercanía. Nos ha dicho que lo importante es lo que uno se lleva dentro, lo que permanece. Y sí, tiene razón. Nos llevamos lo que Dios ha ido haciendo en cada uno estos días.

En el autobús no había mucho ruido, se notaba que cada uno iba con lo suyo por dentro. Lo vivido sigue ahí, aunque ya estemos de regreso, todo lo vivido tenemos que reposarlo. Durante el viaje nos venía a la cabeza algo que dijo el Papa Francisco y que tiene mucho que ver con lo que hemos vivido aquí: “No tengas miedo a la santidad, no tengas miedo de apuntar alto, de dejarte amar y purificar por Dios, no tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. Dejémonos contagiar por la santidad de Dios. Cada cristiano está llamado a la santidad, y la santidad no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en dejar actuar a Dios.”

En Villalba estaban nuestras familias esperándonos, con ganas de abrazar, también estaban el párroco y nuestro vicario parroquial. Nos agradecimos mutuamente el camino compartido. Cantamos nuestra canción y nos hicimos una foto juntos. Era un grupo pequeño, pero muy de verdad.

Gracias a los monjes por habernos abierto su casa. Gracias a los que han hecho posible todo esto. A los catecúmenos, a los catequistas, a las familias, a la parroquia. Y gracias a Dios, porque ha estado presente en cada paso, en lo sencillo, en el trabajo, en la oración, en los gestos que no se ven, pero sostienen.

Ahora toca volver a lo cotidiano, pero llevamos algo nuevo por dentro. ¡Felices vacaciones!. ¡Nos veremos en la parroquia!.

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Día 7: Carlo Acutis – Fortaleza

Nuestro último día en el Monasterio, último día de trabajo. Hoy Carlo Acutis nos presenta la fortaleza que nos asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Llega hasta la capacidad de sacrificar la propia vida por una causa justa. En nuestra presentación, Carlo nos planteó que ser santo no es tener poderes sino vivir a lo grande… lo ordinario. Y nos dice que vale la pena.

Nos pusimos a trabajar, a rematar los trabajos de los días anteriores, nos da un poco de pena que esto ya llegue a su fin. Rezamos hora de sexta con los monjes y a comer.

Después del descanso merecido, nuestra catequesis sobre la fortaleza, virtud que nos da fuerza interior para resistir el mal y hacer el bien. Al terminar la catequesis comenzamos un desierto con momentos de silencio para llegar a nuestro corazón y sentir y escuchar a Dios. Abrimos nuestros corazones para escuchar a Dios, crecer en nuestra fe y confiar en Dios aún cuando no entendamos.

Buscamos un lugar en paz y silencio para hacer examen de conciencia y ponernos delante de Dios para reconocer aquello en lo que nos hemos equivocado, arrepentirnos y tener el propósito de no volver a caer.

El sacerdote de la parroquia de Sobrado y uno de los monjes del Monasterio nos han dado la oportunidad de reconciliarnos con Dios y recibir su abrazo de amor y perdón.

Celebramos la Eucaristía, compartiendo cantos con la gente del pueblo.

Y terminamos el día con el Sobrados Talent, un magnífico espectáculo de actuaciones sobre las virtudes y los santos, donde nos reímos, disfrutamos y pasamos una velada divertida. Hasta los catequistas hicieron su actuación.

Ahora toca dormir que mañana nos toca recoger y despedirnos.

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Día 6: Santa María Goretti – Templanza

Estamos ya casi en la recta final de nuestro campo de trabajo, tenemos por delante un nuevo día lleno de oportunidades para crecer, aprender y aportar lo mejor de nosotros. Hoy tenemos por delante una virtud que a veces nos puede sonar raro, pero es algo que nos puede ayudar muchísimo en nuestra vida: la templanza. Que es la capacidad de ser dueños de nosotros mismos. Tener el control de nuestras emociones saber lo que nos conviene en el momento adecuado. Y lo vamos a hacer de la mano de Santa María Goretti, que a la edad de doce años murió en defensa de su castidad, por las heridas que le produjo un joven, al que perdonó antes de morir. Y lo hacemos en el día de Santa María Goretti, el 6 de julio.

Hemos comenzado el día muy temprano, compartiendo el rezo de Vigilia con los monjes a las cinco de la mañana, nos ha costado despertarnos, pero hemos ido aún con sueño y vivir con esta comunidad de monjes del Cister, los diferentes momentos de oración.

