“ Y amó hasta el extremo” 
Por Cristina Chacón

En marzo de este año tuvimos la suerte de conocer en acogida de Cáritas a una gran mujer de 29 años peruana (la llamaré C.) y a su peque de 3 añitos, S. Desde el primer momento que la conocí la apodé para mí «madre coraje “. Me impactó ver una joven con tanta fuerza personal, con tanta capacidad de lucha y sobre todo con tanto amor de donación. No puedo compartir todo lo que vivimos con ellos pues llenaríamos folios, pero si algo he aprendido yo, es que es real que se puede amar hasta el extremo y sin mirar atrás. C. era psicóloga clínica en Perú y a los pocos meses de nacer S. les dijeron que padecía una parálisis cerebral y que iba a necesitar muchos cuidados. En Perú la atención a estos niños está cubierta el primer año de vida (según nos contó ella) y S. estuvo yendo a muchas terapias y tratamientos. Se movilizaron mucho allí, pero las ayudas eran muy justitas, por no decir escasas. 

En noviembre del 2018 empezó a empeorar y les recomendaron que vinieran a España pues a lo mejor la medicina de aquí podía hacer más por S. …y así es como en febrero del 2019 estos papás dejaron toda su vida de Perú y con todos sus ahorros se vinieron a España en busca de esa ayuda sanitaria para S. España no es nada fácil para el inmigrante pues es caro, los ahorros desaparecen en seguida, y para personas sin papeles en regla, los trabajos no llegan. Todavía más difícil con un niño muy enfermito. El papá de S. se tuvo que volver a Perú y C. se quedó aquí sola con su niño. Fue todo muy difícil para ella. S. empeoraba, no sostenía el tronco, no se ponía de pie, interactuaba con su madre, pero cada vez menos, no le podía dejar ni un momento solo. Dormían en la misma cama y algunas noches eran muy duras pues tenía muchas secreciones respiratorias, se agitaba, se quejaba. Llegó a nosotros, a acogida de Cáritas, en busca de cualquier ayuda que le pudiéramos dar y esperando poder gestionar de alguna forma una estancia por ayuda humanitaria donde le proporcionaran una habitación para ellos dos y la manutención mientras tenía los médicos, y la asistencia sanitaria se resolvía. Fue poco a poco empeorando y un día nos llamó desde el hospital del Niño Jesús donde tuvo que ir primero en bus hasta Moncloa y luego en metro hasta el hospital con S., con una fiebre de 40 grados. Se fue con la sillita de S. en el bus, sin querer molestar a nadie, como siempre ella nos decía. Se quedó allí ingresado y ella siempre a su lado. Ella estaba sola, no contaba con nadie, pero en poco tiempo se hizo con nosotras. Nos tocaron profundamente el corazón los dos. Un grupo de personas empezamos a organizarnos cada día para que no estuviera sola en el hospital, cubríamos ratitos que cada una podía estar para llevarle lo que necesitara, para charlar o hacerla compañía, para reírnos por tonterías, para abrazarla y llorar juntas, para compartir experiencias personales, pero sobre todo para dar y muy especialmente recibir mucho amor. Fue un mes muy duro para ella. S. empeoró e ingreso en la UVI. Estuvo allí unos días. Cada día que íbamos tenía un tubo, sonda, bomba, vía… nueva. C. no quería dejarle sólo en ningún momento. Pudimos compartir temas espirituales, de fe, de preguntas que nos hacemos en diferentes momentos de la vida, inquietudes del alma. Un día le comunicaron que estaba muy malito y que le iban a pasar a paliativos. Qué duro es para una madre intuir que tu hijo no mejora y que a partir de ahora ya no le van a hacer nada más extraordinario, van a intentar darle calidad de vida en el final, en este último camino. No iba a sufrir pues estaba con muchas crisis y rigideces. No iba a pasar dolor, pero no iba a mejorar. Te imaginabas que en España algo se iba a resolver, iban a hacer todo lo posible por él, seguro que podrían ayudarle, darle un diagnostico claro y ponerle algún tratamiento… y así fue, pero no como ella soñaba.

Como enfermera agradecí mucho la cercanía, cariño y humanidad que recibió C. por parte de todo el personal del hospital en cada momento. Cómo le fueron diciendo las cosas poco a poco, escuchándola y respetando sus tiempos, sin prisas, con calma. Las noticias no solían ser nada buenas y cuando le plantearon que podía morir, la de emociones profundas que se generaron: tristeza, miedos, dudas, impotencia, soledad; aparecían recuerdos que compartíamos, sueños ahora un poco rotos, añoranzas de cuando jugaban con él, de su sonrisa, de sus gustos, de su ser personita. Estuvo casi un mes. Le dijeron que le quedaban días para morir y que avisara a quien quisiera pues podía ser inmediato. Habló con el papá y en pocos días gestionó todo y se vino. Habló con su mamá, la abuela de S., un gran apoyo para C. y se vino. S. lo supo. Les reconoció a los dos. A su manera se despidió. Y a los dos días se fue. Tomó su camino en paz, acompañado por sus personas tan queridas, por sus canciones, sus mimos, sus caricias, sus juguetes y muñecos. Todo en orden, en paz y rodeado de mucho amor C. Estuvo acompañada también por los suyos. ¡Qué regalazo para nosotras haberla visto con su familia en este momento tan especial! Les acompañamos en el tanatorio, pues si ya es duro para cualquiera el tanatorio, más aún cuando uno está tan sólo en España y con un niño de 3 años… Tuvieron que esperar una semana para la repatriación por la multitud de papeles a gestionar y así poderle enterrar en Perú. A veces no valoramos las pequeñas cosas de la vida que tenemos y C. agradecía todo. Cada momento con su hijo era de gran intensidad. Se subía a la cama y con todo el aparataje que tenía le achuchaba, le hablaba, le acariciaba, le contaba quiénes éramos cada una de las personas que íbamos. Tuvimos momentos de gran ternura, de descubrir que Dios se muestra de las maneras más insospechadas, en medio de tanto dolor …no parábamos de descubrir su Amor. C. siempre tenía su sonrisa o su preguntita para cada una de nosotras ¿y tú qué tal? No quería ser el centro, no le gustaba y lo evitaba. Muchas veces su profesión de psicóloga la traicionaba, se autoanalizaba y se quería adelantar a lo que iba a venir, al duelo, a la gran pérdida, a cómo se comportaría ella, si lo superaría… ¡Cuánto hemos aprendido de cada momento! Uno se da cuenta que estos son los momentos importantes de la vida donde queremos acompañar y estar. Dios quiere estar ahí con el que sufre y darle su fuerza y esperanza. Dios en todo y más allá de todo. Aquí, en cada momento de forma muy especial a través de cada uno de nosotros, aunque a veces no seamos muy conscientes de ello. Siempre uno piensa que podía haberlo hecho mejor, haber estado más tiempo, haber hablado más, haber estado más cerca, haberla ayudado de más formas. Hicimos lo que pudimos, nunca sé si suficiente… También en nuestra debilidad Dios habla mucho. Vivir el día a día no es fácil, pero es posible. De lo que viene no tenemos certezas, pero sí del presente y de lo que estamos viviendo ahora en cada momento. Para mí C. ha sido un ejemplo de entrega de su vida por amor a su hijo. Ella está en búsqueda de Dios y estoy segura que Dios tiene grandes regalos para ella. S. fue uno muy importante. C. busca a Dios y para mi Dios se hizo presente en ella, en tanto amor regalado. Gracias, muchas gracias. 

» Y amó hasta el extremo.» 

 

 

Cristina Chacón es voluntaria en Acogida de Cáritas