Ha pasado

Un servicio impagable

El tema del tercero Encuentro Cuaresmal dedicado a «Cuidar la Familia en el Año Familia Amoris Laetitia» ha sido «Un servicio impagable».

Presentamos el texto para reflexionar.

Comenzamos rezando

Cada mañana vuelve a salir el sol y renace la vida en la tierra. La Iglesia ha visto, en el sol que vuelve a brillar, la imagen de Jesucristo resucitado, que cada día renueva nuestra alegría. Comenzamos estos momentos de oración cuaresmal con un himno a Jesucristo resucitado, esposo de la Iglesia, que sostiene la vida y la alegría de nuestras familias, y, a través de ellas, quiere inundar de gozo este mundo, a veces triste, en el que vivimos:

Cristo,
alegría del mundo,
resplandor de la gloria del Padre.
¡Bendita la mañana
que anuncia tu esplendor al universo!

En el día primero,
tu resurrección alegraba el corazón del Padre.
En el día primero,
vio que todas las cosas eran buenas porque participaban de tu gloria.
La mañana celebra
tu resurrección y se alegra con claridad de Pascua.
Se levanta la tierra
como un joven discípulo en tu busca, sabiendo que el sepulcro está vacío.

En la clara mañana, tu sagrada luz se difunde como una gracia nueva.
Que nosotros vivamos
como hijos de luz y no pequemos
contra la claridad de tu presencia. Amén.
La versión musical está en Youtube 👉Cristo Alegría del Mundo 

Y suplicamos a María, estrella de la nueva evangelización, que infunda en nuestras familias el ardor necesario para transmitir a este mundo la alegría y la belleza de su vida familiar:

Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu, acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregada al Eterno, ayúdanos a decir nuestro «sí» ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú, llena de la presencia de Cristo, llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre. Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.
Consíguenos ahora
un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte.
Danos la santa audacia
de buscar nuevos caminos para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.
Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros. Amén. Aleluya.

Como Dios manda

El Concilio Vaticano II reivindicó el protagonismo de los cristianos laicos en la misión de la Iglesia. Afirmó que no sólo los curas y los religiosos tienen importancia en la Iglesia; también cada bautizado “es” Iglesia y tiene la misma misión que los sacerdotes, aunque la realice con medios y actividades diferentes de ellos.

Esta misión común de curas y seglares es anunciar que el Reino de Dios está llegando a nosotros, dar a conocer que Jesucristo es la alegría del mundo y mantener la espera de unos nuevos cielos y una nueva tierra, donde habitará la justicia. Los medios con los que unos y otros realizamos esta misión son distintos, conforme con el principio conciliar de que en la Iglesia hay “unidad de misión y diversidad de ministerios”.

¿Cuál es el ministerio o servicio propio de la familia cristiana?
La doctrina del Concilio lo dice con una frase escueta y precisa: «A los laicos pertenece por propia vocación buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales» (“Lumen gentium”, 31). Estos “asuntos temporales” son todas y cada una de las actividades y profesiones que los laicos bautizados realizan cada día, así como su vida familiar y social. Su existencia está entretejida de actividades y responsabilidades profesionales, de su vida en familia y de su actividad social. Es preciso que todo esto se realice “como Dios manda”. En la medida en que ocurre así, el reinado de Dios llega a nuestro mundo.

En consecuencia, el ministerio o servicio de la familia cristiana es ser verdaderamente una familia como Dios manda, una familia que sea, como se dijo en la primera semana, “buena noticia” en este mundo plagado de noticias tristes e incluso noticias falsas.

Crecer en la caridad conyugal

El papa Francisco, en su exhortación sobre la familia, explica que la vida familiar ha de estar animada por el amor tal como se describió la semana pasada (1 Cor 13, 4-7). Este amor ha de ser una «unión afectiva, espiritual y oblativa, que recoge en sí la ternura de la amistad y la pasión erótica, aunque es capaz de subsistir aun cuando los sentimientos y la pasión se debiliten». Y añade: «el matrimonio es un signo precioso, porque cuando un hombre y una mujer celebran el sacramento del matrimonio, Dios, por decirlo así, se refleja en ellos, imprime en ellos los propios rasgos y el carácter indeleble de su amor. El matrimonio es la imagen del amor de Dios por nosotros (…) para que los esposos puedan hacer visible, a partir de las cosas sencillas, ordinarias, el amor con el que Cristo ama a su Iglesia, que sigue entregando la vida por ella» (“Amoris laetitia”, 120-121).

Deberíamos recordarlo siempre: se trata de un amor basado en los afectos, pero capaz de darse al otro (esto quiere decir la palabra “oblativa”); un amor que nace del sentimiento, pero no se alimenta sólo de la atracción mutua, que es pasajera; un amor que refleja ― en la medida siempre limitada en la que los seres humanos podemos hacerlo― el carácter irreversible del amor que Dios nos tiene; es un amor que se realiza en las cosas sencillas, ordinarias, y muchas veces repetidas, de la vida, pero que, en su aparente pequeñez, hace visible el amor con el que Cristo ama a su Iglesia.

En la salud y en la enfermedad…

Al celebrar el Sacramento del Matrimonio los novios utilizan estas palabras para otorgarse el consentimiento matrimonial: «Yo te quiero a ti y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida». Con ellas se subraya esa cualidad oblativa del amor matrimonial y el carácter indisoluble de esa entrega.

Dice el Papa: «es una unión que tiene todas las características de una buena amistad: búsqueda del bien del otro, reciprocidad, intimidad, ternura, estabilidad, y una semejanza entre los amigos que se va construyendo con la vida compartida. Pero el matrimonio agrega a todo ello una exclusividad indisoluble, que se expresa en el proyecto estable de compartir y construir juntos toda la existencia» (“Amoris laetitia”, 123).

Por exigente que parezca, este amor exclusivo e indisoluble es el único que satisface, porque es consecuencia del propio enamoramiento y de los anhelos más secretos de nuestro ser: «quien está enamorado no se plantea que esa relación pueda ser solo por un tiempo; quien vive intensamente la alegría de casarse no está pensando en algo pasajero; quienes acompañan la celebración de una unión llena de amor, aunque frágil, esperan que pueda perdurar en el tiempo; los hijos no solo quieren que sus padres se amen, sino que también sean fieles y sigan siempre juntos. Estos y otros signos muestran que en la naturaleza misma del amor conyugal está la apertura a lo definitivo. (…) Y para los creyentes, es una alianza ante Dios que reclama fidelidad» (Ibíd.).

