Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel, le ayudaban a ver con ojos nuevos la realidad.

Nosotros, hoy, situados en la misma confianza en el señor, ese Señor que oye los gritos de su pueblo (los periódicos nos lo señalan); encendemos esta segunda vela.

Abramos nuestra vida y nuestros ojos para que el señor del reino sea percibido entre nosotros y se mantenga viva una esperanza activa entre nosotros.

¡Ven pronto, Señor, que te veamos a Ti que viniste, vienes y vendrás!

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