Ver y Descargar la Hoja Dominical

LA VIGILIA DE LA SENSATEZ Y EL SUEÑO DE LA NECEDAD

Según el uso matrimonial palestinense, en el último día de los festejos antecedentes, a la puesta del sol, el novio era llevado por sus amigos a la residencia de la desposada, que le esperaba vestida de juventud y virginidad. El grupo de las “doncellas” estaba pendiente de oír los primeros ecos de las voces en la lejanía y de que brillasen las luces rosadas del cortejo del esposo para salir al encuentro. Mas un extraño y largo retraso puede provocar que el sueño aflore y que el nerviosismo y la preocupación impidan la previsión del aceite necesario para alimentar la lámpara.

Todo lo antecedente es necesario conocerlo para poder entender la parábola que hoy se lee en la misa de este domingo trigésimo segundo del tiempo ordinario. La parábola de las doncellas necias y sensatas es muy elocuente y está cargada de simbolismos, que merece la pena analizar. Mantenerse en estado de vigilia es signo de prontitud, de tensión serena, de amor eficaz, de inteligencia y sensatez. Por el contrario, el sueño hace referencia a la torpeza espiritual, a la indiferencia, a la falta de la conveniente actitud. La antítesis “sueño vigilia” tiene como atmósfera de fondo el símbolo de la “noche”, momento de prueba y de espera del alba, y el símbolo de la “luz”, signo de vida y de alegría por el encuentro del esposo. El aceite es signo de la cordial hospitalidad oriental, de la alegría y de la intimidad, del mesianismo y de la consagración sagrada. La sensatez, y la necedad es la antítesis que resume y desarrolla toda la teología sapiencial, reflejada con vivacidad en la colección de reflexiones que contiene el libro de los Proverbios. La virginidad es muestra de donación, de cercanía a las bodas, de madurez humana y religiosa. El retraso del esposo es una invitación a escrutar los signos misteriosos de la lógica de Dios, para que vivamos siempre en el día de bodas y en la expectativa de lo inminente de la salvación total. La puerta cerrada es una pequeña parábola que tiene su mejor interpretación en la gélida respuesta “no os conozco”. Detrás de ella se celebra el banquete nupcial de la salvación mesiánica ofrecida a los sensatos vigilantes.