Por desgracia, nuestra sociedad de consumo ha reforzado algunos defectos que no favorecen una vida feliz, humanizada y humanizadora: la cultura de lo provisional, el empobrecimiento del sentido estético, la búsqueda obsesiva del placer… Todo ello siembra el camino de tropiezos para que el amor matrimonial continúe indisoluble durante toda la vida. Pero, si nos paramos a pensar, esta sociedad de consumo no nos hace más felices, sino más frágiles y no ayuda a amarnos de verdad, como seres humanos.

La familia evangeliza este mundo secularizado

Éste es, justamente, el servicio impagable que las familias cristianas pueden ofrecer al mundo en el que vivimos ―un mundo secularizado―, si viven de acuerdo con la naturaleza y espiritualidad del matrimonio, tal como la vamos descubriendo en las reflexiones cuaresmales de este año.

Porque este modo de vivir las relaciones entre los esposos y con los hijos es como la ciudad construida en lo alto de un monte, que se ve desde lejos y no deja de llamar la atención, o como una luz colocada en lo alto del candelero, que ilumina toda la estancia.

En un mundo que se ha acostumbrado a reaccionar con agresividad y se ha instalado en lo provisional e inestable, aunque ese modo de vivir no le hace más feliz; en un mundo que clama casi a diario contra la violencia que lleva a tantas mujeres a la muerte; en un mundo que prostituye el amor, convirtiéndolo en un negocio o en un goce pasajero; en un mundo en el que muchos niños no saben bien quién es su padre o su madre…, la existencia de unas familias que viven los valores de la familia cristiana, es algo contracultural.

Por eso mismo, esas familias son un signo evangelizador, porque apuntan hacia una meta envidiable y envidiada por tantos niños y adultos atrapados en el laberinto de las disputas, las rupturas, los rencores y la inestabilidad.
En estas situaciones, se precisan cristianos que sepan acompañar en los momentos de crisis que inevitablemente surgen en el seno de las familias, convencidos de que, como dice el Papa: «cada crisis esconde una buena noticia que hay que saber escuchar afinando el oído del corazón. (…) Hay que acoger y valorar especialmente el dolor de quienes han sufrido injustamente la separación, el divorcio o el abandono, o bien, se han visto obligados a romper la convivencia por los maltratos del cónyuge» (“Amoris laetitia”, 232. 242).
Vivir como familia cristiana es una de las primeras tareas con las que la Iglesia lleva a cabo la misión que Cristo le encomendó, porque esa forma de vivir evangeliza la vida secularizada del ser humano. Y, además, es un servicio impagable hacia este mundo que tantos estímulos positivos necesita.

Concluimos este tiempo de oración con una plegaria de sabor franciscano. No sabemos si san Francisco de Asís la escribió tal cual la recitamos, pero, en cualquier caso, expresa los sentimientos propios de un amor oblativo y entregado, de un amor esponsal como el que las familias cristianas están llamadas a vivir.

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, que yo ponga amor.
Donde haya ofensas, que yo ponga perdón.
Donde haya discordia, que yo ponga unión.
Donde haya error, que yo ponga verdad.
Donde haya duda, que yo ponga fe.
Donde haya desesperanza, que yo ponga esperanza.
Donde haya tinieblas, que yo ponga luz.
Donde haya tristeza, que yo ponga alegría.
Haz que yo no busque tanto
el ser consolado como el consolar,
el ser comprendido como el comprender,
el ser amado como el amar.
Porque dando es como se recibe.
Olvidándose de sí mismo es como
se encuentra uno a sí mismo.
Perdonando es como se obtiene perdón.
Muriendo es como se resucita para la vida eterna.

Guía para orar durante la Cuaresma para la tercera semana

Del 20 al 26 de marzo

La familia cristiana tiene la misión de ofrecer la “buena noticia” de Jesucristo. Lo hace viviendo su vida doméstica y profesional “como Dios manda’.

Lecturas bíblicas para esta semana

En el capítulo 13 del evangelio de San Mateo, Jesús explica a sus discípulos, por medio de parábolas, qué es el Reino de Dios que él anuncia. Repásalas y aplícalas a tu vida diaria.

Palabras para orar

Ven Espíritu Divino,
manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre;
don en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

 

Reparte tus Siete Dones
según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén. 

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Día del Padre: Pasado Presente Futuro

El día de San José también celebramos el Día del Padre.

Os presentamos una reflexión de un padre de nuestra comunidad parroquial.

«DÍA DEL PADRE: PASADO, PRESENTE, FUTURO

Soy el menor de cinco hermanos y mi padre falleció al mes de nacer yo. La celebración del “día de padre” ha sido diferente para nosotros – como para muchas otras personas. Al fin y al cabo la “presencia” de un padre en la educación de nuestros hijos tiene su importancia. Cuando me llegó el momento de ejercer de padre, tuve dudas sobre cómo llevar a cabo esta vocación. Si iba a ser capaz de estar a la altura de las circunstancias ante tanta responsabilidad. A día de hoy, mirando hacia atrás, creo que nuestro padre ha seguido estando presente en nuestras vidas cuidándonos, protegiéndonos, guiándonos, como uno más en la lista de personas que “están ahí” y son un punto de apoyo – prueba de ello es que yo sólo, con mis limitaciones, no hubiese podido seguir adelante y ya se sabe que los caminos del Señor son inescrutables.

Ruego por nuestros seres queridos que han fallecido.

Seguir celebrando en nuestros días el “día del padre” está lejos de ser un fecha más en el calendario pues me parece necesario reflexionar sobre la importancia de la educación de nuestros hijos de la que “los padres”, la familia, somos los principales responsables con todo lo que ello implica: atención, dedicación, transmisión, convivencia, valores, cultura, educación, familia. Desde luego que no es una tarea fácil pero ahí está la figura de San José como referente y apoyo. No es casualidad que coincidan ambas efemérides. Y agradecemos la celebración del año de San José que nos ha permitido profundizar sobre innumerables detalles a propósito de una figura tan necesaria como sencilla a la vez.
Llevar a cabo con éxito la tarea de la educación de nuestros hijos de forma responsable es un reto ineludible por el bien de todos: de nuestros hijos, de la familia y de la sociedad. Por esto precisamente, proteger a las familias hoy en día, es garantizar la correa de transmisión para la realización como personas, en primer lugar y como ciudadanos del mundo, en segundo lugar, de nuestros hijos. Es afrontar un futuro con la esperanza de que nuestros hijos estén mejor preparados para afrontar retos difíciles. No existen fórmulas mágicas para evitar los problemas pero sí podemos dar a nuestros hijos las herramientas para afrontarlos.

