Como ya os informamos en la entrada ‘Año de la Oración’ el Papa Francisco nos decía que 2024 será “un año intenso de oración, en el que los corazones se puedan abrir para recibir la abundancia de la gracia”.

Desde nuestra parroquia, nos complace compartir con vosotros esta iniciativa que iniciamos con este tiempo de Pascua. En 12 entregas, os invitamos a embarcaros en un viaje quincenal hacia lo más profundo de la oración, en la que cada entrega será como una luz que ilumina nuestro camino hacia la comunión con Dios.

En estas entregas, seremos guiados por dos pilares esenciales:

  1. Por un lado, nuestro equipo de comunicación y algunos feligreses nos ofrecerán una visión esclarecedora sobre los distintos tipos de oración, ayudándonos a comprender sus matices y belleza.
  2. Por otro lado, miembros de los diferentes grupos de la parroquia compartirán sus experiencias personales, sus encuentros íntimos con la oración, inspirándonos con su devoción y entrega.

Que cada reflexión, cada testimonio compartido, nos impulse a profundizar en nuestra relación con Dios y a abrir nuestros corazones a la gracia que nos aguarda con amor infinito.

¡Que este «Año de la Oración» sea un tiempo de crecimiento espiritual, de encuentro íntimo con Dios y de abundantes bendiciones para todos nosotros! Unidos en la fe, caminemos juntos hacia la plenitud de la comunión con Dios. ¡Que la oración nos guíe y fortalezca en este viaje de fe y amor!

Entrega nº 1. ¿Qué es orar con los sentidos?

La oración con los sentidos es una de las formas más sencillas, y a la vez, más poderosas porque nos recuerda la naturaleza humana que Dios nos ha dado y nos conecta con la obra del Todopoderoso que nos rodea.

Vivimos rodeados de muchos elementos que nos distraen. Quizás por ello, pensamos en los sentidos como piedras en el camino de nuestra oración, que nos ayudan a estar en contacto con el mundo, pero nos dificultan el contacto con Dios.

Sin embargo, San Ignacio de Loyola, un firme defensor de este tipo de oración, nos recuerda que todo lo que tiene valor en la naturaleza humana es precioso cuando se usa para orar. Los cinco sentidos pertenecen a la naturaleza del hombre, y esa naturaleza es camino y lugar del encuentro con Dios. Esta es la razón para no alejarse de los cinco sentidos durante la oración.

Al contrario, es fundamental dejar que el Espíritu Santo los transforme y purifique a través de la Palabra de Dios.

Orar con la vista: La mirada se puede usar para ver conscientemente que la obra de Dios está en todo lo que nos rodea.

Lecturas: Salmos 121 y 123; Lc 7, 44; Mt 9,9; Lc 22, 61-62; Lc 13, 12.

Orar con el oído: Estamos rodeados de mucho ruido. Necesitamos silencio para escuchar a Dios. Tendríamos que asimilar conscientemente cómo Dios nos habla y se hace presente a través de todos los sonidos.

Lecturas: escucha de la voluntad de Dios (Jn 4, 34), Jesús escucha las necesidades de la gente que le rodeaba (Jn 5, 6).

Orar con el olfato: En la Biblia encontramos muchas referencias a perfumes, esencias, aceites o inciensos. El ser perfumado por excelencia es Cristo. La vida de Cristo está enmarcada por perfumes. En su nacimiento, está la mirra ofrecida por los Reyes Magos. Tras su muerte, las especias aromáticas que las mujeres llevan al sepulcro.

Orar con el gusto: A lo largo de las Escrituras se nos invita en innumerables ocasiones a gustar y ver qué grande es el Señor, a deleitarnos con el gusto de la dulzura, la ternura y la bondad de Dios para así conducirte a la dulzura, la ternura y la bondad de Jesús.

Lecturas: «Gustad y ved qué bueno es el Señor » (Salmo 34-33). Dios tiene buen gusto (Gen 1, 1-31).

Orar con el tacto: utilizando gestos, movimientos o el contacto físico para expresar devoción, reverencia o comunión espiritual con Dios.

Desde el equipo sacerdotal nos ofrecen una experiencia sobre orar con los sentidos

Para mí la experiencia de orar con los sentidos ha tenido una bella repercusión en mi vida. Mirar, escuchar, hablar, tocar, callar.

Mirar: “Reino de Dios se parece a un hombre que encontró un tesoro”. Para encontrar hay que tener mirada atenta. He sido de los que he buscado, he fijado mi mirada en otros campos donde no hay tesoros, pero me ilusionaba hacerlo, ¡ingenuo de mí! Durante una etapa de mí vida, busqué en libros espirituales, sí, encontraba, pero no lo que deseaba. Últimamente he procurado poner en la vida una mirada como la de Dios “vio Dios que todo lo que había hecho era muy bueno”. Eso me hace ser un poco más compasivo conmigo mismo y con los demás. Mirar a la eucaristía y mirar al ser humano son una sola mirada.

Escuchar: “El Señor me ha dado oído de discípulo” (Is 50, 4-9).  No me ha sido fácil aprender el lenguaje de Dios en mi vida. Depende de cada etapa, a veces me siento discípulo, y otras veces mi ego me hace sentir que ya lo sé casi todo.  Siempre me invito a mí mismo a ser como María en Betania: “atento a los pies de Jesús”, y con la tarea en el horizonte: “haced lo que Él os diga”. En mi vida distinguir las propias voces de la voz de Dios, ha sido todo un reto.

Hablar: “cuando oréis no digáis muchas palabras” (Mt 5, 7). Al inicio de mi vida de oración, hablaba mucho, pedía, agradecía, y parecía que tenía que llenar la oración con muchas palabras. Últimamente he procurado acoger una, dos o tres palabras que me llaman la atención del evangelio, y hacerlas casi como un mantra. Esto me ayuda a decir lo importante en mi vida.

Tocar: “nuestras manos han tocado el Verbo de la vida” (Jn 1, 1). El ejercicio que me ha ayudado a tocar a Dios ha sido cerrar los ojos, y contactar con las cosas sencillas, quizás una caricia a un bebé o a mí mismo, el contacto con el agua, notar la mano que te estrecha un pobre a quien ayudas. Esto ha requerido centrarme no en lo que sucede sino en el sentir, sin buscar nada más que el percibir el tacto. La experiencia es extraña, aun así, ayuda a contactar. ¡Todo está lleno del Verbo de amor!

Callar: “todo lo conservaba en su corazón” (Lc 2, 16-21) Orar, simplemente mirándonos, al principio me parecía una pérdida de tiempo. Poco a poco he ido aprendiendo a callar, ya no solo en la oración, sino en lo que necesito, o deseo. Un “hágase” en el momento oportuno me ayuda mucho porque “es bueno esperar en silencio su salvación” (Lm 3, 26)

 

Nota: Todas las entregas las podrás ir encontrando en el siguiente enlace: Año de la oración