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Luces en la Ciudad

¡El sábado 3 de febrero fue un día verdaderamente especial para nuestro grupo de confirmación y jóvenes de la parroquia! Nos sumergimos en una experiencia única al visitar algunas casas de Vida Consagrada, donde tuvimos el privilegio de conocer de cerca los distintos Carismas que son una preciosa riqueza para nuestra Iglesia.

Fue más que una simple visita; fue un viaje hacia la belleza de la Vida Consagrada, explorando testimonios auténticos y presenciando la entrega apasionada de las vocaciones en su entorno natural. Este encuentro, aunque sencillo, estuvo lleno de vida e ilusión, diseñado con la intención de despertar en nosotros la apreciación por la maravillosa diversidad de la Vida Consagrada.

La aventura comenzó a las 10:30h, rumbo a Los Molinos para visitar dos casas de vida consagrada y posteriormente en Los Negrales para visitar otra casa.

Comenzamos visitando a las Misioneras de Jesús, María y José. El carisma y espiritualidad de las Misioneras se centra en la contemplación de la Sagrada Familia como el modelo a imitar. En Jesús, María y José encontramos la pobreza evangélica de los sencillos y humildes, escogidos por Dios. La labor que realizan en Los Molinos es la dirección de una escuela infantil, y el trato y acogida que dispensan a las familias. En la Escuela Infantil transmiten a los niños, las palabras y los gestos de Jesús, procurando que germinen en ellos los valores humanos y evangélicos. Cumplen así su lema: Pasar por el mundo haciendo el bien.

Nos han dado su testimonio, ha sido un momento muy bonito de compartir con las Hermanas su vocación, su labor, su dedicación a los más necesitados, su entrega y su encuentro con Dios.

Caminando hemos llegado a la residencia para mayores de las Hermanitas de los pobres, donde nos han recibido algunas de las Hermanas, que, por cierto, es una comunidad muy internacional. Nos han dado testimonio, de su vocación, nos han contado como se fundó su congregación, su trabajo y dedicación a los ancianos más necesitados.

Las Hermanitas de los Pobres actualizan el gesto de su fundadora: acoger, confortar y cuidar hasta su muerte natural a los ancianos, generando en sus casas el espíritu de familia tan querido por la fundadora. Su espiritualidad se fundamenta en la vivencia del espíritu evangélico de la humildad, en la hospitalidad y en una inquebrantable confianza en la Providencia de Dios.

Después de compartir con ellas hemos comido en el jardín de la residencia, para después despedirnos de las Hermanas con una pequeña oración compartida, ya que hemos descubierto la importancia de la oración para todas las comunidades, como el sustento de su labor.

Y caminando hemos llegado al tren para llegar a Los Negrales y compartir con Las Teresianas, que son una asociación privada de fieles, que pertenecen al dicasterio de laicos y familia, no son vida consagrada, son mujeres comprometidas con el evangelio. Nos han contado su historia, su vida de compromiso, y su participación en la misión evangelizadora de la Iglesia. Además, nos han invitado a merendar.

Desde ahí nos hemos ido a Madrid, a la Catedral de la Almudena, para compartir la vigilia con más jóvenes de nuestra diócesis y junto con muchas personas de vida consagrada. Donde hemos rezado en un encuentro con el obispo auxiliar D. Jesús Vidal.

Con el lema «Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad» se celebraba la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Esta Jornada nos recuerda el don para la Iglesia y para el mundo de las personas consagradas en su riqueza de modos y carismas, inspirados por el Espíritu Santo a través de la escucha y el discernimiento comunitario.

Hemos rezado por la luz que son para el mundo todas las congregaciones, por cómo nos iluminan, como llevan el mensaje del Amor de Dios a todos. Hemos rezado también por quienes han sido luces para cada uno de nosotros y por aquellos para los que nosotros hemos sido luz. Hemos tenido un encuentro personal, delante del Santísimo, para dialogar con Dios, en un momento íntimo de oración. Para terminar, dando gracias a Dios por toda la vida consagrada, que cada día le dice a Dios “Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad”.

Puedes ver algunas fotos haciendo clic en la siguiente imagen:

 

 

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Jornada de la Vida Consagrada

Con el lema «Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad» se celebra la XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que coincide cada año con la fiesta de la Presentación del Señor, el 2 de febrero.

