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Comenzamos hoy un nuevo Año litúrgico con el tiempo de Adviento. La celebración litúrgica nos invita a que nos pongamos de pie y comencemos a andar por el camino que conduce a la Navidad.

Es tiempo de espera y de compromiso. Es tiempo de rechazar las tinieblas, que son las obras de pecado, y revestirnos con las armas de la luz y de la paz. El tiempo de Adviento nos llama a la renovación espiritual de nuestra vida y a permanecer vigilantes, pues no sabemos ni el día ni la hora de la venida del Señor. Ante la venida del Señor se pueden adoptar diferentes actitudes. Algunos se preocupan de los negocios de este mundo, otros de comer y beber o de divertirse. Se olvidan de Dios. No faltan bautizados que permanecen dormidos o prefieren pensar y seguir el ritmo marcado por la sociedad y no la voluntad del Señor. Hay otros que no creen ni esperan la venida del Señor y viven sumergidos en la materialidad, en el placer y en el poder. En cambio, hay cristianos que viven intensamente las consecuencias de su bautismo, se dedican a servir al Señor y a los hermanos. Y quieren que la venida del Señor no los sorprenda despreocupados o distraídos.

Jesús nos exhorta a permanecer vigilantes y en espera. Isaías y Pablo nos exhortan a despertarnos del sueño, salir de la rutina y vivir velando. Ha llegado la hora de convertir las armas de la guerra en instrumentos de paz.