Ya están disponibles las fotos de la celebración comunitaria de la Unción de los Enfermos del pasado 25 de mayo, que fue además el día de la Pascua del Enfermo. Sabemos que varios de vosotros las habíais pedido. Así que aquí las compartimos. Son imágenes que permiten volver a ese día. A detenerse un momento. A mirar con otros ojos lo que quizá pasó más deprisa. Están los rostros. Están los gestos. Esa especie de presencia que no se ve pero se queda. Algunas fotos dicen mucho más de lo que se dijo en voz alta. Lo que pasó ese día no se fue.

Fue una celebración tranquila. Muy sencilla. Llena de cosas que no se improvisan. Se notaba el cuidado, eso sí. Nada llamaba la atención por separado, pero el conjunto hablaba de que todo estaba pensado desde dentro. El equipo de Pastoral de la Salud preparó con detalle. Con tiempo. Con mimo. Y no hizo falta explicar nada. El ambiente bastaba. Era acogedor, silencioso, bonito. Se respiraba hogar, en cierto modo.

Nuestro párroco, el P. Luis, estuvo muy presente. Presidió con una ternura que se notaba sin buscarla. Se acercaba con naturalidad. Bendecía despacio. Se detenía lo justo. Y al terminar, tuvo ese detalle tan suyo de entregar un regalo a cada persona mayor o enferma que recibió el sacramento. Era algo pequeño, pero elegido con intención. Y cada uno lo recibió a su manera. Algunas manos temblaban. Otras sonreían. Y hubo quien no pudo evitar emocionarse.

Estuvo también el vicario parroquial de Virgen del Camino. Se unió con sencillez, sin protagonismo. Estuvo, acompañó, compartió. Y eso sumó mucho. Fue bonito que pudiera estar.

Gracias a todos los que ayudasteis, desde cualquier rincón. Desde los bancos, desde la sacristía, desde la música, desde el gesto de acompañar a alguien. Gracias a los que simplemente estuvisteis, sin hacer nada visible pero con el alma presente. Porque eso también cuenta. Y mucho.

La fe no hizo falta explicarla. Se notaba en los cuerpos, en las miradas, en cómo nos acompañábamos. Estaba ahí. Y eso bastó.

Las fotos recogen algo de eso. No todo, claro. Pero ayudan a recordar. Si despiertan algo dentro, aunque sea solo un suspiro o una oración, entonces siguen hablando. Por eso las compartimos. Con gratitud. Por lo vivido. Y por lo que quizá aún está por llegar.

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