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El Bautismo del Señor

Una celebración que nos invita a todos a retomar nuestra misión de bautizados. La palabra bautismo etimológicamente significa: sumergirse en agua. Cuando uno se sumerge, se empapa, se refresca, se limpia, y si se está mucho tiempo dentro, se ahoga. Este es el significado de nuestro bautismo, empaparse de las actitudes de Dios, refrescar cada día nuestra fe en Él, limpiar cada momento nuestro corazón de aquello que nos aleja de Él, y también morir al pecado. Ese día del bautismo del Señor, se escuchó una voz que decía: “Este es mi Hijo muy amado, en ti me complazco”. ¡Que bella voz!, es una caricia al alma. Tú y yo también somos hijos amados en quien Dios se complace al verme cada día.

Cuánta falta nos hace que nos digan que somos amados, cuánto temor delante de la posibilidad de perder el amor de los que nos rodean. Pero el amor de Dios siempre está ahí para nosotros, no se muda, no se aparta en ningún momento, fue pronunciada esa voz desde el día de nuestro bautismo. El bautismo compromete a ser seguidor de Jesús de Nazareth, hombre sencillo, humilde, que propuso un mundo diferente, unas actitudes que transforman los corazones, un estar en el mundo de otra manera. Los bautizados debemos distinguirnos por ser los que proponemos una manera de ser diferente, basada en el amor, la justicia, la solidaridad, la caridad fraterna. Somos el buen olor de Cristo, que tenemos que dejar el aroma de los valores de Cristo por donde quiera que pasemos.

Desde el amor: Escucha en tu interior esa voz de Dios:” Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco”. Y en un momento de silencio agradécelo.

Desde la fe: Esta semana, apuesta por pronunciar los valores de Jesús en tu entorno laboral, familiar o de amigos.

Desde la Esperanza: Ábrete a la acción del Espíritu Santo, y renueva esta semana tu compromiso de ser seguidor de Jesús de Nazareth.