La caridad tiene muchos rostros y expresiones. Una de ellas es la solidaridad económica o de escucha al que sufre, y también existen otras formas de caridad. A veces el silencio delante de un defecto de otro es caridad, otras veces la visita a alguien que está en soledad no elegida también es caridad. Caridad es amarse a sí mismo, caridad es palpitar con la preocupación del otro. Caridad es no hacer bullying, caridad es amor gratuito al otro. Caridad es en definitiva el amor. Pero el amor no es un sentimiento, o una  simple acción hacia el otro, sino la actitud  o motivación con que yo actúe hacia el otro. Yo puedo acompañar a alguien al médico, pero, ¿la actitud con que la acompaño, es amorosa, o con reclamos?, puedo dedicar mucho tiempo y ser generoso con otros, pero ¿la actitud con que lo hago es una actitud de orgullo y narcisista?.

San Pablo lo dice muy claro: “ya puedo yo dar todos los bienes a los pobres, pero si no tengo amor de nada me sirve” (I Cor 12). Esta cuaresma es una invitación a revisar no solo nuestras acciones sino el “desde dónde lo hacemos”, revisar nuestras actitudes y motivaciones que nos llevan a ser caritativos.

P. Luis Murillo