Esta Jornada recuerda el don para la Iglesia y para el mundo de las personas consagradas «en su riqueza de modos y carismas, inspirados por el Espíritu Santo a través de la escucha y el discernimiento comunitario», como señalan los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada en su mensaje para este día. Esta jornada es un momento especial en el que la Iglesia católica reflexiona y celebra la vida consagrada, reconociendo la dedicación de aquellos que han consagrado sus vidas a Dios.

Tres ideas importantes que se pueden llevar a la vida diaria a partir de la celebración de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada incluyen:

Dedicación a un Propósito Más Elevado: La vida consagrada implica la dedicación total a Dios y a los demás. En la vida diaria, esta idea puede inspirarnos  a encontrar un propósito más elevado en nuestras acciones cotidianas, buscando contribuir al bien común y servir a los demás con un corazón generoso.

Vocación y Discernimiento: La Jornada de la Vida Consagrada destaca la importancia del discernimiento vocacional y la respuesta a la llamada de Dios. En la vida diaria, este principio es una invitación a la reflexión personal sobre la vocación y nuestro propósito de vida, alentándonos a buscar un sentido más profundo en nuestras elecciones y decisiones.

Comunidad y Solidaridad: La vida consagrada a menudo se vive en comunidad. En la vida diaria, la idea de vivir en comunidad puede inspirarnos a cultivar relaciones significativas, a apoyarnos mutuamente y a trabajar juntos hacia objetivos compartidos. La solidaridad y el apoyo mutuo son valores fundamentales que pueden ser aplicados en diversas circunstancias de nuestra vida.

Estas pinceladas nos pueden ayudar a integrar los valores de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada en nuestro día a día, promoviendo una mayor dedicación a afirmar la primacía de Dios, una reflexión continua sobre la vocación y la importancia de la comunidad y la solidaridad en nuestras relaciones diarias.

La Comisión Episcopal para la Vida Consagrada ha editado diversos materiales para facilitar la reflexión en torno a esta Jornada, la compartimos:

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2024, Año de la Oración

El domingo 21 de enero, con ocasión del V Domingo de la Palabra de Dios, el Santo Padre Francisco ha inaugurado oficialmente el ‘Año de la Oración’ durante el Ángelus. (más…)

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La conversión de San Pablo

La conversión de San Pablo, que como todos sabemos se produjo en el camino a Damasco, es un relato que trasciende el tiempo y nos ofrece valiosas lecciones para nuestra vida diaria. La palabra «conversión» va más allá de un simple cambio de acciones; se trata de una profunda transformación de la mente y el corazón. Así como San Pablo experimentó un cambio radical al abandonar su antigua mentalidad de persecución para abrazar la fe en Jesús, nosotros también estamos llamados a una conversión constante en nuestra vida.

En este contexto, os invitamos a explorar tres aspectos, que nos parece pueden ser clave en la conversión de San Pablo y cómo pueden ser aplicadas en nuestra vida cotidiana. Desde la transformación de mentalidades limitantes hasta el cultivo de la empatía y la apertura a un cambio positivo, cada uno de estos puntos nos desafía a seguir el ejemplo de San Pablo y a vivir de acuerdo con los principios del Evangelio. Al hacerlo, descubrimos que la verdadera conversión comienza en la mente, y al cambiar nuestra forma de pensar, podemos influir positivamente en nuestras acciones diarias y en las vidas de quienes nos rodean.

  • Liberarnos de aquello que nos limita

Bien sabemos que San Pablo experimentó una transformación radical en su camino a Damasco, nosotros también estamos llamados a dejar atrás nuestras limitaciones y miedos. La conversión de San Pablo implicó un cambio desde la persecución hacia el abrazar la fe en Jesús. Del mismo modo, en nuestra vida diaria, debemos liberarnos de las mentalidades que nos limitan y nos impiden seguir el camino del amor y la misericordia; como por ejemplo el juzgar constantemente al otro, o una percepción personal de baja autoestima.

  • Abrazar la compasión

Después de su conversión, San Pablo pasó de ser un perseguidor a ser un apóstol que se sentía amado por Dios. Cultivar la empatía y/o la comprensión en nuestra vida diaria reflejaría la transformación de San Pablo. Al abandonar una posible mentalidad crítica y abrazar la compasión, podemos construir puentes en lugar de barreras, compartiendo el amor de Cristo con aquellos que nos rodean.

