El día de San José también celebramos el Día del Padre. Por este motivo os presentamos una reflexión de un padre de nuestra comunidad parroquial.

Presté atención al Día del Padre solo cuando mis hijos eran pequeños, por ellos más que nada, por el regalo que me entregaban con tanta ilusión. El día de San José ha sido, como muchas fechas señaladas, en buena parte fagocitado por los hábitos consumistas y espurios que poco nos acercan a la figura del papá de nuestro Señor. A parte lo evidente, creo que San José inspira un mensaje de optimismo y esperanza para todos los cristianos que hemos elegido ser padres o madres.

Me refiero a algo bastante concreto: a la santidad, sí, exacto, al ser santos. Se que a alguno parece una meta imposible y que a lo mejor no lo ha contemplado nunca, pero creo que es a lo que estamos llamados ¿no os parece?

En una vida en familia los problemas se multiplican, con tu pareja, con los hijos, con el trabajo, los imprevistos, las enfermedades y esto siempre, continuamente. Es muy difícil mirarnos por dentro, meditar sobre el sentido de lo que vivimos, reflexionar sobre nuestra relación con Dios.

Pensando en los grandes santos o a los mismos religiosos que conocemos, que han consagrado sus vidas a nuestro Señor, nos vemos tan lejos del mensaje de Dios y sus enseñanzas, como si estuviéramos perdiendo el tren. Pues, afortunadamente nuestro Papa Francisco nos ha aclarado unas cuantas cosas en su Gaudete Et Exsultate, con una fuerte exhortación a perseguir lo que siempre nos ha parecido fuera de nuestro alcance: ser santo.

Hay muchos más santos de lo que creemos y la mayoría son personas que nos rodean, personas de lo más normal, que han dedicado su vida a los otros con amor, que han dado ejemplo, que han aguantado las dificultades de la vida sin renunciar en regalar una sonrisa o apoyar quien se sentía perdido: empezando por lo más cercanos, su familia, sus hijos, su pareja.

San José representa la tierra, al trabajo, al sustento de su familia, está cercano a la dificultad de vivir día a día, rodeado de los problemas cotidianos, es el mejor santo en el cual podamos identificarnos. Y su vida, aparentemente anodina y sin relevancia nos enseña a ser santos en las tareas más cotidianas.

Jesús ha intentado hacernos entender que “nos conviene” aspirar a la santidad, es la mejor fórmula para encontrar la felicidad. Pensar en el prójimo “nos conviene”, ser misericordiosos y renunciar a algo nuestro por ayudar “nos conviene”, alegrarnos de lo que tenemos y de la felicidad de otros “nos conviene”. Ser santo no es una obsesión, ni una vanidad: aspirar a la santidad es la única manera de ser felices y que toda nuestra vida tenga sentido. San José nos ayuda a comprender que lo que Jesús nos pide que seamos, está más al alcance de cuanto podamos creer. ¡Ánimo!

¡Feliz Día de San José!      ¡Feliz Día del Padre!