Al encender estas cuatro velas, en el último domingo,
pensamos en Ella, la Virgen, tu madre y nuestra madre.
Nadie te esperó con más ansia, con más ternura, con más amor.
Nadie te recibió con más alegría.
Te sembraste en Ella, como el grano de trigo se siembra en el surco,
y en sus brazos encontraste la cuna más hermosa.
También nosotros queremos prepararnos así:
en la fe, en el amor y en el trabajo de cada día.
¡Ven pronto, Señor. Ven a salvarnos!