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Meditación del Papa Francisco

El Evangelio de hoy nos vuelve a proponer las palabras que Jesús dirigió a Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito”. Al escuchar estas palabras, dirijamos la mirada de nuestro corazón a Jesús crucificado y sintamos dentro de nosotros que Dios nos ama, nos ama de verdad, y nos ama en gran medida. Esta es la expresión más sencilla que resume todo el Evangelio, toda la fe, toda la teología.: Dios nos ama con amor gratuito y sin medida. Dice la plegaria eucarística IV: “Cuando el hombre por desobediencia perdió tu amistad, no lo abandonaste al poder de la muerte, sino que, compadecido, tendiste la mano a todos”. Vino con su misericordia. Como en la creación, también en las etapas sucesivas de la historia de la salvación, destaca la gratuidad del amor de Dios. Y cuando llega la plenitud de los tiempos, a pesar de que los hombres en más de una ocasión quebrantaron la alianza, Dios, en lugar de abandonarlos, estrechó con ellos un vínculo nuevo, en la sangre de Jesús (el vínculo de la nueva y eterna alianza), un vínculo que jamás nada podrá romperlo.