En muchas ocasiones, al hablar de la Unción de los Enfermos, lo primero que viene a la mente es el final de la vida. Y, sin embargo, este sacramento es, en realidad, un sacramento de vida. Un regalo que la Iglesia ofrece para sostener, fortalecer y consolar a quienes atraviesan el umbral de la fragilidad: la enfermedad, la edad avanzada, el sufrimiento físico o emocional.

Este 25 de mayo, en la celebración de la Pascua del Enfermo, nuestra Parroquia Santísima Trinidad de Collado Villalba se llenará de gracia y ternura al acoger la celebración comunitaria del Sacramento de la Unción, durante la Misa de las 13:00h. Está especialmente dirigida a enfermos y personas mayores de 65 años, pero es una invitación que nos alcanza a todos: familiares, amigos, voluntarios, feligreses, jóvenes… Porque este no es solo un momento litúrgico: es una oportunidad para redescubrir la profundidad de nuestra fe y el poder del amor que acompaña.

Recibir este sacramento no es una señal de derrota, sino una expresión de confianza. Es decirle al Señor: «Te necesito. Ven a mí con tu fuerza. Tócame con tu paz». A través de la imposición de manos y la unción con el óleo bendecido en la frente y en las manos, Cristo mismo se acerca a sanar, consolar y sostener. No siempre cura el cuerpo, pero siempre sana el alma. Siempre fortalece. Siempre abraza.

Acompañar, cuidar, orar: una tarea de todos

A veces pensamos que este sacramento solo concierne a quien lo recibe. Y, sin embargo, toda la comunidad está llamada a vivirlo como una celebración compartida. Acompañar a nuestros mayores, acercar a nuestros enfermos, ayudarles a prepararse espiritualmente, estar presentes junto a ellos en la misa, rezar por ellos con el corazón abierto… Todo ello forma parte del misterio de comunión que es la Iglesia.

Es un gesto precioso invitar a un abuelo, una madre, un vecino enfermo, a recibir este sacramento. Preguntarles si desean participar. Acompañarlos a apuntarse en la sacristía. Sentarnos junto a ellos en la iglesia. No siempre nos damos cuenta de cuánto bien puede hacer este acto de presencia, este “estar” sencillo y lleno de fe.

Del mismo modo, los jóvenes, a menudo ajenos a esta realidad, pueden encontrar en esta celebración una oportunidad para comprender que la vida cristiana es una travesía que nos sostiene en todas las etapas. La fragilidad no es un fracaso, sino un lugar sagrado en el que Dios se manifiesta con una ternura especial. Estar cerca de nuestros enfermos es, también, una escuela de humanidad y una experiencia de misericordia.

Una Pascua luminosa para quienes sufren

La Unción de los Enfermos, celebrada dentro de la Eucaristía, une el misterio de la cruz con la fuerza de la resurrección. Por eso se celebra en la Pascua del Enfermo: porque es un sacramento pascual, de paso de la oscuridad a la luz, de la soledad al consuelo, del temor a la confianza. Cada año, esta jornada nos recuerda que Jesús Resucitado no se ha olvidado de quienes más sufren: se hace presente de forma concreta, tocando nuestras heridas con aceite de alegría y con manos que bendicen.

Como parroquia, queremos que esta celebración sea un signo visible de esperanza, una proclamación silenciosa de que la vida, incluso herida, tiene un sentido, una dignidad y una belleza que Dios mismo cuida. Ojalá muchos se animen a vivir este sacramento. Y ojalá todos nos sintamos enviados a sostener con nuestra oración, nuestra cercanía y nuestro amor, a quienes más lo necesitan.

Apuntarse en la sacristía es sencillo. Lo importante es que no falte nadie que lo necesite. Y que, como comunidad, seamos rostro de Cristo para ellos.