Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial
Los martes del curso 2024-2025, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día: El arte de la oración: distintas formas de comunicarse con Dios
El arte de la oración: distintas formas de comunicarse con Dios
“En su presencia derramad vuestro corazón” (Sal 62,9)
A veces creemos que orar consiste en repetir fórmulas. Que hay que hacerlo bien, con las palabras adecuadas, en el momento perfecto. Y sin embargo, con el tiempo uno descubre que orar es más simple y más profundo. Es presentarse tal como se está. Es estar delante de Dios con verdad, con lo que uno vive por dentro. Hay días en que uno se siente fuerte, lleno de gratitud. Y otros en los que cuesta hasta mirar al cielo. Pero incluso en esos días, algo en nosotros sigue deseando a Dios. Y eso también es oración. Ese deseo de estar con Él ya es semilla de encuentro.
Cada persona encuentra su propio modo de orar
Hay quienes oran con palabras sencillas, hablándole a Dios como a un amigo. Otros necesitan escribir lo que sienten. Algunos se recogen en el silencio o en la adoración. También hay quien reza mientras camina, o frente al mar, o al terminar la jornada. Todas esas formas, si salen del corazón, son valiosas. La oración no se mide por su forma, sino por su verdad. Lo importante es que nos ayuda a entrar en relación, a reconocernos hijos, a escuchar esa voz que nos llama por nuestro nombre.
Jesús mismo oraba en distintos momentos: en la madrugada, en medio del camino, al dar gracias por el pan, al alzar la mirada. Cada gesto de su vida era una forma de comunicación con el Padre. En Él aprendemos que la oración atraviesa el día, que se entrelaza con lo que somos y con lo que hacemos.
También el silencio puede ser oración
Hay etapas en las que las palabras no salen. El corazón está lleno de preguntas, de cansancio o de espera. Entonces aprendemos a orar desde el silencio. Ese silencio no es vacío, es presencia. Es un modo de estar ante Dios sin querer controlar nada. Es dejarse mirar. Estar sin prisa. Respirar con fe. El silencio orante es un lugar fecundo, donde Dios actúa sin que lo veamos. Muchos momentos importantes de la vida espiritual han comenzado así: desde una pausa, desde una rendición confiada, desde una quietud habitada.
Una vida entera que se vuelve oración
Orar no es solo una actividad puntual. Es una manera de vivir. De mirar a los demás con compasión, de escuchar con paciencia, de decidir con conciencia. Cuando ofrecemos nuestro día como una ofrenda sencilla, también estamos orando. Las tareas de cada día, si se hacen con amor, pueden ser plegarias vivas. Servir a otro, acompañar a quien sufre, agradecer lo bueno que llega, sostener a quien lo necesita… todo eso tiene un peso espiritual inmenso. Porque donde hay amor, allí está Dios.
Seguir aprendiendo a orar es seguir aprendiendo a confiar. No se trata de saber mucho, sino de abrirse cada día un poco más. Y descubrir que en medio de todo, Dios ya está esperando nuestro gesto, nuestra palabra, nuestro silencio. Y nuestra vida entera.