Sí que ha sido duro, pero nosotros luego hemos dormido otro pequeño rato, hasta la hora de levantarse.

Hoy domingo teníamos desayuno especial, dulce de leche fabricado aquí en el Monasterio y así nos hemos endulzado la mañana.

En nuestra presentación hemos tenido la oportunidad de conocer algo más sobre la virtud de la templanza y sobre Santa María, que luego íbamos a trabajar a lo largo del día.

Comenzando por una búsqueda del Sobrado tesoro, a lo largo del pueblo hemos ido buscando pistas y superando pruebas para poner en práctica nuestras habilidades. Ha sido divertido, lo hemos pasado muy bien.

Y a continuación nuestra catequesis donde hemos conocido más sobre la vida de esta Santa, que nos ha impresionado profundamente, hemos profundizado sobre la virtud de la templanza y sobre cómo llevarla a nuestra vida y hemos trabajado unos tips para cultivarla.

Sorpresa agradable en la comida con pastas y helado, así da gusto. Y un merecido descanso.

Para continuar la tarde con el testimonio de dos de los miembros de esta Comunidad de Sobrado, que nos han contado muchas cosas interesantes de la orden del Cister y luego de su vocación, hemos preguntado y hablado con ellos, ha sido una tarde muy interesante que ha merecido la pena.

A la noche hemos tenido un momento especial de oración ante la cruz, donde hemos pedido perdón a aquellas personas que nos hacía falta poniéndolo a los pies de la cruz y hemos dado gracias a Dios por todos estos días. Hoy el cansancio podía con nosotros y nos hemos ido a dormir para recuperar fuerzas para el trabajo del último día aquí.

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Día 5: San Maximiliano de Kolbe – Prudencia

Un nuevo día nos espera. Después de una gimnasia mañanera que nos ayuda a desperezarnos y activar el cuerpo, nos dirigimos a la sala capitular, donde nos reunimos como Comunidad del campo de trabajo para iniciar juntos la jornada. Allí nos ponemos en manos de Dios con la oración, buscando comenzar el día conectados con Él y con el deseo de vivir con sentido todo lo que venga. Hoy se nos presenta una nueva virtud: la prudencia, y lo hace de la mano de un santo que amó al prójimo hasta el extremo de dar la vida por amor.

Prudencia no es cobardía, ni limitación, ni miedo. La prudencia es esa virtud que Dios infunde para ayudarnos a discernir lo que conviene en cada momento, a decidir con verdad, a actuar desde dentro. El prudente no se esconde, levanta la voz ante la injusticia, condena el mal, trabaja por el Reino. Su prudencia no lo encierra: lo lanza.

Esta mañana hemos conocido un poco más la figura de San Maximiliano Kolbe, un sacerdote valiente que defendió su fe con firmeza, se opuso a la violencia y se ofreció voluntariamente a morir en lugar de un padre de familia. Su vida fue un acto de amor profundo. Un testimonio de entrega libre, nacida de una fe madura y una prudencia que supo escuchar el momento.

Una mañana más nos hemos volcado en el trabajo con ganas. Hoy también hemos intentado dar lo mejor en las tareas que se nos han encomendado, poniéndole atención, cuidado, y alegría. Vamos notando cómo crece la satisfacción al ver lo que entre todos vamos consiguiendo.

Después de la comida, hemos tenido la suerte de realizar una visita guiada por el Monasterio. Nos han contado su historia, anécdotas, curiosidades sobre la vida cisterciense, y nos ha ayudado a entender mejor el lugar que habitamos estos días. Ha sido una experiencia que ha merecido mucho la pena.

Más tarde, hemos tenido nuestra catequesis. Un espacio tranquilo en el que hemos recogido todo lo vivido durante el día y lo hemos puesto en diálogo con la Palabra y la vida. Hemos reflexionado sobre la virtud de la prudencia como clave para elegir bien, para decidir desde el amor, sin impulsividad pero sin miedo. Hemos terminado lanzando una pregunta para seguir llevando el día por dentro: ¿Qué me gustaría pedirle a Dios para aprender a decidir mejor?

Al final de la tarde nos unimos a los monjes para rezar Vísperas. La oración fue profunda. Nos emocionó especialmente que ofrecieran sus oraciones por nosotros. Saber que alguien reza por ti sin conocerte, desde otro lugar del mundo, es un regalo. Y sentirlo en comunidad, en un monasterio donde el silencio y el trabajo se convierten en alabanza, aún más.