Ruego por todas las familias, especialmente, por las que pasan por momentos difíciles.

Igualmente, celebramos tradicionalmente el día de San José como el día de las vocaciones. También los padres “acompañamos” a nuestros hijos en el proceso de descubrir su sitio en el mundo. Su felicidad dependerá mucho de que encajen como las piezas en un puzzle; que se conozcan a sí mismos – igual que estudiamos las piezas del puzzle por sus formas y por sus contenidos -, para descubrir la vocación que dará sentido a su vida y ayudará a completar el puzzle. Y todas las vocaciones son válidas, todos los trabajos son importantes, por que la sociedad necesita de todas las piezas, también y especialmente la de las personas consagradas, que acogen en su corazón la llamada “ déjalo todo, ven y sígueme “. ¡Casi nada!

Ruego por las personas en “ búsqueda “ de su vocación. Ruego por los sacerdotes y personas consagradas.

¡Feliz día del Padre!
Felicidades a los que celebran su santo.» 

 

Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.
Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal. Amén.

(Papa Francisco, Patris Corde)

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Día del Seminario 2022

«Sacerdotes al servicio de una Iglesia en camino» es el lema que centrará este año el Día del Seminario. La Iglesia celebra esta jornada el 19 de marzo, solemnidad de San José.

El lema del Día del Seminario 2022 se inspira en el proceso sinodal en el que está inmersa la Iglesia. Así se explica en la reflexión teológica que se incluye entre los materiales. Y matiza, «el Sínodo universal en el que nos encontramos nos hace a todos ponernos en camino juntos».

Junto al Sínodo, dos palabras: sacerdotes y servicio. Sacerdotes, en plural, «recordándonos el sentido del seminario y llamándonos a acrecentar nuestra fraternidad. Los sacerdotes no hemos sido  llamados para estar solos. El seminario nos enseña la importancia de la comunidad y la necesidad de vivir una sana fraternidad».

Además se presenta la vocación sacerdotal como servicio. En el seminario, «los seminaristas aprenden a vivir el servicio y a servir a los hermanos, como parte integrante y fundamental de la vocación. Los intereses egoístas y el provecho propio han de desterrarse y deben dejar lugar al desarrollo de una vocación recibida para ser entregada. Solo desde la entrega la vocación recibe todo su sentido».

Y resume, «si decíamos que el ejemplo de la fraternidad sacerdotal constituye un impulso para los jóvenes que se plantean la vocación sacerdotal, también podemos afirmar que el testimonio de una vida entregada en el servicio infunde ánimos en el corazón de los jóvenes, deseosos de entregarse por completo a una tarea apasionante».  

Oh, Señor, que guiaste a tu pueblo por el desierto a la tierra prometida;
tú llamaste a los discípulos y caminaste con ellos anunciando el Evangelio y los condujiste a Jerusalén, para que, a través de tu pasión y muerte, conocieran la gloria de tu resurrección.
Ahora, que acompañas a tu Iglesia, peregrina en el mundo,
te pedimos que envíes sacerdotes que caminen hoy junto a aquellos que convocas en tu Iglesia;
que nos fortalezcan y consuelen con la unción del Espíritu Santo;
que nos animen e iluminen con la predicación de tu Palabra;
que nos alimenten y sostengan con la celebración de la eucaristía y la entrega de su propia vida.

La reflexión teológica sobre el Día del Seminario 2022 puedes leer haciendo click aquí ⏩ Sacerdotes al servicio de una Iglesia en camino 

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La ternura del Abrazo

El tema del segundo Encuentro Cuaresmal dedicado a «Cuidar la Familia en el Año Familia Amoris Laetitia» ha sido «La ternura del abrazo».

Presentamos el texto para reflexionar.

Comenzamos rezando

El canto con el que hoy comenzamos la oración nos recuerda cuánto nos quiere Dios, que nos ha entregado a su Hijo, y pone ante nosotros la llamada de Cristo: “permaneced en mi amor…” Con actitud orante cantamos o escuchamos:

Como el Padre me amó yo os he amado.
Permaneced en mi amor, permaneced en mi amor. (bis)
Si guardáis mis palabras
y como hermanos os amáis, compartiréis con alegría el don de la fraternidad.
Si os ponéis en camino sirviendo siempre a la verdad, fruto daréis en abundancia; mi amor se manifestará.
No veréis amor tan grande como aquél que os mostré. Yo doy la vida por vosotros, amad como yo os amé.
Si hacéis lo que os mando y os queréis de corazón, compartiréis mi pleno gozo de amar como Él me amo.

(La versión musical está en Youtube 👉 Como el Padre me amó yo os he amado)

La ternura del abrazo

La familia es cristiana si cada día sitúa su existencia en el horizonte del amor. Es el horizonte de quien cree en las palabras y los hechos de Jesús:

«Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos». Sólo desde el amor crecen las alas que nos permiten remontarnos por encima de los sinsabores, las dificultades y problemas que trae consigo cada jornada. Y, con el amor, el Papa destaca otra virtud, que él dice que está «algo ignorada en estos tiempos de relaciones frenéticas y superficiales»: la ternura.

Dios no se sonroja por mostrar su ternura hacia nosotros. Por medio del profeta Isaías confesó ante aquel   pueblo   rebelde,   que   era   Israel:   «¿Puede  una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré. Mira, te llevo tatuada en mis palmas» (Is 49, 15). Y volvió a repetirlo por medio del profeta Oseas, con estas conmovedoras palabras:

«Cuando Israel era joven lo amé (…) Yo enseñé a andar a Efraín, lo alzaba en brazos. (…) Con cuerdas humanas, con correas de amor lo atraía; era para ellos como el que levanta a un niño contra su mejilla, me inclinaba y le daba de comer» (Os 11, 1. 3-4).

Dios confía en que el varón, la mujer y los hijos sean capaces de construir en cada familia una comunión de personas animadas por el amor. Y les ayuda con la ternura de su abrazo. Él sabe que  «el amor convive con la imperfección» y que «no existen las familias perfectas que nos propone la propagan- da falaz y consumista» (“Amoris laetitia”, 113. 135). Pero confía en que, en la medida de lo posible, la familia sea la imagen viva de su mismo amor.

