María Consuelo de Migrantes

Estamos terminando Mayo, el mes de María.  Seguimos rezando y reflexionando con letanías dedicadas a María, Nuestra Madre.

Hoy queremos compartir una reflexión sobre María, Consuelo de Migrantes.

María, consuelo de migrantes

Mater solacium migrantium, Madre, consuelo de migrantes, es una de las tres letanías lauretanas que el papa Francisco regaló a la Iglesia en 2020, rezada justo después de María como refugio de los pecadores.

Siguiendo la línea de su pontificado, marcado por reflexiones y compromisos eclesiales desde la misericordia, Francisco no se olvida de actualizar a María como camino hacia Jesús; ante la realidad y la llamada urgente hacia la humanización de todo lo que nos rodea, María como consuelo de migrantes es un toque de atención hacia aquello que forma parte de la esencia del cristiano: el ponerse en marcha.

La palabra latina “migrare”, de la cual deriva el latinismo “migrar” significa “moverse”, “trasladarse desde el lugar en el que se habita a otro diferente”.

María sabe bien lo que implica ese movimiento. Ella es la que se mueve en su vida para poner su realidad de joven embarazada en las manos de Dios, diciendo sí a lo que Él disponga; corre para ayudar a su prima Isabel, también embarazada; se desplaza y da a luz a su hijo en los márgenes de la sociedad; las palabras que dicen sobre Jesús se agolpan en su corazón; huye a Egipto, junto con José, para salvar al hijo que es perseguido por Herodes; marcha a Nazaret para vivir con su familia en la realidad cotidiana.

María se mueve en la fiesta y la alegría de la vida y se da cuenta de la necesidad de los invitados a una boda, y la Iglesia quiere ver a la madre dolorosa que acompaña a Jesús en su camino hacia la cruz y espera, con el corazón movido por la esperanza del Sábado Santo, la visita silenciosa del Resucitado a su madre.

María sabe mucho de movimiento interno, el de la mujer que pone su vida en manos de Dios sin saber qué va a ocurrir con ella y el de la madre que escucha sorprendida los elogios sobre su recién nacido, y de movimiento externo, el de la que está atenta en el servicio a los demás desde lo cotidiano y el de la madre que quiere lo mejor para su hijo y no duda en dejarlo todo para empezar de nuevo en otra región.

Seguramente, este movimiento externo es el que primero nos llega a la mente cuando nos acercamos a la Madre como consuelo de migrantes. El papa Francisco es especialmente sensible a la realidad de los que han tenido que desplazarse para comenzar una vida mejor fuera de su país, y con frecuencia recuerda que la presencia de estas personas, más débiles y vulnerables, con un aviso de Dios ante una vida acomodada e insensible a las necesidades ajenas. Estos migrantes son una llamada urgente a la caridad, la misericordia, a no excluir a ninguno de los hermanos en Jesús y a poner primero a aquellos que, quizá, no siempre pueden dan las gracias.

Pero María sabe también de consuelo en cada movimiento suyo que encontramos en los evangelios: el ángel que le reconforta cuando ella, joven y embarazada, no sabe qué va a ser de su vida, la ayuda que brinda a su prima Isabel, el refugio con la familia hasta que viajar a Galilea, el alivio al solucionar el problema del vino de los invitados a la boda, la compañía a su hijo en el dolor de la Pasión, la presencia y testimonio entre la primera comunidad cristiana,…

 

Tiene cabida, por tanto, actualizar la figura de María como alegría, alivio y consuelo en los
movimientos cotidianos de nuestra vida o en los que se deban realizar en situaciones
extremas. Porque ella, como madre del Dios que se encarna, lo vivió junto a Jesús; María, como consuelo de los migrantes es camino que nos acerca a un Señor siempre en movimiento.

 

 

Cada semana de mayo hemos compartido reflexiones de los feligreses de nuestra parroquia. Les damos gracias por este regalo de oración dedicada a nuestra Madre, que sostiene nuestra fe y anima nuestros corazones a abrirse al Espíritu.