  • Abrirnos a la voluntad de Dios

La conversión de San Pablo también implicó una apertura radical a la voluntad de Dios, incluso cuando esto significó cambiar su forma de vida. De manera similar, en nuestra jornada diaria, debemos estar abiertos a la voluntad de Dios y estar dispuestos a cambiar nuestras actitudes rígidas. Aceptar nuevas perspectivas y abrazar el cambio motivador nos acerca más a vivir según los principios del Evangelio.

La conversión de San Pablo no solo fue un cambio de acciones, sino principalmente un cambio en su mentalidad y en su corazón. Siguiendo su ejemplo, podemos encontrar inspiración para transformar nuestras propias mentalidades, cultivar la empatía y la comprensión, y estar abiertos a la voluntad de Dios en nuestras vidas a través de la oración, sabiéndonos misericordiosamente amados. Recordemos que la conversión es un proceso continuo y cada día es una oportunidad para crecer espiritualmente.

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Domingo de la Palabra de Dios

Para la próxima edición del Domingo de la Palabra de Dios, que se celebrará en la Basílica de San Pedro con la presencia del Papa Francisco el domingo 21 de enero de 2024, el lema escogido está tomado del Evangelio según san Juan: «Permaneced en mi Palabra» (cf. Jn 8, 31)

Reflexión

Las primeras sociedades se transmitían sus conocimientos contándose historias unos a otros. Esas historias eran el equivalente a los medios de comunicación y las escuelas de hoy en día. Puede parecer tarea sencilla, pero exigía una gran responsabilidad por ambas partes: por un lado, la responsabilidad de contar las historias de forma veraz y honesta, siendo fieles al relato original, sin dejarse vencer por la tentación de adaptarlo a nuestros intereses ni caer en la pereza de comunicarse con los demás. Por otra parte, estaba la responsabilidad de escuchar activamente las historias que otros nos cuentan; de querer oírlas y asimilar las implicaciones que puedan tener para con nuestra vida.

En ese contexto, la palabra entre los hombres era algo valioso. Mentir no entraba en la mente de las personas de bien. Dar testimonio de algo se avalaba con la honestidad y rectitud del narrador. Tal era así hasta el punto de que decir “te doy mi palabra” fue una de las formas más primitivas de contrato entre personas.

Sin embargo, la realidad que vivimos actualmente es bien distinta. Recibimos a cada minuto “demasiadas palabras”. Vivimos en un mundo con exceso de información; demasiados mensajes, llegando simultáneamente a todas horas desde infinidad de canales. Los medios de comunicación hablan a todas horas, tanto y tantos que ya no sabemos ni diferenciar un discurso de otro. Los políticos y gobernantes hablan continuamente y, conforme hablan, olvidan sus palabras. Entre tantas palabras, se hace difícil saber dónde está la verdad y dónde no. Todo parece importante, urgente, inmediato. Tanto es así que es difícil saber dónde escuchar y, más aún, qué no oír para no confundirnos.

Nosotros no nos quedamos atrás; se nos ha contagiado la necesidad de decir muchas más cosas de las que pensamos. A veces, somos pocos reflexivos y demasiado impulsivos en un mundo que ofrece tantos altavoces para expresarnos que la tentación de hacernos oír supera a la de saber qué decir. Un grupo musical español, El Último de la Fila, dijo una vez: “si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir”. No sería mal consejo hoy en día.

Y así, vivimos en un maremágnum en el que no sabemos (qué) escuchar ni pensamos dos veces qué decir. De este modo, la palabra cada vez vale menos. Se ha vuelto más vacua, efímera, barata y prescindible de lo que nunca fue. Parafraseando al filósofo checo Milan Kundera, cabría pensar que la mayoría de las palabras que nos rodean son insoportablemente leves. En este caos, en el que cuesta tanto encontrar un punto de apoyo desde el que articular nuestra realidad, tiene valor que nunca el reconfortante peso de “la Palabra que nunca caduca”: la Palabra de Dios.

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1, 14)

En 2019, durante el 16º aniversario de la muerte de San Jerónimo, fiel amante de la Palabra de Dios y autor de la célebre traducción Vulgata de la Biblia, el Papa Francisco instituyó en la Carta apostólica Aperuit illis, el tercer domingo del tiempo ordinario a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios.