Y sabe esperar, porque éste es un camino lento. El amor tiene necesidad de tiempo: de tiempo no para consumir, sino de tiempo para vivir y para escuchar. Es necesario darse tiempo para saber esperar, para escucharse, comprenderse y perdonarse. Darse tiempo para construir, para dialogar, para proyectar y para “negociar”. Es la sabiduría de aquella viñeta en la que se veía a dos ancianos caminando cogidos de la mano y el siguiente comentario: “Cuando les preguntaron cómo lograron permanecer juntos durante 65 años, la mujer respondió: «nacimos en un tiempo donde si algo se rompía lo arreglábamos. No lo tirábamos a la basura»”. El amor no tira la vida a la basura…

El Papa quiere vernos contentos

Desde el primer día de su Pontificado, el papa Francisco nos viene invitando a vivir contentos.

En su primera exhortación apostólica, a la que dio el significativo título de “El gozo del Evangelio”, nos pedía que no viviéramos “una Cuaresma sin Pascua” y que no “tuviéramos permanentemente cara de funeral” (“Evangelii gaudium”, 6. 10).

La exhortación en la que se apoyan estas reflexiones sobre la familia tiene el atractivo título de “Amoris laetitia” (“La alegría del amor”).

En el rostro del Papa se refleja esa alegría que nos quiere transmitir; y no es inconsciencia ni superficialidad. Él sufre, en muchos momentos, los sinsabores que cada día amargan la existencia humana y sabe de sobra que no vivimos en “el jardín de las delicias”; pero está convencido de que nuestro encuentro con Jesucristo es suficiente para mantener siempre viva la alegría que proporciona su amistad. Por eso, antes de seguir, preguntémonos: ¿Vivo contento, sereno y confiado en las manos de Dios? Si no fuera así, tendríamos que volver a preguntarnos por qué no vivo en paz.

El primer fruto del camino cuaresmal de este año nos ha de llevar a recuperar y acrecentar la paz y la alegría.
Y con la alegría, la misericordia entrañable hacia los demás, sobre todo hacia los que forman parte de mi familia.

A pesar de los episodios de violencia y desamor que cada día ocurren en el mundo, Cristo está presente en muchas historias de amor. El Papa conoce algunas de ellas y todos podríamos aportar otros ejemplos. Frente a las múltiples crisis matrimoniales que se ventilan como comidilla en los programas de televisión o en las tertulias domésticas, es saludable hacer memoria de las mucho más numerosas historias de amor fiel y generoso que existen en nuestro mundo.

De no ser así ―si el amor no fuera más fuerte que odio y que la muerte―, nuestros pueblos y ciudades ya se hubieran desintegrado; no olvidemos que siempre hace más ruido un árbol que, al cortarlo, cae estrepitosamente arrastrando algunas ramas de los árboles vecinos, que los cientos de árboles de ese mismo bosque que crecen silenciosamente.

El matrimonio es una vocación

Vivir en familia es una vocación. Acostumbramos a reservar la palabra “vocación” para los que han sido llamados al sacerdocio o a la vida religiosa. Pero, “vocación” significa llamada: la llamada de Dios a Abrahán, a Moisés, a los profetas… para encomendarles una tarea, un encargo, una misión decisiva para la vida del pueblo.

De igual modo, Dios llama a los esposos cristianos para llevar a cabo una misión que es decisiva para nuestro mundo, sobre todo en el momento actual: manifestar que el amor es posible, en un mundo en el que frecuentemente se le prostituye. Así lo expresa el papa Francisco:

«El sacramento del matrimonio no es una convención social, un rito vacío o el mero signo externo de un compromiso. El sacramento es un don para la santificación y la salvación de los esposos, porque su recíproca pertenencia es representación real, mediante el signo sacra- mental, de la misma relación de Cristo con la Iglesia. Los esposos son por tanto el recuerdo permanente para la Iglesia de lo que acaeció en la cruz; son el uno para el otro y para los hijos, testigos de la salvación, de la que el sacramento les hace partícipes. El matrimonio es una vocación» (“Amoris laetita”, 72).

Radiografía del amor

El Concilio Vaticano II definió el matrimonio cristiano como «una comunidad de vida y amor», y para que logren forjar esa comunidad, Cristo el Señor «sale al encuentro de los esposos cristianos en el sacramento del matrimonio y permanece con ellos». Con esta ayuda, se puede conseguir que la vida de nuestras familias dé el perfil de la radiografía del amor, que trazó el apóstol Pablo. Es un texto que se ha hecho clásico:

Este himno debiera ser como el programa que se recitan los novios, uno al otro, al declararse su amor. Muchos lo eligen para el día de su boda, pero ese día están demasiado emocionados para prestarle la atención que merece. Por eso, debiera ser también el guía del examen de conciencia del matrimonio cada noche, para terminar pidiéndose perdón y dándose un beso. No es pedir demasiado, porque es mucho más lo que este amor proporciona.

Si los esposos son capaces de cogerse las manos cada noche y preguntarse: ¿he sido paciente? ¿te he tenido envidia? ¿me he enfadado o te he respondido con dureza? ¿tengo un recoveco en mi alma donde guardo los desaires? ¿te creo siempre? ¿soy digno de que siempre me creas y confíes en mí? ¿somos capaces de disculparnos, de tener esperanza el uno en el otro, de soportarnos con paciencia?…; si somos capaces de mirarnos a la cara y respondernos con sinceridad, tenemos asegurada la estabilidad y la fidelidad día tras día.

En la exhortación “Amoris laetitia”, el Papa ofrece a todos una veintena de pequeñas páginas (nn. 91-119), en las que desarrolla ese himno al amor con sabrosas sugerencias. Haríamos bien en leerlas despacio. No es posible resumirlas en unas pocas líneas; por eso, animémonos a tomarlas en las manos y hacer de ellas la guía de nuestro diario examen de conciencia.

La familia se construye como una trama de buenas relaciones, que generan fecundidad, tanto al acoger a los hijos, como al aceptar la responsabilidad de construir un mundo verdaderamente humano, tal como nos dice el papa Francisco:

«Un matrimonio que experimente la fuerza del amor, sabe que ese amor está llamado a sanar las heridas de los abandonados, a instaurar la cultura del encuentro, a luchar por la justicia. Dios ha confiado a la familia el proyecto de hacer “doméstico” el mundo, para que todos lleguen a sentir a cada ser humano como un hermano» (“Amoris laetitia”, 182).

El cardenal Newman fue un hombre maltratado por los acontecimientos de su vida y por la desconfianza de algunos colegas que siempre sospecharon de él; pero fue capaz de escribir y rezar la siguiente oración, fruto de un corazón sensible, paciente y capaz de perdonar.