Por la noche tocaba uno de los juegos más esperados: “Atrapa la bandera”. Carreras, defensa, persecuciones, caídas, risas… fue un momento de pura diversión. Nos movimos sin parar, y lo disfrutamos de principio a fin.

Cerramos el día con la oración, dando gracias por lo vivido, por lo compartido, por lo aprendido. A descansar, que nos quedan pocos días y aún hay mucho por vivir.

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Día 4: San José – Justicia

Hoy nos hemos acercado a la figura de San José, tratando de comprender desde dentro lo que significa ser justo a los ojos de Dios. Él no fue justo según criterios humanos de perfección o ley, sino porque confió, actuó desde la fe y sostuvo con su vida el plan de Dios. Nos ponemos en su piel para intentar vivir esta virtud con el alma despierta y el corazón disponible.

Comenzamos el día con la visita de San José, que nos mostró que fue llamado justo porque siempre buscó hacer lo correcto ante Dios y ante los hombres. Su vida fue una respuesta fiel, concreta y silenciosa. Hoy nos señala un camino en el que la justicia no se grita, se encarna.

Continuamos nuestro trabajo en el monasterio. Dejamos los cristales impecables, limpiamos piedras del claustro, desbrozamos parte del muro exterior… cada día nos sentimos más contentos del trabajo bien hecho, no por el resultado visible, sino por lo que genera en nosotros. El esfuerzo compartido nos une y, de algún modo, nos transforma.

Durante la mañana compartimos con los monjes el rezo de la hora Sexta. Fue un momento breve, pero profundo. Estar allí, orando juntos en medio del silencio del monasterio, nos ayudó a sentirnos parte de una oración más grande, en comunión con tantos que en ese momento también rezaban desde otros lugares del mundo.

Después de la comida y un descanso, aprovechando el rato de sol, tuvimos nuestra catequesis. Hoy nos tocaba profundizar en la virtud de la justicia, no desde definiciones, sino desde la vida. A través del ejemplo de San José comprendimos que la justicia que Dios nos propone busca restablecer la armonía en las relaciones, promueve la equidad, y se sostiene sobre el amor y el perdón. Nos sentimos llamados a comprometernos con esa forma de justicia sencilla, discreta, pero profundamente evangélica. Como la de José, sin necesidad de palabras ni protagonismo.

La Eucaristía de la tarde la compartimos con la gente del pueblo y con algunos peregrinos del Camino. Fue una celebración viva, donde nuestros cantos se unieron a los de la comunidad y el clima fue de verdadera fraternidad.

Al llegar la noche, tuvimos una ginkana taller. A través de distintas pruebas fuimos reuniendo materiales con los que, al final, pudimos trabajar todos juntos en el taller de San José. Una manualidad que más que un resultado nos dejó la experiencia de construir en común, de reír, de aprender desde lo lúdico también.

Ahora nos vamos a descansar. El cansancio se nota, pero también la alegría. Nos ponemos una vez más en manos de Dios, agradecidos por lo vivido, y con el deseo de seguir aprendiendo cada día de estos santos que nos acompañan en el camino.

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Día 3: Santa Teresa de Calcuta – Caridad

Hoy nos hemos encontrado con la figura de una mujer que no necesitó grandes recursos para transformar el mundo. Santa Teresa de Calcuta vivió la caridad en lo concreto, con gestos sencillos, con una entrega diaria que no buscaba brillar, pero que sostenía vidas. Santa Teresa de Calcuta es la imagen de la caridad, de cómo hacer una vida de servicio altruista, dándose a los demás, venciendo las dificultades y mirando siempre al prójimo con compasión, dándole amor y dignidad. Lo vivió desde lo más pobre y lo más frágil, con una fe fuerte, encarnada, silenciosa, y al mismo tiempo capaz de cambiarlo todo. Su presencia ha marcado este día desde el principio, recordándonos que quien ama de verdad no necesita ser visto, solo estar.

Comenzamos con la oración de Laudes y la Eucaristía junto a la comunidad de monjes. Entrar en ese ritmo pausado, orante, sostenido por el canto y el silencio, nos ayudó a situarnos. Después del desayuno nos pusimos manos a la obra. Estuvimos repartidos entre el claustro, los pasillos, los exteriores del monasterio. Limpiamos, recogimos, barrimos. Cada uno en su lugar, cada gesto ofrecido. Y a media mañana, como cada día, paramos para rezar el Ángelus, conscientes de que servir también es orar.

