Amar es elegir vida
Comenzamos este camino de Cuaresma con una certeza: el amor no es solo un sentimiento, es una elección. Amar es un verbo que se conjuga en la vida, en lo concreto, en cada gesto que da luz y sentido a nuestro día. No se trata de emociones pasajeras ni de impulsos que vienen y van, sino de un amor que toma forma en lo que elegimos, en lo que cuidamos, en lo que damos.
Jesús nos muestra que el amor se elige en la libertad, incluso en los momentos de prueba. No es un amor que se impone ni que se mide por recompensas, sino el que brota cuando decidimos confiar, cuando optamos por lo que edificamos, cuando renunciamos a lo que nos aleja de lo esencial. En cada paso de nuestro camino, nos encontramos con esas preguntas que desafían el corazón: ¿dónde pongo mi vida? ¿en qué centro mi confianza?
Amar es una decisión que nos moldea. Hay momentos en los que sentimos la tentación de buscar caminos más fáciles, de acomodarnos, de conformarnos con lo inmediato. Pero el amor nos llama a ir más allá, a elegir lo que da Vida. «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4, 4). Cuando amamos, no nos quedamos en lo superficial, sino que buscamos lo que nutre de verdad, lo que nos sostiene cuando todo parece frágil.
Amar es elegir lo que da Vida. Es mirar con ojos nuevos lo que nos rodea y descubrir en cada día una oportunidad para sembrar bien, para cuidar, para apostar por lo que permanece. En un mundo que tantas veces nos empuja a la prisa, a la búsqueda de lo inmediato, a la seguridad de lo tangible, el amor nos recuerda que lo más valioso no siempre es lo más visible. Amar es apostar por la fidelidad en lo pequeño, por la coherencia en lo escondido, por la entrega que no busca ser aplaudida, sino que simplemente ama porque sí.
Amar es aprender a soltar
En este tiempo de Cuaresma, estamos llamados a revisar nuestro rumbo, a soltar lo que nos ata y a quedarnos con lo que en verdad sostiene. Amar es aprender a soltar: soltar lo que pesa, lo que distrae, lo que llena las manos pero deja vacío el corazón. Amar es elegir bien nuestras batallas, nuestras palabras, nuestros silencios. Es dar espacio a lo que nos nutre y nos hace crecer.
A veces, nos aferramos a seguridades que creemos imprescindibles. Queremos que todo tenga una respuesta inmediata, que el amor sea siempre correspondido, que nuestros esfuerzos den frutos visibles. Pero el amor auténtico no es posesión ni control, sino entrega confiada. No todo se nos dará de la manera en que esperamos, pero si amamos de verdad, sabremos soltar sin miedo.
Jesús mismo, en su camino, tuvo la oportunidad de elegir otro rumbo, de buscar el reconocimiento, el poder o la seguridad, pero eligió amar. «Al Señor, tu Dios, adorarás y solo a Él darás culto» (Lc 4, 8). Amar es eso: dejar de lado lo que nos aleja de Dios y de los demás, renunciar a lo que nos encierra en nosotros mismos, para abrirnos a lo que realmente nos plenifica.
Soltar no significa perder, significa confiar. Significa comprender que cuando amamos desde la libertad, nada se desperdicia. Todo gesto, toda entrega, todo silencio lleno de amor se convierte en semilla de algo mayor, incluso cuando no lo vemos de inmediato.
Amar es caminar sin miedo
El amor no nos paraliza, nos lanza a la vida. No porque todo esté claro, sino porque confiamos en que cada paso tiene sentido. Es mirar hacia adelante con esperanza, sin quedarnos atrapados en lo que no fue, en lo que nos hirió, en lo que no entendemos. Amar es seguir adelante, sabiendo que Dios camina con nosotros, sosteniéndonos incluso cuando nos sentimos frágiles.
A veces, nos preguntamos si vale la pena elegir el amor cuando las respuestas no son inmediatas, cuando el camino es incierto. «No tentarás al Señor, tu Dios» (Lc 4, 12). No necesitamos poner a prueba a Dios para saber que está con nosotros. El amor no necesita garantías, porque es en sí mismo la mayor certeza. Amar es confiar, incluso cuando no vemos con claridad el final del camino.
Esta primera semana de Cuaresma nos invita a hacer espacio en el corazón para elegir lo que permanece, para dejarnos transformar por el amor que todo lo renueva. No es un amor abstracto, sino el que se expresa en la mirada que acoge, en la palabra que anima, en el consejo que acompaña sin condenar, en la paciencia que espera, en la fidelidad que no se cansa.
Que en estos días podamos escuchar más profundamente esa voz que nos llama a amar sin reservas. Que cada decisión sea una respuesta a ese amor que primero nos amó. Que esta Cuaresma nos ayude a redescubrir que amar no es perder, sino ganar Vida.