CRISTO, doblo mi rodilla ante la inmensidad
del amor que nos tiene el Padre,
dándonos a su Hijo para nuestra salvación.
Y alabo tu obediencia incondicional,
entregándote a la muerte en cruz.
Te adoro, Cristo crucificado:
fijo mis ojos en ti y creo firmemente
que has destruido mi muerte
y aniquilado mi pecado.
Me has curado y me has dado la vida.
Amén