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IV domingo de Cuaresma.

El ciego de nacimiento. “Vete a lavar a la piscina de El Enviado”.

Jesús sana a un ciego de nacimiento. Entrar, ver y creer son tres verbos que en el Evangelio de Juan están estrechamente relacionados. El ciego entra en contacto con Jesús, luego con la piscina de Siloé (que significa el Enviado), ve y cree. A veces pensamos que percibimos la realidad tal cual es, y sin embargo no nos damos cuenta que estamos ciegos, que en verdad lo que hacemos es una interpretación de la realidad que nos rodea.

En esta cuaresma hemos de pedir a Jesús, este proceso de entrar, ver y creer. De acercarme para lavar nuestros ojos en las aguas del Enviado, de Jesús. Aprender a mirar como Él mira al pecador, al pobre, a la viuda, al enfermo, al compañero de trabajo. Esa mirada que necesita de lavados diarios para que los estereotipos de nuestra mente no empañen la buena mirada del Reino de Dios.

👉 Desde la fe: Desconfiar la mirada propia es un paso importante de humildad. A veces creemos tener siempre la razón sin caer en la cuenta de que nuestra percepción es tan solo “un punto de vista”, y no contiene toda la verdad.

👉 Desde la Esperanza: Sin hacer más preguntas, el ciego del Evangelio se sumerge en las aguas del Enviado, y es sanado. Confiemos que así será en nosotros cuando nos sumergimos en las aguas del Evangelio, de la Buena noticia, y pidamos cambiar nuestra mirada a la realidad.

👉 Desde el Amor: Cuando queramos ayudar a otros, cuando queramos conducir a otros hacia la luz de Jesús, que sea desde la humildad más honda, sabiendo que también muchas veces no he visto claro, que tengo aún puntos ciegos, desde ahí actuare con misericordia.

P. Luis Murillo