 

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María Salud de los Enfermos

Seguimos rezando y reflexionando con letanías dedicadas a María, Nuestra Madre.

Hoy compartimos una reflexión de Virginia Conde Higuera, feligresa de nuestra parroquia, sobre María, salud de los Enfermos.

María Madre, salud de los enfermos

María sobre todo madre, modelo de cuidadora. Dios todopoderoso se deja gestar por ella, amamantar, acunar, asear…

¿No somos nosotros infinitamente más pequeños que Dios? ¿Cuántas veces arrastramos nuestras debilidades, heridas, nuestras dolencias físicas y mentales, nuestras incapacidades y discapacidades? Sufrimos en la soledad autosuficiente y no somos capaces de pedir ayuda, de dirigir nuestra súplica al auténtico consuelo.

La OMS define salud, no como la ausencia de enfermedad, sino como un estado completo de bienestar físico, mental y social. ¿Cuántas veces no estamos sanos a lo largo de nuestra vida? La pérdida de la salud o la ausencia de salud íntegra es inherente a la vida, nos acompaña en nuestra aventura vital. El ser humano necesitado de cuidados y agente, a su vez de cuidados.

María, madre atenta y solicita a las necesidades de Jesús, niño pequeño y vulnerable. También es capaz de seguir a Jesús adulto en un plano silente. Nunca desentendida de su maternidad. Su presencia, como pilar “discreto en la vida pública de Jesús”; seguramente sin entender lo que hacía su hijo, pero atenta y vigilante. Cuantas veces estaría preocupada por la “mala vida” que llevaba Jesús, las largas caminatas, malcomiendo o maldurmiendo; acercándose a enfermos impuros, tullidos y leprosos. Cuantas veces lo vería, con preocupación, subirse a las barcas en el mar de Tiberíades. Y ni que decir tiene de los insultos y las amenazas que recibía, incluso de muerte.

El dolor de madre no la paralizó, tampoco camino del calvario, con el corazón roto, crucificada ella también. Soportando lo insoportable, la tortura del hijo de sus entrañas. Pudo haberse derrumbado, pero se mantuvo firme a los pies de la cruz.

Todavía sacó fuerzas para recoger, también, en silencio obediente, la encomienda de maternidad universal: “Cuando Jesús vio a su madre y junto a ella al discípulo a quién él quería mucho, dijo a su madre: Mujer ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Desde entonces, aquel discípulo la recibió en su casa”. (Jn 19,26-27). Todos tenemos en mente, pues la iconografía que es muy rica, en imágenes de la Piedad. El cuerpo maltratado e inerte de Jesús en brazos de la Madre.

No seamos desagradecidos y “hombres de poca fe”. Acojamos la vida como regalo, aparentemente tan imperfecto, con enfermedades, algunas tremendas, difíciles de entender y sobrellevar.

Agradezcamos la vida.
Agradezcamos el amor que Dios nos tiene.
Agradezcamos la humanidad de Jesús.
Agradezcamos y confiemos en los cuidados maternales que el Señor nos proporciona de manos de María.
Agradezcamos y confiemos en la intercesión de María por nuestra salud y la de todos los enfermos.

No nos olvidemos nunca de su presencia discreta y eficaz, como en las bodas de Caná: “En esto se acabó el vino, y la madre de Jesús le dijo: Ya no tienen vino. Jesús le contestó: Mujer, ¿por qué me lo dices a mí? Mi hora aún no ha llegado. Dijo ella a los que estaban sirviendo: Haced lo que Él os diga». (Jn 2, 3-5)

Hagamos lo que Él nos diga. 

 

Agradecemos a Virginia Conde Higuera por haber compartido con nosotros sus palabras dedicadas a la Madre de Dios, María Salud de los Enfermos.