El Verbum (o Logos o Palabra) se suele traducir en tratados teológicos como «Verbo«. Como dice el evangelista, el Verbo Divino «se hizo carne y habitó entre nosotros» (Juan 1:14). Es decir, el Hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad, es el Verbo, la Palabra Eterna de Dios entre nosotros. No puede haber, entonces, tiempos más adecuados para celebrar la Palabra de Dios con nosotros que estos que ha escogido el Santo Padre. Ante los interrogantes que nos plantea cada día nuestra vida personal y eclesial, estamos invitados a buscar la respuesta en la Palabra de Dios, que es «la luz que resuelve sus dudas, que afianza sus convicciones, que responde a sus preguntas y que refuerza sus inquietudes».

Cuando rezamos la oración que Cristo nos enseñó, pedimos a Dios Padre que nunca nos falte el pan nuestro de cada día. Al hacerlo, debemos ser conscientes que pedimos tanto por el alimento material, necesario para nutrir nuestro cuerpo, como por el otro pan, el Pan de Vida, que alimenta nuestro alma y nos da fuerzas para seguir avanzando cada día en el camino de Santidad. Ese Pan de Vida es la Palabra de Dios.

La palabra de Dios es el alimento de vida necesario para el caminar juntos como pueblo de Dios. Es fuente de ilusión, esperanza y guía para seguir por el sendero de Dios y hacer presente su reino. Por ello, este Domingo de la Palabra nos invita redescubrir la Sagrada Escritura y a dejarla crecer en nuestro corazón junto a Aquel que no cesa de darnos su Palabra y compartir su pan en la comunidad de los creyentes. Es una ocasión para afianzar en la vida personal, comunitaria y pastoral el valor de la Palabra de Dios.

La inquietud por leerla, meditarla y convertirla en comunidad os recuerda que La Palabra es un diálogo constante de Dios con su pueblo, que nos enriquece y nos enseña a dar testimonio de su tesoro. No en vano, un lugar privilegiado del encuentro entre la comunidad cristiana y la Palabra de Dios es la celebración eucarística.

Cuando Jesús abandona su vida privada, lo impulsa el anuncio de la Palabra de Dios, que debe ser llevada a todos. El Señor invita a la conversión y llama a los primeros discípulos para que transmitan también a los demás la luz de la Palabra. Este dinamismo nos ayuda a vivir el Domingo de la Palabra de Dios: la Palabra es para todos, la Palabra llama a la conversión, la Palabra hace anunciadores.

La Palabra de Dios es para todos. El Evangelio nos presenta a Jesús siempre en camino a los demás. Lo vemos como peregrino mensajero que anuncia la buena nueva del amor de Dios y ayuda a que otros también puedan ver la luz. La Palabra de Dios está destinada a todos. Y si la salvación está destinada a todos, el anuncio de la Palabra también es para toda la comunidad. Debemos predicar la salvación para todos y allanar el camino para recibirla. Somos llamados a llevar el anuncio del Reino y cuidar la Palabra. Aprendamos de Jesús a poner la Palabra en el centro, a ensanchar nuestras fronteras, a abrirnos a las personas, a generar experiencias de encuentro con el Señor.

La Palabra de Dios nos llama a la conversión. Jesús nos dice: «Convertíos, porque el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 4,17). La Palabra de Dios nos sacude, nos inquieta, nos apremia a la conversión. Cuando entra en nosotros, transforma nuestro corazón y nuestra mente; nos lleva a orientar nuestra vida hacia el Señor. Dios se ha hecho cercano a ti, así que toma conciencia de su presencia, hazle lugar a su Palabra y cambiarás la perspectiva de tu vida: pon tu vida bajo la Palabra de Dios. Este es el camino que nos muestra la Iglesia; todos estamos bajo la autoridad de la Palabra de Dios, y no bajo los gustos, tendencias y preferencias del mundo terrenal.

La Palabra de Dios nos convierte en anunciadores. Jesús nos invita con su Palabra a ser «pescadores de hombres» (Mt 4,19), a salir al encuentro de nuestros hermanos y proclamar la alegría del Evangelio. Este es el dinamismo de la Palabra: nos convierte en apóstoles que sienten el deseo irreprimible de proclamar la Palabra de Dios. Sintámonos llamados por Jesús a anunciar su Palabra, a testimoniarla en las situaciones de cada día, a vivirla en justicia y caridad, a llevar el consuelo que nos transmite a quienes se sienten oprimidos y desanimados, con el anuncio impetuoso de Dios que transforma la vida con la alegría de saber que Él es Padre y se dirige a cada uno de nosotros a través del don magnífico que es su Palabra.