Es una oración que pueden recitarla los padres con sus hijos, de vez en cuando, para aprender a gustar la ternura del abrazo:

Amado Señor,
ayúdame a esparcir tu fragancia allí donde vaya.
Anega mi alma con tu espíritu y tu vida.
Impregna y posee todo mi ser, hasta que mi vida sea
mero resplandor de la tuya.
Resplandece a través de mí,
para que todas las personas que me rocen sientan tu presencia en mi alma.
Deja que alcen la mirada
y ya no me vean a mí, sino a ti, oh Señor.
Quédate conmigo
y empezaré a brillar como Tú brillas, con un brillo que iluminará a los demás.
Y esa luz, oh Señor, saldrá de ti, no será mía; serás Tú, iluminando a los demás a través de mí.
Deja que predique sin predicar, no a través de la palabra,
sino de mi ejemplo,
de una fuerza arrebatadora,
de la compasión en lo que hago y de la plenitud del amor
que mi corazón te profesa.

Guía para orar durante la Cuaresma para la segunda semana

Del 13 al 19 de marzo

En la reflexión de esta semana se insiste en que, en la familia, deben reinar el amor y la alegría: un verdadero amor, sincero y manifestado, produce alegría.

Lecturas bíblicas para esta semana

Leyendo algunos fragmentos de los capítulos 8, 9 y 10 del evangelio de San Mateo, descubrirás el amor y la ternura de Jesús, a través de los diez milagros que se narran. También llama a algunos discípulos los envía a la misión apostólica con instrucciones precisas.

Palabras para orar (con san Pablo VI)

¡Oh, divino Redentor,
que has amado a la Iglesia
y por ella te has entregado a Ti mismo, para santificarla
y hacerla comparecer ante Ti resplandeciente de gloria,
haz que brille sobre ella tu rostro santo!
Haz que tu Iglesia, una en la caridad
y santa en la participación de tu misma santidad, sea en el mundo de hoy
estandarte de salvación para los hombres, centro de unidad de todos los corazones, inspiradora de santos propósitos
en favor de una renovación general y arrolladora.
Haz que sus hijos,
superando cualquier división o indignidad, la honren siempre y en todas partes.
Que todos los hombres
que aún no están dentro de ella, mirándola, te encuentren a Ti, camino, verdad y vida,
y que en Ti sean enderezados al Padre en la unidad del Espíritu Santo. Amén.

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Ejercicios Espirituales de Jóvenes

“Dad gracias al Señor…”

Uniéndonos al salmo damos gracias a Dios por la maravillosa oportunidad que hemos tenido este fin de semana un grupo de jóvenes de la parroquia de compartir los ejercicios espirituales en Villa Santa Mónica de Becerril de la Sierra.

Hemos estado acompañados por Eñi, hermana del Ángel de la Guarda, quien nos ha guiado en nuestras reflexiones para saber percibir la presencia de Dios en el silencio.

Gracias a quienes han preparado todo con tanto cuidado.
Gracias a quienes han cuidado nuestra alimentación.
Gracias a Dios por tanto…..

Deja que Jesús Te ame
Calla
Cálmate
Ven solo, vacío
Ven delante de Jesús, Tu Dios
No digas nada
No preguntes nada
Quédate en silencio
Calmado
Deja que Jesús Te mire
Eso es todo
Él sabe
Él comprende
Él Te quiere con un Amor tan inmenso…
Jesús sólo quiere
Darte Su Amor
Serénate
DEJA QUE JESÚS TE AME

 

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Vía Crucis de Postcomunión

El Vía Crucis o Camino a la Cruz es una de las más antiguas devociones practicadas por los Católicos en todo el mundo.

En Jerusalén es donde Jesús vivió su pasión y donde murió en la cruz, dando su vida para salvamos. Poco tiempo después, los primeros cristianos empezaron a peregrinar para rezar en el lugar donde Jesús había muerto y resucitado, y para recorrer el camino que había hecho antes de ser crucificado. De vuelta a su casa, quisieron conservar el recuerdo de ese camino, rezando y meditando sobre la pasión de Jesús. En el siglo XIV, los franciscanos propusieron representar el camino en las iglesias para todos aquellos que no podían ir a Jerusalén. Por esta razón hoy hay un Vía Crucis en cada iglesia.

Rezar el viacrucis en tiempo de Cuaresma es unirnos a toda la Iglesia y seguir descubriendo como el Señor se ha entregado por nosotros y nos acompaña en el camino de cada día.

Los grupos de Postcomunión hemos rezado el vía crucis en nuestro día de catequesis para iniciar juntos la Cuaresma.

Oh, Jesús, haz de nosotros testigos de tu amor.

¡Que la luz de tu resurrección ilumine nuestro corazón,

que brille en nuestros ojos,

que tu luz brille en todo lo que hacemos, en todo lo que decimos!

 

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Sana nuestra soledad

El tema del primero Encuentro Cuaresmal dedicado a «Cuidar la Familia en el Año Familia Amoris Laetitia» ha sido «Sana nuestra soledad».

Presentamos el texto para reflexionar.

Comenzamos rezando

En este mundo complicado de nuestro tiempo, corremos el riesgo de perder la confianza en la familia. En principio, apreciamos y valoramos el tener una familia, que nos ayuda a no sentirnos solos y desamparados. Pero, al mismo tiempo, cada día nos enteramos de hechos que ponen de manifiesto su fragilidad: rupturas, separaciones, divorcios que dañan la estabilidad de la institución familiar; conflictos entre la pareja, que a veces desembocan en violencia y hasta en la muerte; por si esto no fuera suficiente, los jóvenes ―ojalá no sean muchos― sufren como una especie de alergia a contraer matrimonio por miedo a establecer unos lazos permanentes y, en medio de este panorama, añoramos la estabilidad, la serenidad y la confianza mutua de muchos matrimonios que conocemos, tal vez entre nuestros propios padres y abuelos, que se han querido y ayudado durante toda su vida.

Ante esta situación nos sale al paso el papa Francisco y nos dice que «la presencia del Señor habita en la familia real y concreta, con todos sus sufrimientos, luchas, alegrías e intentos cotidianos» y nos incita a «cuidar con amor la vida de las familias, porque ellas no son un problema, son principalmente una oportunidad» (“Amoris laetitia”, 315. 7).

En la Cuaresma de este año, vamos a reflexionar sobre esa presencia del Señor en todas y cada una de las familias, y vamos a rezar por nuestra propia familia y las de nuestros amigos y vecinos para que sigan cultivando lo que las hace valiosas.