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Hoja Dominical 22-05-2022

Ver y Descargar la Hoja Dominical

La Iglesia sigue los pasos de su Maestro. Es discípula que aprende junto a su corazón para poder enseñarnos después también a cada uno de nosotros. Por eso igual que Cristo en el evangelio prepara a sus discípulos en estos discursos de despedida para su marcha al Padre, también la Iglesia se esmera en prepararnos para cuando se aleje de nosotros en la ascensión para quedarse de un modo nuevo, por el Espíritu. (más…)

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María Reina de la Paz

Seguimos rezando y reflexionando con letanías dedicadas a María, Nuestra Madre.

Hoy queremos compartir una reflexión de nuestra Raquel Gil, sobre María, Reina de la Paz.

María, Reina de la Paz

Llevamos muchos días viviendo momentos tristes cuando nos informan sobre el conflicto de Rusia con Ucrania y vemos las consecuencias de la guerra en los fallecidos, familias separadas por desplazamientos, la destrucción material de las ciudades,… pero en el mundo hay otros conflictos que casi nadie recuerda como Afganistán, Etiopía o Yemen. En todas las guerras que estallan no hay ganadores y perdedores, unos pierden más que otros, pero todos pierden.

Y todas las guerras tienen el mismo origen: el endurecimiento del corazón del hombre, que se aleja de Dios; el hombre quiere ser como Él y decidir que está bien y que está mal sin tenerle en cuenta, y la soberbia te hace pensar que los demás son inferiores y por lo tanto vencibles te impide ver que los demás son como tú.

Todos podemos tener la tentación de iniciar una guerra a pequeña escala (familiar, de amistad, parroquial, laboral) que empieza por creer o querer tener la razón y que, a veces, duran tanto que nadie se acuerda como empezaron y se convierten en guerras muy difíciles de finalizar.

Invocar a María, Reina de la Paz, nos debe llevar a tener la capacidad de mirar a los demás como hermanos, como iguales, y favorecer el dialogo antes que el enfrentamiento. Un sacerdote amigo siempre nos decía que es mejor amar que tener razón.

En el rezo del Rosario a María la invocamos, de entre otras muchas formas, como Reina de la Paz porque su corazón estaba lleno de la paz del Señor: recordamos a María en La Anunciación que se turba pero no pierde la paz de su corazón, y escucha las palabras del Ángel y las acoge dentro de sí.

En las apariciones de Fátima en 1917, la Virgen pidió a los pastorcitos que rezaran todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra. Esa petición sigue vigente y cada día tenemos que rezar para que la paz se alcance en todas las naciones, en todos los gobernantes, en todas las familias…

Todos deseamos vivir en un mundo donde haya paz, donde las noticias no sean violencia y maltrato sino gestos de ayuda y hermanamiento.

En este mes de mayo miremos a María, como Reina de la Paz, para que ella nos ayude a que nuestro corazón y nuestros actos favorezcan siempre la paz. Como dijo Santa Teresa de Calcuta: “no necesitamos pistolas y bombas para traer la paz, necesitamos amor y compasión.”
Virgen María, te pedimos: ¡que reine la paz!

 

Muchas gracias Raquel por haber compartido tus palabras con nuestra comunidad parroquial.

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La Virgen de Fátima

El día 13 de mayo celebramos la Fiesta de la Virgen de Fátima.

Compartimos una reflexión de nuestro Diácono Javier Villalba.

Hasta el 13 de mayo de 1917, Cova de Iría, en Portugal, era un lugar desconocido, incluso para muchos vecinos. Fátima es hoy venerada y conocida en el mundo entero por las apariciones de María a tres niños a quienes dio a conocer un mensaje para toda la humanidad. No podía ser un mejor lugar ya que “COVA DA IRIA” deriva del EIRENE, en griego PAZ, esto es, “Cueva de la Paz”. Recordamos que, desde 1914 Europa se hallaba sumida en la Primera Guerra Mundial y que el Papa Benedicto XV había ordenado la inclusión en las letanías del rosario a María como “Reina de la Paz” tan sólo ocho días antes de la primera aparición.