La tarde comenzó con el taller pelotero, estuvimos decoramos nuestras pelotas con frases, símbolos, colores, y después participamos en la carrera. Fue una forma distinta de compartir, de esforzarnos juntos y de disfrutar. Reímos, colaboramos, competimos sanamente. A veces también se construye comunidad desde ahí.

Pero lo más hondo del día llegó con la catequesis. Una dinámica nos hizo ver lo poco presente que está la caridad en tantas situaciones cercanas, y eso nos llevó a preguntarnos por nuestra manera de vivirla. ¿Damos lo que somos? ¿O solo lo que nos sobra? ¿Servimos con el corazón, o cumplimos sin implicarnos? Y entonces volvió ella, Madre Teresa de Calcuta, con su manera de amar sin ruido, de tocar el sufrimiento sin miedo, de poner amor donde otros apartaban la mirada. La recordamos como alguien que eligió amar cada día sin descanso. Y eso nos interpeló.

Durante la cena quisimos vivir ese estilo. Estar atentos a los demás, ofrecer antes de que nos pidan, ver lo que normalmente no vemos. Fue algo pequeño, casi invisible. Pero se notó. Porque la caridad verdadera no hace ruido, pero cambia el ambiente. Y al terminar, recuperamos unas palabras que han atravesado el día entero sin que nadie las dijera en voz alta, pero que hoy tenían más sentido que nunca: en todo amar y servir. Lo dijo san Ignacio, y también lo vivió Teresa. Y nosotros, en lo pequeño, lo estamos intentando.

Terminamos el día con juegos tranquilos, momentos sencillos de convivencia. Y como cada noche, cerramos con la oración. Hoy la carta de san Pablo a los Corintios nos habló de un amor que todo lo espera, todo lo excusa, todo lo soporta. Y esta vez, esas palabras no quedaron en el papel. Resonaban con lo vivido.

Nos vamos a dormir sabiendo que la caridad no es algo que se enseña. Se aprende mirándola en los otros. Y hoy la hemos mirado en ella.

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Día 2: Abraham – Fe

Ha sido un día intenso. Lleno de cosas pequeñas que, vividas a fondo, se vuelven grandes. Trabajo, juegos, oración, conversaciones que van abriendo hueco, momentos en los que uno se encuentra con los demás y, sin darse cuenta, también con Dios. Hoy nos ha acompañado la figura de Abraham. Alguien que supo confiar sin tenerlo todo claro. Que escuchó una llamada interior y, sin saber adónde le llevaría, se puso en camino. Nos hemos detenido en ese gesto suyo de fe, en su capacidad de fiarse cuando todo temblaba. Y, sobre todo, en esa certeza de que Dios nunca defrauda cuando uno se pone en sus manos. Ha sido una jornada para detenernos, mirar dentro y preguntarnos cómo es nuestra fe.

Hemos tenido nuestra primera jornada de trabajo en el monasterio. Tareas sencillas, pero necesarias. Hemos limpiado parte de los exteriores, recogido piedras del claustro, barrido la iglesia. El cuerpo lo nota, pero también el alma. Porque mientras se barre, se habla poco, y eso deja espacio para mirar por dentro. El Ángelus nos ha pillado en plena tarea, y esa pausa breve, justo a mitad de mañana, nos ha sabido a oración vivida. Al terminar, la sensación era buena. La de haber dado algo de nosotros, sin prisas, sin ruido.

Después vinieron la ducha, la comida, el descanso. Y por la tarde, una catequesis centrada en Abraham, donde pudimos hablar de la fe que tenemos, de cómo se sostiene, de lo que nos cuesta a veces. Salieron miedos, inseguridades, pero también gratitud por ese don recibido. Agradecimos poder nombrar juntos lo que creemos, lo que dudamos, lo que nos sostiene en medio de todo. Y dar gracias también por eso: por tener un espacio donde poder decirlo. Reconocimos que la fe, cuando se cuida, crece. Y cuando se vive en comunidad, se fortalece.

Hoy hemos compartido la Eucaristía con la gente del pueblo y con algunos peregrinos del Camino de Santiago. El monasterio es una de sus paradas, y hoy fuimos parte de esa marcha común. Nos unimos todos en una celebración sencilla, viva, donde la fe se hacía canto compartido. Fue bonito sentirse comunidad con personas tan distintas, pero unidas por algo que no siempre se puede explicar con palabras.

