El vivir “apasionados por la vida” se llama ENCUENTRO, es decir: comunidad, fraternidad, amistad… Y, como nuestras vidas están conectadas, ‘enredadas’, nos espera la vida que, entre sus muchas posibilidades, nos llevará a vivir que Dios se hace vida humana y se incorpora a nuestro caminar: imposible mayor pasión, expresada bajo el signo del abrazo, del perdón y de la paz.

Durante este trimestre en nuestra comunidad parroquial trabajamos el ENCUENTRO porque tenemos que tener presente que no somos islas, nuestras vidas están rodeadas de personas, y cada persona es una vida, única, irrepetible; y a la vez nosotros somos vida para otros compañeros.

El texto que representa este trimestre es el la visitación. María, que corre presurosa para ayudar a su prima Isabel, es un buen modelo de encuentro, de cómo tenemos que unir oración y acción; son, en el fondo, dos caras de la misma y única moneda, que es la moneda del amor y del evangelio. María e Isabel forman parte una de la vida de la otra, ambas se alegran de la dicha de la otra, son un símbolo de amor y de fraternidad entre ellas.

María sale con prontitud de su tierra hasta una ciudad de Judá que distaría unos 150 kilómetros. María era muy joven, tan sólo tendría unos 15 años y no le da pereza recorrer todo ese trayecto. Le puede más el interés y la necesidad del encuentro. Aquí se dan dos actitudes complementarias; María sale al encuentro de Isabel e Isabel la recibe con los brazos abiertos. Salir de uno mismo, de la comodidad, de tus circunstancias, genera la acogida del otro, el encuentro el conectar… Hay que arriesgarse, superar los obstáculos para poder hallar lo que buscas.

María salió de Nazaret, simplemente para ir al encuentro de su prima, para ayudar, para servir, mostrándonos el ejemplo a seguir. Del mismo modo, cada vez que visitamos a un enfermo, o a un abuelo, o a cualquier persona que necesita ayuda o consuelo, y le llevamos nuestro cariño, estamos siguiendo los pasos de María. María es la madre de la escucha, escucha atenta de Dios y escucha igualmente atenta a los acontecimientos de la vida. María, la mujer de la escucha, de la decisión, de la acción.

Jesús, el Señor, también sale a nuestro encuentro, tenemos la oportunidad de descubrir a Jesucristo como el amigo verdadero y encontrarnos con Él como dos amigos que se quieren y que juntos están felices. A veces los amigos se hablan, a veces se callan, escuchan, se miran, lo importante es estar juntos.

Resumiendo: ENCUENTRO en mayúsculas, con uno mismo, aceptándonos y queriéndonos; con el mundo en el que vivimos y con la comunidad que nos acoge y sostiene: con Jesús de Nazaret, que llama, nos hace felices y nos envía a su proyecto de Reino. Sintiéndonos acompañados y, a la vez, acompañando procesos de experiencias humanas y creyentes. Generando itinerarios de iniciación a la vida cristiana.