Caminando juntos… en la fe, con esperanza, desde el amor… como comunidad parroquial
Los martes del curso 2024-2025, publicaremos una entrada que podría fomentar la reflexión y el crecimiento de nuestra vida espiritual, ayudando a mantenerla viva en el día a día:
El ayuno y la abstinencia: práctica de la moderación
El ayuno y la abstinencia desde una perspectiva cristiana, son oportunidades para crecer espiritualmente, renovar nuestra relación con Dios y abrir nuestro corazón a los demás. Estas prácticas, llenas de significado, nos invitan a mirar más allá de nosotros mismos y a descubrir la libertad que brota de vivir en moderación y desprendimiento.
Un gesto de amor y gratitud hacia Dios
El ayuno y la abstinencia no son una imposición, sino una respuesta de amor. En ellas reconocemos que todo lo que tenemos y somos proviene de Dios, quien nos ama y nos sostiene en cada momento. Al moderar nuestros deseos y necesidades, expresamos nuestra gratitud y confianza en Él, recordando que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4).
Este gesto de moderación nos ayuda a centrar nuestra vida en lo esencial: Dios y su amor por nosotros. Al renunciar voluntariamente a algo bueno, como la comida o ciertos placeres, aprendemos a valorar más profundamente sus dones y a reconocer nuestra dependencia de Él.
Una oportunidad para el crecimiento espiritual
El ayuno y la abstinencia son buenas herramientas para purificar el corazón y fortalecer nuestra voluntad. Al privarnos de algo, no solo disciplinamos nuestro cuerpo, sino que también abrimos espacio en nuestra vida para que Dios actúe. Estas prácticas nos ayudan a superar el egoísmo y las distracciones, permitiéndonos estar más atentos a la voz del Señor.
El ayuno, unido a la oración, nos acerca a una comunión más profunda con Dios. Como dice el Papa Francisco, “El ayuno despierta en nosotros el hambre de Dios”. En lugar de centrarnos en lo que dejamos, enfocamos nuestra energía en lo que ganamos: una relación más íntima con nuestro Creador y una mayor claridad espiritual.
Un acto de solidaridad y amor hacia los demás
El ayuno y la abstinencia también tienen una dimensión comunitaria. Al moderar nuestro consumo, podemos compartir con los más necesitados lo que hemos ahorrado. Este acto de caridad nos conecta con quienes sufren y nos recuerda nuestra responsabilidad de vivir en solidaridad.
San Agustín nos enseña: “No dejes que tu ayuno sea un hambre vacía; convierte tu abstinencia en alimento para el pobre”. De este modo, nuestras prácticas se convierten en un testimonio vivo del amor de Dios y en un compromiso concreto con el bienestar de los demás.
El ayuno y la abstinencia son caminos de transformación interior que nos acercan a Dios y a nuestros hermanos. Son una oportunidad para vivir con más libertad y generosidad, recordando que todo lo que hacemos, incluso estas prácticas, tienen sentido solo cuando se hacen por amor.
Que estas prácticas nos ayuden a crecer en la fe, a fortalecer nuestro espíritu y a construir un mundo más solidario. Inspirémonos en las palabras de Jesús: “Cuando ayunéis, no pongáis cara triste… unge tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 16-18).