La jornada terminó con la película La Cabaña. Una historia que remueve, que habla de sufrimiento, de pérdidas, pero también de búsqueda, de fe, de esperanza, de Dios, de encuentros que transforman. Al terminar, uno se queda callado. Porque a veces, más que hablar, toca dejar que lo visto repose dentro. Como el personaje de la película, también nosotros intuimos que, cuando se deja entrar a Dios en las heridas, el corazón empieza a cambiar.

Cerramos el día en silencio. No porque no tengamos nada que decir, sino porque lo vivido ya habla por sí solo. Nos vamos a dormir con la fe un poco más despierta. No perfecta, pero más viva. Y con ganas de seguir caminando. Mañana será otro día de compartir nuevas historias.

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Día 1: Pablo – Esperanza

Este año hemos vuelto a comenzar nuestra actividad de verano con la ilusión de quien se pone en camino, sabiendo que algo bueno está por nacer. El lugar elegido ha sido el Monasterio de Santa María de Sobrado, un espacio sereno, escondido entre la naturaleza, donde los monjes del Císter nos han acogido con la sencillez que brota de quienes viven anclados en lo esencial. Durante estos días compartiremos con ellos trabajo, oración y vida, y lo haremos bajo un lema que es una invitación real: “Virtudes que encienden el alma”. Queremos dejarnos tocar por la vida de algunos santos y santas que supieron vivir en verdad, con hondura, con pasión por el Evangelio, y permitir que algo de esas virtudes también despierte en nosotros.

Comenzamos el campo de trabajo en nuestra parroquia, celebrando juntos la Eucaristía antes de emprender el viaje. Fue un momento de envío, de esos que ayudan a situar el corazón. Nuestro párroco nos animó a disfrutar, a pasarlo bien, pero también a mantener despierta la posibilidad de encontrarnos con Dios a través de lo que vayamos viviendo, porque hay experiencias que, si se viven con apertura, terminan dejando huella. Después de la misa partimos hacia A Coruña. El viaje, aunque largo, se hizo ameno entre conversaciones, canciones y ese silencio compartido que a veces dice más que muchas palabras. Al llegar al monasterio, nos recibió un peculiar equipo de investigación, o al menos eso decían ser, acompañado de algunos personajes bastante singulares. Entre bromas y explicaciones nos fueron presentando las normas que marcarán la convivencia. Fue una manera divertida y creativa de empezar, y algo nos dice que volveremos a encontrarlos más de una vez en los próximos días.

Ya con hambre hemos ido a cenar para reponer fuerzas del cuerpo. El ambiente era distendido, se respiraba el comienzo de algo nuevo. Pero sabíamos que no bastaba con alimentar el cuerpo, así que, después de cenar, nos unimos a los monjes para rezar Completas. Fue un primer encuentro profundo, lleno de quietud, donde el canto y el ritmo pausado de la oración nos regalaron una paz serena. A veces no hacen falta grandes discursos; basta con estar, con dejarse envolver por lo que ocurre cuando otros rezan desde dentro.

Este primer día ha coincidido con la fiesta de la Esperanza, una palabra que para los cristianos tiene un peso particular. En sintonía con el lema del Año Jubilar, “Peregrinos de esperanza”, nuestra velada y la oración de la noche estuvieron centradas en esa fuerza silenciosa que sostiene, que impulsa, que permite seguir caminando incluso cuando no todo es claro. Nos acompañó la figura de San Pablo, cuya vida es un testimonio radical de transformación. Pasó de perseguir a los cristianos a entregar su vida entera por anunciar a Cristo. Inspirados por él, jugamos a llevar mensajes superando obstáculos, recordando cómo él mismo, entre cartas, cárceles y viajes, supo mantenerse fiel al Evangelio hasta el final. La dinámica nos ayudó a meternos en su piel, pero también a reírnos, a colaborar, a compartir, a empezar a ser grupo.

Al cerrar el día, con el cansancio propio del comienzo y la ilusión intacta, nos vamos a dormir sabiendo que algo se ha encendido. Todavía es pronto para saber cómo será este camino, pero ya intuimos que será fecundo. Porque cuando se trabaja, se ora y se convive con el corazón abierto, lo que sucede nunca es superficial. La esperanza ha empezado a tomar forma. Y eso, en el fondo, es lo más importante.

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