La Conferencia Episcopal Española se une cada año a la celebración de este Día y anima a su celebración con la publicación de los materiales que elabora el área de Pastoral bíblica de la Comisión para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado. Os lo compartimos:

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Octavario Unidad de los Cristianos

El Octavario por la Unidad de los Cristianos es un tiempo de oración y reflexión que se celebra anualmente del 18 al 25 de enero, este año 2024 con el lema «Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo» (cf. Lc 10,27).

Durante este periodo, cristianos de diferentes denominaciones se unen en oración por la unidad de la Iglesia. Esta iniciativa tiene sus raíces en el movimiento ecuménico, que busca promover la colaboración y la comprensión entre las diversas tradiciones cristianas.

La elección de las fechas del 18 al 25 de enero está simbólicamente vinculada a la fiesta de la Conversión de San Pablo el 25 de enero. San Pablo es reconocido por su papel en la expansión del cristianismo y su contribución a la teología cristiana. Este periodo también incluye la Fiesta de la Cátedra de San Pedro el 22 de enero, que destaca la autoridad apostólica de Pedro.

Tres ideas importantes que se pueden llevar a la vida diaria a partir de la celebración del Octavario por la Unidad de los Cristianos incluyen:

  • Respeto y Tolerancia: La celebración del Octavario destaca la importancia de respetar y tolerar las diferencias entre las diversas tradiciones cristianas. Este principio puede aplicarse en la vida diaria al fomentar el respeto y la tolerancia hacia aquellos que tienen creencias, opiniones o prácticas diferentes.
  • Colaboración y Unidad: La oración por la unidad de la Iglesia impulsa la idea de trabajar juntos para objetivos comunes. En la vida diaria, esto se traduce en buscar la colaboración y la unidad en diversas áreas, ya sea en el trabajo, la comunidad o las relaciones interpersonales.
  • Diálogo y Comprensión Mutua: El Octavario destaca la importancia del diálogo entre las diferentes denominaciones cristianas para promover una mayor comprensión mutua. En la vida diaria, el fomento del diálogo y la búsqueda de comprensión pueden contribuir a relaciones más armoniosas y a la construcción de puentes entre personas con perspectivas diversas.

Estas ideas pueden ayudar a cultivar un espíritu de respeto, colaboración y comprensión en la vida cotidiana, contribuyendo así al ideal de unidad que se busca durante el Octavario por la Unidad de los Cristianos.

Los obispos de la Subcomisión Episcopal para Relaciones Interconfesionales y Diálogo Interreligioso piden para esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que «oremos con intensidad, para que nuestra Iglesia sea de verdad casa de acogida».

El tema de reflexión para la esta Semana de Oración, propuesto este año por los cristianos de Burkina Faso, es la parábola del buen samaritano, en la que Jesús explica en qué consiste amar al prójimo.

Os compartimos un video elaborado por la CEE

Reflexiones bíblicas y oraciones para el octavario (haz clic en la imagen de cada día podrás acceder a la reflexión y oración del día, también puedes escucharlo en Podcast)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Infancia Misionera

El próximo día 14 de enero se celebra la Jornada de la Infancia Misionera. Cada año Obras Misionales Pontificias lanza esta campaña de solidaridad con el objetivo principal de mejorar la vida de los niños sin recursos. Sin embargo, no es el único propósito, esta campaña va más allá de lo estrictamente económico. Pretende educar, concienciar, sensibilizar y llamar la acción a los niños del mundo occidental presentándoles una infancia muy diferente a la que ellos conocen.

¿Por qué la Jornada de la Infancia Misionera?

Infancia misionera es una escuela de formación en la fe y en la misión para los niños de todo el mundo. En este día los niños están invitados a acompañar a los misioneros para ayudar a otros niños, especialmente a los que no tienen lo necesario para vivir o no conocen a Dios. Pretende que los más “peques” sean conscientes de que, en la comodidad de sus casas, también pueden ser misioneros, y ayudar a otros con la oración y el dinero.

Comparto lo que soy, el lema 2024

El lema de la Jornada de la Infancia Misionera del próximo 14 de enero es “Comparto lo que soy”. Tan simple como ese mensaje. Tan claro y sencillo como un niño. Sin necesidad de acciones grandilocuentes. Sin necesidad de ofrecer nada que se escape de nuestras manos. La ayuda soy YO. Está en mí y deseo compartirla para hacer la vida de otros niños más fácil.