Comenzamos, pues, reconociendo a Dios como el Padre de la familia humana, en cuyas manos nos sentimos seguros; Él es el techo que cobija de las inclemencias del tiempo:

(La versión musical está en Youtube 👉 Tú eres el Dios que nos salva)

Y suplicamos a la familia de Nazaret que nos guíe para que nos empapemos del gozo de ser familia, para que agradezcamos tanto bien como la familia nos proporciona y para que nos comprometamos a hacerla cada día más fuerte y hermosa:

Jesús, María y José,
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret, que nunca más haya
en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret, haz tomar conciencia a todos del carácter sagrado
e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica. Amén.

Historia de un encuentro

Los primeros creyentes sólo expresaban sus sentimientos y convicciones por medio de relatos. Por eso, las primeras páginas de la Biblia están llenas de historias, que tal vez nos parezcan fantásticas, pero narran algo real y muy hermoso. Quienes las escribieron no pretendían que las tomásemos al pie de la letra, sino que nos quedáramos con las verdades que ellos comunicaban contando una historia. Así es como nos dicen su convicción de que el mundo en el que vivimos y los seres humanos, que nosotros somos, existimos porque Dios ha querido, porque nos ha creado.

En el relato de la creación, además de decirnos que somos hechura de Dios, nos explica cómo podemos librarnos de la soledad, que acecha a todos los seres humanos en momentos especialmente fuertes de nuestra existencia. Lo dice mediante una historia ingeniosa: Dios acaba de crear al hombre, pero éste se encuentra en la más absoluta soledad; así no puede ser feliz. Entonces, hace pasar ante él a todas las bestias del campo y a todos los pájaros del cielo para que el hombre les dé un nombre, pero el hombre «no encontró ninguno como él, que le ayudase». A continuación, Dios le presenta la mujer, y Adán exclama: «¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!» Y el Libro Sagrado añade una conclusión: «Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne». Había nacido la familia: dos seres humanos que se miran con amor y respeto hasta formar una sola carne y empiezan a ser fecundos.

En la primera página de la Biblia, la igualdad

Se dice que la mujer está conquistando, desde hace unas décadas, la igualdad con el varón en una lucha sostenida y difícil. Pero se olvida que esa igualdad ya había aparecido en la primera página de la Biblia. Ante la soledad e invalidez que manifiesta el varón en el jardín del Edén a pesar de tener a su disposición las aves y las bestias del campo, Dios dice: «voy a hacerle alguien como él, que le ayude». El que se haya degradado aquella intención original del Creador, estableciendo las desigualdades que ahora tanto se lamentan, pertenece a los tortuosos caminos por los que la libertad y el egoísmo conducen a los seres humanos, pero no era esa la intención de quien nos hizo.

Dice el papa Francisco que «la presencia del dolor, del mal, de la violencia que rompen la vida de la familia» no invalidan el idilio de comunión y alegría que describe el salmo 128: «Del trabajo de tus manos comerás / serás dichoso, te irá bien. / Tu esposa, como parra fecunda en medio de tu casa; tus hijos como brotes de olivo, alrededor de tu mesa». Y a continuación nos invita a atravesar «el umbral de esta casa serena, con su familia sentada en torno a la mesa festiva. En el centro encontramos la pareja del padre y de la madre con toda su historia de amor». En ellos se realiza aquel designio primordial del Creador (“Amoris laetitia”, 8. 9. 19).

El “hospital” más cercano

Tres tareas señala el Papa, en su exhortación “Amoris laetitia”, a la familia: cuidar, consolar, estimular. Mejor que cualquier comentario lo dicen sus propias palabras:

«Dios los llama [a los esposos] a engendrar y a cuidar. Por eso mismo la familia ha sido siempre el “hospital” más cercano. Curémonos, contengámonos y estimulémonos unos a otros, y vivámoslo como parte de nuestra espiritualidad familiar. La vida en pareja es una participación en la obra fecunda de Dios, y cada uno es para el otro una permanente provocación del Espíritu. El amor de Dios se expresa a través de las palabras vivas y concretas con que el hombre y la mujer se declaran su amor conyugal» (“Amoris laetitia”, 321).

¡Qué certera es esa imagen de la familia como el “hospital más cercano”! Porque, ¿dónde encontramos el alivio básico de la comprensión, del estímulo y del cuidado, aún a costa de grandes sacrificios, si no es en nuestras propias familias? ¿Dónde nos curamos de la soledad y el desconcierto? Porque, como sigue diciendo el papa Francisco:

«Así, los dos son entre sí reflejos del amor divino que consuela con la palabra, la mirada, la ayuda, la caricia y el abrazo. Por eso, querer formar una familia es animarse a ser parte del sueño de Dios, es animarse a soñar con él, es animarse a construir con él, es animarse a jugarse con él esta historia de construir un mundo donde nadie se sienta solo» (Ibíd.).

Lejos de encerrarnos en un egoísmo redoblado, ignorando las carencias y sufrimientos de nuestros vecinos, la familia nos aboca e impulsa a construir un mundo donde nadie se sienta solo. Aprender a estimar el matrimonio y la familia ayuda a «sostener un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la paciencia. Y también nos hace capaces de «alentar a todos para que sean signos de misericordia y cercanía allí donde la vida familiar no se realiza perfectamente o no se desarrolla con paz y gozo» (“Amoris laetitia”, 5). Esta dimensión social de la familia es tan importante como la del diálogo amoroso entre la pareja y con los hijos.

Cada familia, una iglesia

Y, además, recordemos la llamada que la Iglesia hace a las familias cristianas a transformarse en “iglesias domésticas”.

En los duros años de la primera predicación apostólica y de las persecuciones, los cristianos se reunían en la casa familiar, como testifican las cartas del apóstol Pablo, y «el espacio vital de una familia se podía transformar en iglesia doméstica, en sede de la Eucaristía, de la presencia de Cristo sentado a la misma mesa». La Biblia considera también a la familia como primer lugar de la catequesis de los hijos. El salmo 78 lo dice claramente: «Lo que oímos y aprendimos, / lo que nuestros padres nos contaron, / no lo ocultaremos a sus hijos, / lo contaremos a la futura generación: / las alabanzas del Señor, su poder, / las maravillas que realizó».

