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Los días de Navidad son esencialmente fiestas para vivir en familia. Hoy, la Familia de Nazaret es la protagonista. Jesús no solo se gesta en el seno de una mujer, sino que nace y vive en una familia y se inserta en la vida e historia de un pueblo, con sus creencias, tradiciones, cultura y valores. Los evangelios otorgan a María y a José los títulos de «llena de gracia» y «hombre justo». Jesús aprendió en la escuela de Nazaret sin libro alguno y sin muchas explicaciones, María y José son sus dos maestros. Aprendió de sus ejemplos y de su vida. Aprendió a ser misericordioso, a ser bueno, a hacer siempre el bien y a ser comprensivo y perdonador. La Familia de Nazaret es modelo de la familia cristiana. La familia es la cuna de la vida que comienza, crece y se desarrolla. No habrá calor humano en el mundo sin el respeto a la familia. La familia es una escuela de amor, de relación y de formación. Es el lugar en el que todos aprenden a amar y a vivir, a respetarse y ayudarse. Entremos en la casa de Nazaret para escuchar el silencio respetuoso y misterioso de los tres que viven el uno para el otro; entremos para descubrir el misterio que se respira en cada una de las tres personas; entremos para ver cómo trabajan y cómo se aman mutuamente. La familia es el mayor bien de la sociedad, es un bien declarado «patrimonio de la humanidad». Hoy la familia está amenazada por una serie de contravalores que ponen en peligro su estabilidad. Continuamente se bombardean sus raíces y se pretende destruir sus bases fundamentales. La liturgia de hoy nos invita a defender la familia. Nazaret es nuestro modelo.