Iniciamos el nuevo curso de postcomunión con ilusión renovada y una alegría que se nota en cada gesto. Los niños llegan con esa mezcla de nervios y entusiasmo que acompaña siempre a los comienzos, y los catequistas les esperan con el deseo profundo de compartir un año lleno de vida y de fe. Este inicio tiene un carácter especial, porque nos reunimos en el templo para dar gracias a Dios por todo lo vivido el curso pasado y poner en sus manos el camino que empieza. Es un momento sencillo y a la vez muy significativo: juntos, ante el altar, elevamos nuestra acción de gracias por las experiencias compartidas, por las amistades que han crecido, por la fe que sigue encendida en cada corazón. Pedimos también por los frutos de este curso, para que cada encuentro sea una oportunidad de crecer cerca de Jesús y descubrir su presencia viva en la vida cotidiana.
Este gesto de comenzar en el templo ayuda a tomar conciencia de que la catequesis es un regalo que Dios confía a cada grupo. Cada niño, cada catequista y cada paso que se dará durante el año tienen su raíz en Él. La oración compartida en este primer día se convierte en un punto de partida luminoso que orienta el resto del camino.
Después de este momento de acción de gracias, nos dirigimos a los salones para conocernos mejor. Los juegos de presentación y las primeras carreras llenan el ambiente de risas y complicidad. Se van entrelazando nombres nuevos, se reencuentran compañeros del curso anterior, y poco a poco se va formando la pequeña comunidad que caminará unida a lo largo del año. Cada dinámica, cada gesto sencillo, contribuye a crear ese clima de confianza y alegría que sostiene la catequesis desde dentro.
Llega el momento de organizar los grupos. Los niños se distribuyen y conocen a sus catequistas, descubren el espacio donde compartirán cada semana y escuchan con atención lo que les espera durante este curso. Se percibe la expectación por lo nuevo, la curiosidad por aprender, la alegría de volver a encontrarse y el deseo de avanzar en la amistad con Jesús. Empieza así un tiempo lleno de retos, aprendizajes, celebraciones y experiencias que dejarán huella.
Gracias a todas las familias por confiar un año más en la catequesis de postcomunión. Gracias por acompañar este camino y permitir que vuestros hijos sigan creciendo en la fe. Que este curso sea un tiempo fecundo, lleno de luz, de amistad sincera y de encuentros profundos con el Señor, que sostiene cada paso y acompaña con ternura el camino de todos.