La aparición de María viene precedida por tres apariciones de un Ángel a estos niños, en los años anteriores 1915 y 1916, donde les había preparado para la especialísima aparición de la Virgen María el 13 de mayo de 1917. En estas ocasiones, les decía: “No temáis. Soy el Ángel de la Paz. Rezad conmigo. El 13 de mayo, domingo, después de la misa, los niños Lucía, Francisco y Jacinta, metieron la comida en el zurrón y salieron con las ovejas hacia Cova de Iría. Hacia el mediodía una luz deslumbrante en un arbusto los envuelve y “ven a una hermosa Señora más resplandeciente que el sol”. Al hablar con ella les dice: “No temáis, soy del cielo, vengo a pediros que nos encontremos aquí el 13 de cada mes, seis meses y luego os diré quién soy y qué quiero”. Y les indicó que rezaran el rosario cada día, con devoción, para obtener la paz en el mundo.

Tras las apariciones los meses siguientes, el 13 de octubre (en su última aparición) les dice que “Soy la Virgen del Rosario” y así lo llevaba colgado de su brazo derecho. Este día se producen unos sorprendentes efectos del sol (ante millares de testigos) y una mariofanía (Sagrada Familia, Virgen de los Dolores y manifestación gloriosa de la Virgen del Carmen, como recuerdo simbólico de las tres partes del Rosario).

Independientemente de las revelaciones que acontecen (la visión del infierno, las predicciones del final de la guerra y la predicción de otra peor posterior, la Segunda Guerra Mundial, o el tercer secreto, que se ha relacionado con el atentado sufrido por el Papa Juan Pablo II, el 13 de mayo de 1981) y que son “signos” para reconocer la identidad de quien nos habla, desde nuestra fe, debemos atender más a la presencia de María como mediadora y presente constantemente en la vida de los cristianos.

Ella insiste a los niños en la devoción a su Corazón Inmaculado y en el rezo del Rosario. El mensaje de Fátima no deja de ser la evocación del Evangelio de Jesús.

El Cardenal Ángelo Sodano, en su intervención en Fátima el 13 de mayo de 2000 así lo recordaba, “interpretar los signos de los tiempos con la intercesión y protección de nuestra Madre María”.

El Cardenal Ratzinger (luego Papa Benedicto XVI) insistía igualmente en el mensaje de que Dios se acerca al hombre en la presencia de María, en una historia conjunta de Dios y la humanidad, que tiene su Palabra última y definitiva en Jesucristo. Por eso nos recuerda las palabras de María en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2,5).

El “corazón”, en el lenguaje bíblico es el centro existencial y de relación, donde el hombre encuentro su unidad interior. La clave final es que el “corazón inmaculado” es, según Mt 5, 8, un corazón que, a partir de Dios, ha alcanzado una perfecta unidad interior y, por los tanto “ve a Dios”. Es el corazón de los bienaventurados limpios de corazón, sólo ellos son capaces de dar el salto en la fe y “ver a Dios” con los ojos del alma.

La devoción al Inmaculado Corazón de María es, pues, acercarse al Padre, a través de Jesús, desde la actitud del “fiat” – hágase tu voluntad -, animador de toda la existencia.

La devoción al Santo Rosario cada día nos une a los misterios de la vida de Jesús a través de María, y con su meditación, nos introduce en su presencia, en su vida y en su gracia. El mensaje de Fátima nos invita a confiar siempre en su promesa.

Javier Villalba Nogales, Diácono

Agradecemos a Javier por haber compartido con nosotros sus palabras.

Os recordamos que el viernes 13 a las 19h rezamos juntos el Rosario por la Paz comenzando en el Colegio de los  Maristas.  Más información👇    https://psantisimatrinidad.archimadrid.es/event/rosario-por-la-paz/

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