Desgraciadamente, esta dimensión catequizadora de la familia ahora está en horas bajas en nuestras familias. Muchos padres no rezan con sus hijos; tampoco les hablan de Dios y del regalo que nos ha hecho enviándonos a su Hijo Jesús. Detrás de la actual indiferencia religiosa de tantos jóvenes, que lamentamos, está la ausencia de Dios en los labios de sus padres, porque, lo mismo que ocurre con la lengua materna, el camino más directo para identificarse con los valores religiosos es el que va de la boca de la madre y del padre a los oídos y el corazón de los hijos. Pero, ¿cuántos jóvenes de hoy han aprendido a llamar “papá” a Dios de labios de sus padres? No nos sorprenda, pues, el vacío religioso de muchos jóvenes. En esta Cuaresma, el Señor nos pregunta si nuestras familias son esas “iglesias domésticas” de las que habla el Papa.

Nuestra familia puede ser una gran riqueza para la Iglesia y para el mundo, haciendo que la vida de cada día, en el hogar, refleje la vida íntima de la Santísima Trinidad, profundamente unida por el amor, entregada al cuidado los unos de los otros y volcada en buscar el bien de los que tenemos cerca y nos necesitan.

Concluimos con esta oración en la que pedimos que nuestras familias, sean “buena noticia”:

Haznos, Señor, una familia buena noticia: abierta, confiada, fraterna,
invadida por el gozo del Espíritu; haznos una familia entusiasta que sepa cantar a la vida,
vibrar ante su tarea
y anunciar con alegría tu Reino.
Que llevemos la alegría en el rostro, el júbilo en las entrañas,
la fiesta en el corazón y la felicidad desbordándose por todos los poros.
Que no nos acobarden las dificultades que puedan surgir entre nosotros.
Da, Señor, a esta familia tuya una gran dosis de buen humor
para que no deje de cantar y buscar la paz en estos tiempos de inclemencia y violencia.
Señor, haznos expertos
en curar heridas y dar ternura,
en mostrar la verdad y defender la justicia, y en mantener viva la esperanza.
Concédenos ser, para todos los que nos ven, testigos de tu buena noticia
y del gozo que viene gratis con ella. Amén.

 Guía para orar durante la Cuaresma
Para la primera semana

Del 6 al 12 de marzo

Construir la familia con amor es bueno para la sociedad.

Ser familia cristiana, que da testimonio de la veracidad del amor y educa a sus hijos en la fe, mejora nuestro mundo.

Lecturas bíblicas para esta semana

De los cuatro bloques de dichos y hechos de Jesús, que nos proporciona el evangelio de San Mateo, podemos escoger, en esta primera semana, algunos fragmentos de los capítulos 3 al 7, que contienen la proclamación del Reino de Dios en Galilea y el “sermón de la montaña”, con las Bienaventuranzas y las convicciones de Jesús sobre el verdadero cumplimiento de los preceptos divinos.

Palabras para orar

Ven, Espíritu Santo, inflama nuestro corazón en las ansias  redentoras del Corazón  de  Cristo, para que ofrezcamos nuestras personas y obras, en unión con Él, por la redención del mundo.

El próximo Encuentro Cuaresmal: 15 de marzo a las 19:45.

¡Os esperamos!!!

 

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Carta y peticiones de la Mesa por la Hospitalidad

Carta abierta y Peticiones de la Mesa por la Hospitalidad ante la crisis de Ucrania –
ACOGIDA DE MIGRANTES FORZOSOS Y REFUGIADOSMesa por la Hospitalidad Archidiócesis de Madrid logo

Peticiones concretas:

  1. Pisos y viviendas dispuestos para ser habitados por familias y migrantes forzosos.
  2. Otros espacios para acoger a personas refugiadas con calidad y calidez.
  3. Ayudas económicas en la cuenta: ES20 0075 7007 8306 0736 8971
  4. Personas comprometidas que de forma voluntaria quieran participar en la Hospitalidad.
  5. Que cada cual ayude a difundir esta llamada en sus ámbitos e impulse espacios de diálogo y reflexión en torno a la invitación del Papa Francisco a comprometernos con un nosotros más grande y que no haya más vallas y muros visibles e invisibles.
  6. Por último, pero no menos importante, recemos a Dios intensamente por la paz, porque como decía San Juan Crisóstomo “Nada en el mundo es más fuerte que el justo que reza”.
  7. Contacto: hospitalidad@archidiocesis.madrid

La Mesa por la Hospitalidad de la Archidiócesis de Madrid renueva su compromiso y llamada para impulsar acogida y cultura de Hospitalidad en nuestra diócesis, en nuestros barrios y ciudades.

«Todos estamos en la misma barca y estamos llamados a comprometernos para que no haya más muros que nos separen, que no haya más otros, sino sólo un NOSOTROS, grande como toda la humanidad» (Papa Francisco)

De nuevo, el susurro cotidiano de las migraciones y la movilidad humana se tornan en grito y clamor cuando la guerra, la crisis humanitaria y la opresión vuelven a expulsar de sus casas a quienes nunca quisieron dejar atrás familia, trabajo, amigos, tierra y hogar. Hoy Ucrania se suma a Centroamérica, Siria y a tantos países africanos y de otras latitudes que viven el drama de la migración forzada.

En 2018 lanzamos un llamamiento para impulsar la solidaridad en nuestra diócesis, a través de una carta del Cardenal D. Carlos Osoro y un díptico explicativo del contexto de crisis de acogida vivida en nuestras calles como consecuencia de la escasez de recursos en plena ola de frío. A ello se sumó la llegada de refugiados centroamericanos y de las personas procedentes de la frontera sur o de Siria. Acto seguido, se movilizaron parroquias, la vida consagrada, entidades, algún colegio y muchos particulares. Tras dos años, podemos decir que más de 1000 personas han encontrado refugio en los recursos sencillos y generosos que mes tras mes se han ido activando. Especialmente damos las gracias al empeño de cientos de personas voluntarias y a las parroquias que, noche tras noche, siguen abriendo sus puertas. Un gran paso que ha multiplicado la sensibilidad y la hospitalidad, pero que no es suficiente.

Llamados a ser una Iglesia valiente, que mira de frente y con compasión las realidades más sufrientes, observamos el éxodo ucraniano: según ACNUR, son más de millón y medio las personas que han huido de Ucrania en búsqueda de refugio. Como todos nos tememos, la cifra seguirá aumentando cada día con cada nuevo ataque y cada nueva agresión al pueblo ucraniano. Al igual que en otros conflictos bélicos, la mayor parte de las personas buscará asilo en los países más cercanos. Sin embargo, un gran número llegará a nuestras ciudades. Muchos ya lo están haciendo, sumándose así a otros migrantes forzosos.