¿Qué podemos hacer los adultos en esta jornada?

A pesar de la nomenclatura de la Jornada, todos estamos llamados a colaborar en ella. También los adultos. Es nuestra misión acompañar y educar a los niños en la empatía y solidaridad. Debemos hablarles de esta jornada y preguntarles cómo van a colaborar ellos. ¿Con una oración?, ¿Ofreciendo parte de su paga semanal?, ¿realizando una buena acción por alguien que lo necesite?… ¡hay tantas formas de ser NIÑO-MISIONERO!

Pero también podemos enseñarles a involucrarse por medio del ejemplo. Aportando nuestro granito de arena en esta jornada para que los proyectos que están en marcha puedan seguirse llevando a cabo. Si estás interesado en saber los proyectos puedes consultarlos aquí.

¿Cuáles son los medios para hacer el donativo?

Se puede dar un donativo en el cepillo de todas las misas del domingo día 14 de enero en horario de 10h, 11h, 12h, 13h y 19h. Pero además hay otras fórmulas que Obras misionales Pontificias pone a nuestra disposición para facilitar nuestra aportación económica en la jornada.

  • Bizum: Desde la aplicación del banco en el número 00500
  • Transferencia: Obras Misionales Pontificias
    ES30 0182 1364 3800 1670 0008
  • Teléfono: 915 902 780

Los niños te necesitan, ¿estás dispuesto a compartir lo que se encuentra en ti?

Video:

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Fiestas Navideñas

Las fiestas navideñas parroquiales son como un cálido abrazo que nos envuelve en una atmósfera única de esperanza, solidaridad y fe. Cada año, el festival de Navidad marca el inicio de esta temporada especial, llenando el corazón de la comunidad con alegría y la magia contagiosa de la celebración. Es más que un simple evento; es una experiencia entrañable que nos conecta a nivel espiritual y humano.

El festival de Navidad en nuestra parroquia en la que participan casi todos los grupos parroquiales, es un crisol de emociones, donde las luces brillantes y los villancicos resonantes se mezclan con la risa de los niños y las buenas relaciones de los adultos. La representación del nacimiento de Jesús nos transporta a un momento atemporal, recordándonos la importancia de la humildad y el amor desinteresado, algo de esto nos hemos encontrados también en las oraciones que se nos han regalado en estas fechas.

A medida que avanzamos a través de las diferentes festividades en la parroquia durante la temporada navideña, como la propia Natividad del Señor o las solemnidades de Santa María Virgen y la Sagrada Familia,  la conexión entre los miembros de la comunidad se fortalece. Los momentos compartidos en cenas grupales, las misas especiales y las actividades solidarias nos recuerdan la esencia misma de la Navidad: el dar, el recibir y la unidad en la diversidad. La parroquia se convierte en un refugio donde las diferencias se desvanecen, y la familia se extiende más allá de los lazos de sangre.

En medio de cánticos, oraciones y regalos, nos acompañaron los Reyes Magos de Oriente dando paso a la culminación de estas festividades con el Bautismo del Señor, un acto sagrado que simboliza la renovación y la purificación.

Las fiestas navideñas parroquiales son, en definitiva, un recordatorio de la belleza de la tradición y la comunión. A través de la celebración del nacimiento de Jesús y la participación en diversas actividades, la parroquia se convierte en un “hogar espiritual” donde los corazones se abren, se atesoran recuerdos, se fortalece la comunidad y nos recuerda la importancia de la fe y la fraternidad en nuestras vidas. En estas fiestas navideñas, encontramos la oportunidad de reflexionar sobre el año que termina, renovar nuestros propósitos y abrazar la esperanza de un futuro lleno de amor y compasión, es lo que se sugería en las entradas en la que ofrecía el mensaje de navidad y del año nuevo 2024.

P. Luis Murillo

Si deseas ver fotos de alguno de los momentos vividos, haz clic en la siguiente imagen:

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Los Reyes Magos de Oriente

Un catequista de nuestra parroquia nos ofrece esta reflexión sobre los Reyes Magos de Oriente:

Muchos cuentos de Navidad mencionan a los tres reyes que siguen una estrella para adorar al niño Jesús en Belén. En la Biblia, no los denominan reyes ni especifica cuántos son, sino que solo se dice que son «sabios de Oriente».

