En el Via Crucis, nos sumergimos en la profunda experiencia del camino que Jesús recorrió hacia la salvación. Cada estación nos invita a reflexionar sobre la entrega total de Jesús por amor a cada uno de nosotros. En esos momentos de dolor, encontramos una lección de fortaleza, humildad y confianza en Dios. En cada estación, Jesús carga con el peso de nuestros sufrimientos, despierta en nosotros una reflexión que va más allá de la historia antigua y se entrelaza con nuestras vidas cotidianas.
Al seguir los pasos de Cristo, descubrimos la autenticidad de su humanidad y la inquebrantable fuerza de su amor. En sus caídas, vemos nuestras propias fragilidades y debilidades, pero también experimentamos la grandeza que proviene de levantarnos una y otra vez, guiados por la esperanza que emana de la fe en Dios.
Cada estación nos invita a contemplar la salvación que se despliega en nuestras vidas diarias. La salvación no es solo un evento distante, sino un proceso continuo que se manifiesta en cada elección que tomamos para vivir de acuerdo con los valores del Evangelio. Dios, en su amor incondicional, nos brinda la fuerza necesaria para superar nuestras pruebas y seguir adelante con coraje y gracia.
Que los Via Crucis que, cada viernes de cuaresma, vamos a orar en nuestra parroquia, sean para nosotros no solo un recuerdo de la pasión de Cristo, sino también una inspiración para vivir con un deseo más profundo de esperanza y gratitud. Que cada estación sea un recordatorio de que, en medio de nuestras propias dificultades, podemos encontrar fuerza en Dios, experimentar la salvación en nuestras elecciones diarias y vivir en constante comunión con Dios, amor misericordioso, que nunca nos abandona.