La Mesa por la Hospitalidad ni quiere ni debe suplir a las administraciones públicas. Pero es el momento de “ensanchar nuestra tienda” y constituirnos en una diócesis en salida, al encuentro de los que llegan huyendo de la violencia y de la opresión. Muchas personas comienzan a alzar a su voz y a ofrecer solidariamente viviendas y espacios de acogida y por ello hacemos de nuevo un llamamiento para amplificar y multiplicar la solidaridad.

Necesitamos un compromiso mayor para “acoger, proteger, promover e integrar” a las personas forzosamente desplazadas. Por eso, nos dirigimos a las parroquias, congregaciones religiosas, movimientos, familias y particulares, con las peticiones concretas que aparecen al principio.

La Mesa por la Hospitalidad de la Iglesia en Madrid, que está integrada por Cáritas Madridla Comunidad de Sant’Egidio MadridConfer Migraciones Madrid, la Delegación Episcopal de Movilidad Humana, Justicia y Paz Madrid,  Pueblos Unidos y Sercadefue convocada en 2015 por el cardenal Osoro para abordar la situación de los refugiados y desplazados que llaman a las puertas de Europa y dar una respuesta conjunta y coordinada desde la Iglesia madrileña.

Madrid, 7 de marzo de 2022

El documento completo puedes descargar pulsando aquí ⏩  Carta abierta y Peticiones de la Mesa por la Hospitalidad ante la crisis de Ucrania

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Mujer en la Iglesia

Con motivo del 8 de marzo, Día de la Mujer, os ofrecemos el testimonio de la jesuitina Maria Luisa Berzosa, gran defensora del papel de la mujer en la Iglesia, mujer que el Papa Francisco nombró una de las tres mujeres consultoras del Sínodo de los Obispos.

MUJER EN LA IGLESIA SINODAL – MARÍA LUISA BERZOSA FI

Me llamo María Luisa y pertenezco a la congregación de las Hijas de Jesús, de espiritualidad ignaciana, dedicada a la educación. Nací en un pequeño pueblo de la provincia de Valladolid, hija de maestro y maestra; hice mis estudios de bachillerato y después unas oposiciones con las que trabajé como funcionaria administrativa en el Ministerio de Información y Turismo.

Esta invitación a hablar de mi experiencia como mujer consagrada en la iglesia de hoy, me lleva a pensar en mi ser de mujer como punto de partida de mi opción de consagrada en esta familia religiosa.

A lo largo del camino he vivido diversas experiencias eclesiales. En Roma, de estudiante, sufrí crisis de fe en una iglesia que mostraba un rostro tan poco amable que me causaba enfado. Quería separarme de ella, no de Jesús … con los años he ido descubriendo que no puedo vivir el seguimiento de Jesús si no es dentro de su iglesia.

En etapas sucesivas ya no me enfadaba pero me dolía y me duele esa situación a veces tan poco evangélica que me ofrece, sin embargo, quiero aportar lo mejor de mí desde dentro, no me quiero ir. Deseo ser parte activa y no mera espectadora.

Si no se me abrían las puertas yo estaba dispuesta a entrar por una rendija, pero para mi sorpresa, en el año 2018 se me abrió de par en par la puerta del aula sinodal y allí participé en el Sínodo de “La fe, los jóvenes y el discernimiento vocacional”; en 2019 el Papa me nombró consultora de la secretaría general del Sínodo de los Obispos; en calidad de tal participé en el Sínodo de la Amazonía.

Ahora formo parte de la Comisión de Espiritualidad, una de las cuatro que colaboran en el proceso sinodal actual. Muy lentamente vamos siendo visibles las mujeres en la iglesia; hay que reconocer en justicia que el Papa Francisco va dando pasos significativos en encomendar diversos campos de responsabilidad en el Vaticano a mujeres, laicas y consagradas.

Pero como el ritmo es tan lento, queda mucho camino por delante. Necesitamos recuperar la iglesia Pueblo de Dios, comunidad de comunidades, eclesiología de comunión, que tuvo su origen en el Concilio Vaticano II y que nos lleve a unas relaciones más igualitarias partiendo del bautismo; miembros de un mismo Cuerpo con funciones distintas, viviendo hondamente la comunión y toda la diversidad como don y la acogida inclusiva como actitud connatural.

Las mujeres son protagonistas de una Iglesia en salida, a través de la escucha y la atención que prestan a las necesidades de los demás, y con una marcada capacidad de sostener dinámicas de justicia en un clima de “calor doméstico”, en los diferentes ambientes sociales en los que obran. (Papa Francisco)

Desde aquí agradecemos a Maria Luisa por haber compartido con nosotros sus palabras y por ser un ejemplo de mujer comprometida con el objetivo de conseguir un mundo sin desigualdades.

¡¡¡FELIZ DÍA DE LA MUJER!!!

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Nota informativa sobre la crisis de Ucrania

Cáritas diocesana de Madrid

NOTA INFORMATIVA SOBRE LA CRISIS DE UCRANIA

 

Desde Cáritas Diocesana de Madrid queremos colaborar con las familias afectadas por la guerra en Ucrania recaudando fondos que destinaremos íntegramente a apoyar esta causa. Las personas que deseen solidarizarse podrán hacerlo haciendo una donación económica a través del número de cuenta que hemos habilitado, a través del teléfono 91 548 95 80, bizum o de nuestra web.

 

Debido a las dificultades logística para hacer llegar alimentos u otro tipo de productos de primera necesidad, según nos transmiten desde Cáritas Ucrania, solo estamos recogiendo, en este momento, donaciones económicas, NO EN ESPECIE, para dar respuesta a las peticiones concretas que nos vayan realizando desde las Cáritas y el Ordinariato de los Fieles de Rito Oriental en España con los que estamos en coordinación.

ESTAS SON LAS FORMAS DE COLABORAR:

  • Un DONATIVO AHORA en la web
  • Por transferencia: ES67 0075 7007 8506 0715 0747 Concepto: UCRANIA
  • Por teléfono: 91 548 95 80
  • BIZUM 33645

 

Desde Cáritas Madrid agradecemos los innumerables mensajes de solidaridad y las oraciones por la paz, que estamos transmitiendo a las Cáritas hermanas de Ucrania y los países vecinos. Esperamos de corazón que este conflicto armando y otros tantos desplazamientos forzosos que provocan el sufrimiento de muchas personas acaben cuanto antes.

Madrid, 4 de marzo de 2022

Información completa aquí ⏩ Cáritas con Ucranía

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