Según el Evangelio de Mateo, una brillante estrella guió a los magos desde Oriente hasta detenerse «sobre el lugar donde se encontraba el niño» y «al entrar a la casa, vieron al niño con María, su madre».

Los magos se arrodillaron ante el niño Jesús y «le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra». Es posible que sus regalos sean una alusión a la visión de Isaías de las naciones que rendían tributo a Jerusalén.

El rey Herodes había oído rumores del nacimiento de un nuevo «rey» y, celoso, buscó al bebé. En el Evangelio de Mateo, los tres magos se detuvieron en el palacio de Herodes de camino a Belén y el rey les pidió que le hicieran saber dónde estaba este niño recién nacido, para «poder ir a adorarlo». Pero, en un sueño, se advirtió a los Reyes Magos de que no regresaran con Herodes, de forma que «se volvieron a su tierra por otro camino» y nunca más se volvió a hablar de ellos.

Las narraciones posteriores de la historia identificaron los nombres de los magos, así como sus tierras de origen: Melchor de Persia, Gaspar la India y Baltasar de Arabia. Sus presentes también tenían significados simbólicos especiales: el oro representaba la condición de Jesús de «rey de los judíos»; el incienso, la divinidad del niño y su identidad como Hijo de Dios; y la mirra se refería a la mortalidad de Jesús.

Las representaciones populares de la Navidad parecen comprimir la historia de la Natividad para hacer que parezca que los tres Reyes Magos se presentaron en Belén en Navidad, pero las celebraciones tradicionales sitúan su visita 12 días después de Navidad. La conmemoración oficial de la llegada de los Magos, denominada  Epifanía, es una de las festividades cristianas más antiguas. Los católicos celebran la Epifanía el 6 de enero

En estas fechas, os invito a imitar a los Reyes Magos. No discuten, sino que caminan; no se quedan a mirar, sino que entran en la casa de Jesús; no se ponen en el centro, sino que se inclinan ante Él, que es el centro; no se fijan en sus propios planes, sino que están dispuestos a tomar otros caminos.

«Y como esos magos, abramos nuestro cofre del corazón, y ofrezcámosle al Rey de Reyes, lo bello, bueno y verdadero que llevamos dentro de nosotros». Solo abrimos nuestro corazón a quien sabemos nos ama tal como somos»

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Santa María, Madre de Dios

La Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, es una celebración importante en la liturgia católica que celebramos el 1 de enero.

Nuestro párroco comparte tres ideas importantes que podemos destacar en relación con esta solemnidad:

Maternidad Divina y Protección Materna:

La Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, resalta el papel único de María como la Madre de Jesús, quien es al mismo tiempo el Hijo de Dios. Esta festividad subraya la maternidad divina de María y su papel crucial en la obra de la salvación. María no solo es una figura histórica, sino también una madre espiritual que intercede por nosotros ante su Hijo. Esto puede fomentar en cada uno de nosotros un sentido de protección y consuelo, recordándonos que tenemos una madre celestial siempre dispuesta a ayudarnos y guiarnos en nuestro viaje espiritual.

Inicio del Año Nuevo Civil:

La Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, marca también el comienzo del nuevo año civil. Este evento litúrgico puede ser una oportunidad para animarnos a reflexionar sobre el año que ha pasado y establecer metas espirituales para el 2024. Sería una forma de animarnos a comprometernos con nuestra fe, a crecer en virtudes y a profundizar en nuestra relación con Dios, fomentando un sentido de renovación espiritual que puede tener un impacto positivo en nuestras vidas cotidianas.

Modelo de Humildad y Obediencia:

María es un ejemplo supremo de humildad y obediencia a la voluntad de Dios. En la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, podemos resaltar estos aspectos de la vida de María que nos motivan a seguir su ejemplo. La disposición de María a decir «Sí» a Dios, incluso sin comprender completamente el plan divino, puede inspirarnos a confiar en la providencia de Dios en nuestras propias vidas. Esto nos puede recordar que la humildad y la obediencia son virtudes valiosas que pueden acercarnos más a Dios y ayudarnos a descubrir nuestro propósito en la vida.

Estas ideas nos pueden proporcionar una comprensión más profunda y significativa de la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, y nos ofrecen perspectivas prácticas para aplicar en nuestra vida diaria.

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